Capítulo 29. Un Déspota Enamorado

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DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen pero la historia sí, por lo que NO AUTORIZO para que ésta se modifique o publique en otro lugar.

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Capítulo 29: "Un Déspota Enamorado"

Esbozó una sonrisa leve, pero de inmediato la sombra de la tristeza se apoderó de ella. Cómo podía estar diciendo eso, cuando ahora definitivamente ya todo estaba acabado. Pero mientras entrecerraba los ojos y se dejaba llevar por sus besos nuevamente, pensaba que aunque era una locura, una despedida estúpida y fuera de lugar, lo amaba y no podía evitar escapar de sus caricias, sus besos, su pasión. No, ella también quería más, una vez más... no podía tolerar que fuera a perder al hombre que tanto amaba pero... el deber era el deber... y ella no le arruinaría su "prometedora vida".

- No debemos... hacernos esto...- Murmuró una vez más, pero vencida y acallada de inmediato por los besos de Inuyasha que se posesionaron como si fuera el "Amo y Señor" de ella. Claro... aunque eso era verdad.

¿Cómo evitarlo? ¿cómo apartarlo así ahora? Sabía que se estaba dañando, la sirvienta comprendía que su situación no cambiaría nada. Inuyasha se iría y se casaría con aquella mujer porque "así debía ser".

Hubieron momentos en que la razón la abandonó y quien la dominó fue un sentimiento fiero de posesión y acaso celos. Quería retenerlo y obligarlo a quedarse, decirle a la cara que le había hecho una promesa ¿no era un Taisho? ¿no era el honor de los Taisho lo más sagrado? Y si aun una garra invisible quería arrebatárselo nuevamente sería capaz de decirle la verdad, decirle que esperaba un hijo suyo... ¿cambiarían así las cosas?

Luego de hacer el amor, ella recostó la mejilla en la almohada, se encontraba boca abajo e intentaba controlar el ritmo de su respiración, mientras él, con su pecho musculoso y desnudo mantenía fija la mirada en el techo de la habitación, parecía pensar, pensar algo muy importante, Kagome vio como él fruncía la frente y movía los labios, como si quisiera hablar, pero luego apretó los labios, reprimiéndose. La muchacha sonrió con suavidad y se obligó a cerrar los ojos. No quería pensar más, sólo descansar, olvidar sus numerosos problemas por ahora y dormir tranquila, aunque fuera sólo esa noche... era increíble que a pesar de las circunstancias, sentir el calor de su cuerpo junto al suyo la hizo sentir protegida.

Aquella noche, extrañamente, no soñó. Cuando despertó, fue lo primero que se dio cuenta. Y se sintió descansada, como hacía nunca. El cuerpo, parecía haber recuperado o quizás obtenido fuerza que antes no tenía, se sentía bien estar ahí, teniendo aquella sensación única y que la sorprendía sobre manera. No soñó, y era demasiado extraño que eso sucediera. Ni siquiera había tenido una pesadilla... de cualquier forma agradeció en silencio. Era mejor que nada a un mal sueño.

Y entonces fue consciente de su desnudez bajo las sábanas. Antes de voltear recordó la intensidad ambarina de unos ojos que se posaban en ella como si quisiera descubrir hasta lo que había en su alma, aquello aceleró el ritmo de su corazón, entonces, experimentó el ardor de su boca por el ímpetu y la pasión de los besos ardientes que ambos compartieron la noche anterior. Y su estómago se hizo un nudo cuando evocó el momento de la unión.

Volteó y vio a Inuyasha aun dormido, con su cabello negro desordenado sobre la almohada y el flequillo cubriendo parte de su rostro, aunque ella sí pudo ver la sonrisa leve en los labios de él.

Su alegría fue inmensa al comprobar que estaba ahí aun, a su lado. Se acercó y posó una mano en su flequillo, apartándolo con suavidad para que el rostro quedara libre de ellos y poder verlo con claridad.

Era guapo, increíblemente hermoso y atractivo. La sonrisa en los labios de él le recordó que aunque fuera como un Dios Griego, seguía siendo tan engreído... y loco. No podía haber estado con ella ahora cuando estaba a punto de casarse.

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