Capítulo 47

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No existía nada más que ese amor, ese inmenso sentimiento que latía dentro de ellos y amenazaba en cualquier momento explotarles en el pecho.

No existía ni el frío, ni el dolor, ni el miedo, todo se había evaporado como arte de magia.

Ni uno de los dos profería sonido alguno, solo se abrazaban en silencio. Las lágrimas se confundían con las gotas de lluvia que corrían por sus rostros.

Se sentían completos, en ese momento tenían justo lo que necesitaban para seguir viviendo.

Permanecieron así por un rato más, solo el sonido del viento y el reventar de las olas contra las rocas, era lo único que se escuchaba.

Emilio tomó las mejillas de ese castaño al cual le pertenecía su existencia y alejó su rostro para poder verlo a los ojos.

Sus miradas se clavaron uno en el otro con gran intensidad y sin poderlo evitar ambos sonrieron.

Esa sonrisa era con lo que soñaba todas las noches y la que hacía que siguiera luchando día a día, por volverla a ver.

No pudo controlarse más, tomándolo del pelo unió sus labios a los de él en un profundo beso.

Joaquín inmediatamente sintió una corriente recorrer su cuerpo y se estremeció sin poderlo evitar. Emilio al sentir su cuerpo temblar terminó el beso suavemente y le habló aún en sus labios.

— Qué te parece si entramos, no puedo permitir que te enfermes, ahora que te tengo a mi lado una vez más te necesito fuerte.

Él estaba mudo, su garganta no profería sonido alguno. El impacto de tenerlo a su lado sin esperarlo fue tan fuerte que lo dejó sin palabras.

Asintió con la cabeza, lo abrazó una vez más, Emilio besó su cabeza tiernamente y tomándolo de la mano caminaron en silencio. Se dirigieron al lugar en donde obtendrían protección de ese enfurecido clima y en donde podrían expresar sus más profundos sentimientos.

Había muchas cosas que hablar, muchas por aclarar, pero más importante aún, había besos y caricias que recuperar. Pasaron seis meses en los cuales no tuvieron contacto alguno y necesitaban llenar ese vacío con la esencia del otro.

El volverse a encontrar solo reafirmaba lo que sabían perfectamente, ese amor que existía entre ellos era algo real e inquebrantable.

Todo lo vivido desde el momento de conocerse en vez de separarlos, de abrir una valla entre ellos, sólo logró unirlos aún más. Hizo que el sentimiento del uno por el otro se convirtiera en una necesidad.

Necesidad, tal como el oxígeno que se necesita para respirar o la sangre que hace posible que el corazón siga latiendo.

Precisamente así era la necesidad de estar cerca el uno del otro, su pura presencia hacía que sus corazones siguiera latiendo.

Caminaron tomados de la mano hasta llegar a la mansión. Subieron a la habitación de Joaquín y aunque lo que más deseaba en el mundo era tomarlo ahí mismo y hacerlo suyo sin reservas, en ese momento debía atenderlo.

El frío que hacía en ese estado era heladisimo y se aseguraría de que se calentara un poco antes de saciar esa hambre enfermiza que tenía de él.

El jacuzzi ya aguardaba con agua caliente, órdenes que dio a la servidumbre antes de salir a buscarlo.

Se acercó a él y le levantó las manos lentamente, para poder desvestirlo. No era la primera vez que lo hacía y esta vez, no era diferente a las demás ¡le robó la respiración al verlo desnudo! no fallaba ¡era perfecto!

Respiro profundamente tratando de contenerse, necesitó toda su fuerza de voluntad para no tomarlo en ese instante.

Tomándolo de la mano lo ayudó a entrar al agua e inmediatamente lo acompañó, sentándolo entre sus piernas.

Tu Amor Es Mi Redención *Emiliaco* (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora