DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen pero la historia sí, por lo que NO AUTORIZO para que esta se modifique o publique en otro lugar.
Derechos Reservados.
Capítulo 36: "Reconciliación"
Quería oponerse, decirle algo, no tenía porqué mandar en su vida, además ella estaba bien ahí, tranquila ¿por qué tenía Inuyasha que volver a aparecer? La verdad era que aunque lo amaba, también sentía mucha desconfianza hacia él ya que tenía miedo de que volviera a fallarle, que volviera a no cumplir sus promesas y entonces el dolor sería más desgarrador aun, porque siempre era más fuerte que la vez anterior... Oh, Inuyasha... pero el dilema era que tampoco quería detenerlo y no se sentía con las fuerzas para hacerlo, tanto físicas como mental. El que él estuviera nuevamente en Santorini y asumiera, a pesar de que ella le intentaba decir lo contrario, que el bebé era suyo, eso era realmente inimaginable... quizás estaba soñando... otra vez.
Kagome se cruzó de brazos y tragó fuerte, mientras el hombre llevaba su pequeña maleta con él, cuando salieron era demasiado tarde, las luces de la bahía iluminaban tenuemente los alrededores, dándole así un aspecto mágico y demasiado apacible, Inuyasha que se quedó de pie en el umbral de la casita, observando el mar negro de esa hora, tranquilo, sintiendo la brisa fresca soplar, trayendo a sus sentidos el aroma que tanto extrañaba, era increíble que ante aquel escenario mágico y casi paradisíaco, estuvieran pasando por tanto estrés y peligro. Pero era así, estaban en peligro.
- Kagome...
La que la llamaba era la muchacha vecina que los observaba en extremo preocupada, se había acercado ante ellos con precipitación y la ex sirvienta no supo qué decirle, en realidad no se encontraba muy cuerda y sabía que sólo se estaba dejando llevar por las decisiones de Inuyasha.
- Estará bien, yo estaré con ella- Aseguró Inuyasha clavando sus ojos dorados en Sango.
Esta lo miró sin mucha convicción y luego atisbó de reojo al hombre que se acercaba lentamente hasta ellos.
Miroku estaba más pálido y aunque llevaba una chaqueta, la sangre de la herida de su pecho se había abierto y ahora empapaba sus ropas. Inuyasha lo miró consternado y Kagome ahogó un grito de espanto cuando el asistente cayó al suelo, desmayado.
- ¡¡Por Kami!!! ¡La herida se ha abierto!- Masculló el joven Taisho sosteniendo ahora a Miroku e intentando que despertara, lo hizo, el muchacho era fuerte y recuperó el conocimiento levemente. Sango estaba junto a Inuyasha mientras Kagome, que no podía agacharse debido a su exagerada barriga, los observaba impotente de pie.
- Pero... ¡¡esta herido!!- Gimió Sango con horror. Miró a Miroku y este la contempló fijamente hasta que ella se dio cuenta del rubor de sus propias mejillas, entonces ladeó el rostro a Inuyasha como si no le hubiera pasado nada- ¡Hay que llamar a una ambulancia!
- Oh...- Gimió el asistente mientras intentaba incorporarse pero no pudo, entonces sonrió y miró a Inuyasha- Vete... yo... estaré bien.
- ¡No! ¡Estas loco! ¡La herida no esta cicatrizada!- Clamó con horror. Y pensó en Sesshomaru, maldito Sesshomaru que había querido asesinar a su mejor amigo... bastardo... desgraciado.
- Pero hay que llevarlo a un hospital- Dijo Sango mirando a Inuyasha, confusa porque ninguno parecía tomar una decisión bastante cuerda y lógica.
Inuyasha tragó con fuerza y miró a Kagome que lo observaba angustiada y con una mueca de dolor en sus labios, llevaba una mano apegada a su vientre y entonces el hombre sospechó que debía sentir dolor por las pataditas del bebé. Se estaba angustiando y eso afectaba también al bebé... lo sabía.
ESTÁS LEYENDO
Por favor, ámame.
RomanceEscapando de intrigas y problemas que aparentemente no tenían solución, Inuyasha busca el descanso y la libertad en tierras muy lejanas, encontrando allí a la joven que conocía desde la infancia y que ahora cambiaría su vida por completo.