DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen pero la historia sí, por lo que NO AUTORIZO para que ésta se modifique o publique en otro lugar.
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Capítulo 35: "Apasionado Juramento"
El beso fue intenso y por un instante Inuyasha creyó que sus instintos básicos afloraban de pronto haciéndole perder la noción del tiempo y la razón. Él se inclinó más mientras deslizaba una mano tras la nuca de la muchacha y ella se incorporaba levemente de la cama, pasando también su mano tras el cuello de Inuyasha y saboreando los besos que tanto había añorado, cada segundo de su vida sin él, cada noche, cada día separados. Kagome pensó que quizás era otra de sus fantasiosos sueños y que nuevamente despertaría sollozando ante la cruda realidad. Por eso se aferró a él con todas las fuerzas que le quedaban, besando al hombre para saciar su nostalgia, sus miedos, su amor. Su corazón latió violentamente y sintió cómo el calor inundaba su cuerpo, reconocía aquel calor, aquella sensación que muy pocas veces la embargó, meses atrás, era el calor de sentir su cuerpo vivo, de la respuesta que su cuerpo le daba al sentir la cercanía perfecta y varonil de su amado Inuyasha.
El bebé dio una patadita suave y ella no pudo evitar sonreír entre los besos del hombre que parecía haber olvidado la condición en que la joven se encontraba. Inuyasha dejó de besarla y la miró, aun demasiado agitado y turbado, Kagome en cambio cerró los ojos, demasiado cansada, demasiado conmocionada y demasiado adolorida por las contracciones de su bebé.
Inuyasha la contempló un buen rato, sintiendo como su corazón aun latía desbocado dentro de su pecho, con el sabor de los labios de ella aun en su boca, el hormigueo de haberla besado tan apasionadamente, la sensación increíble de paz, bienestar y a la vez preocupación y miedo.
Se sentó a su lado mientras la muchacha dormía, no pudo evitar acariciar el flequillo sudoroso y preguntarse porqué había mentido. Porque Kagome había mentido, claramente. El bebé era suyo, podía... podía sentirlo como suyo, como si un pedacito de... de su corazón estuviera bajo aquel abultado vientre... era suyo por cómo lo amaba ahora, por cómo de pronto veía que el mundo era brillante, hermoso, cálido... y a la vez peligroso. Dejó de sonreír como un bobo y se puso de pie, no quería separarse de Kagome, así que se paseó lentamente en aquella habitación minúscula y casi vacía. Se detuvo frente a la ventana, la cual mostraba una hermosa vista a la bahía apacible de Caldera, con su mar suave y azulino, con las gaviotas sobrevolando el firmamento, con la isla volcánica brumosa y misteriosa, en donde alguna vez, no tantos meses atrás, ellos dos habían ido y se habían sumergido en sus aguas termales.
Era... era como haber vuelto a casa ahora. Brillante, fresco, apacible... no podía creer los muchos meses que se había pasado alejado de aquel lugar y estar en el gris y frío Tokio... y que se había estado a punto de casar.
Frunció la frente, su corazón saltó una vez más, pero no fue emoción como antes, fue de incomodidad, al imaginar la reacción de su padre cuando se enterase que se había marchado, dejándolo una vez más en vergüenza, cuando estaba a un par de horas de realizarse la gran boda.
- El viejo tendrá que entender...- Masculló muy despacio y sin el miedo de antes.
No, porque ahora comprendía, comprendía perfectamente, que era un millón de veces mejor que su padre lo odiara a estar lejos una vez más de la mujer que amaba. Era su vida... y aunque sonara egoísta... su padre no tenía nada que hacer en ella. Él ya había elegido, así como Inu Taisho alguna vez había elegido también, abandonando a su madre sin misericordia y volviendo con la fría Seika.
Se volvió hacia Kagome y sintió que su pecho se oprimía. Demasiado, tanto, hasta casi hacerlo jadear por falta de aliento. Necesitaba a Kagome, como si fuera tan vital como el aire que respiraba. Se aproximó y arrodilló en el suelo observándola dormir, volvió a acariciar su flequillo con suavidad mientras la muchacha hacía una mueca leve de dolor y se llevaba inconscientemente una de sus manos a su vientre. Inuyasha bajó la vista y se detuvo en su barriga, sintió un nudo en la garganta tan grande, tan doloroso y una alegría y a la vez tristeza que no comprendía. Acercó su mano a su vientre y percibió claramente el movimiento de la criatura bajo su mano, se movía rápido y fuerte e Inuyasha esbozó una sonrisa con sus ojos casi anegados de lágrimas. No podía creer que eso que estaba ahí fuera algo suyo... suyo y de Kagome. El bebé dejó poco a poco de moverse y entonces la muchacha suspiró y sonrió, aliviada.
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Por favor, ámame.
RomanceEscapando de intrigas y problemas que aparentemente no tenían solución, Inuyasha busca el descanso y la libertad en tierras muy lejanas, encontrando allí a la joven que conocía desde la infancia y que ahora cambiaría su vida por completo.