Epílogo

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Lo volteó a ver a los ojos y al encontrarse con los de él, su odio se desvaneció. No quedaba ni la sombra del hombre al que conoció en aquel parque. Se le veía cansado, ojeroso. Lo observó por unos segundos en silencio y podía ver dolor y arrepentimiento en él.

— ¡Señorito Fritz! esperamos su respuesta. — interrumpió la voz del juez.

— Sí su señoría, este es el hombre culpable de todo lo mencionado anteriormente. — respondió sin quitar la vista de la de él.

— Muchas gracias, puede regresar a su asiento.

Con piernas temblorosas, Joaquín se dirigió a su silla. Podía sentir la mirada de Facundo en él y aunque trataba de que no le afectara, era imposible.

En la sección de la tarde fue él, el que tomó el banquillo de los acusados. Se declaró culpable a sí mismo.

Le tocó relatar por qué tomó la decisión del secuestro. Dijo que cuando el padre de Emilio había dado la información al padre de Joaquín, creyeron imposible poder obtenerla, ya que era un hombre muy poderoso y no tenía debilidad alguna.

Después de investigarlo mejor se dieron cuenta que si tenía un lado débil y ese era el gran amor que sentía por su hijo. Era por lo único que daría todo, incluso su vida.

Por otro lado, el que había descubierto a su padre y por el cual había muerto era Alejandro Aslanbey, el padre de Emilio. Quien no pudo aguantar la presión y murió de paro cardíaco, lo más lógico era que Emilio fuera el que ayudará a obtenerla.

Hicieron que odiara al señor Fritz, haciéndole creer que era él, el culpable de la muerte de su padre. Lo cual fue fácil, ya que cuando su padre murió lo mencionó.

Sabía que Emilio encontraría la forma de obtener la información sin salir perjudicado, era un hombre sin imposibles. Lo que nunca se imaginaron, era que se enamoraría de él como un loco.

Volteo a ver a Emilio que se encontraba sentado atrás de Joaquín, pedía disculpas con los ojos, estaba realmente arrepentido de su error.

Las ordenes habían sido que lo obligarán a aceptar de cualquier forma sus demandas. Golpearlo, violarlo, prostituirlo o hacerle adicto a las drogas, eran unas de las opciones que usarían para que accediera. Esperaban que aceptara sin dar resistencia, porque conociendo a Emilio no permitiría que nada de eso sucediera.

Las cosa se complicaron aún más cuándo Joaquín y su padre se negaron a cooperar. Pecas había informado a Emilio lo que le pensaban hacer a Joaquín y fue por eso por lo que abusó de él. Lo hizo, porque de esa manera lo protegería de que lo prostituyeran, él lo había proclamado suyo frente a los demás y lo respetarían.

Escuchar lo que ya sabían era difícil para ellos, pero continuaron con la frente en alto. Esa corte continuaría al día siguiente.

Joaquín se paró para salir y Emilio lo tomó de la mano, para ayudarle. Se escuchó un ruido fuerte de una silla golpeando el suelo, acompañada de un grito ensordecedor que provenía de Facundo.

No tuvo tiempo de reaccionar, cuando vieron el cuerpo de éste caer al suelo con una bala en el pecho, que recibió por proteger a Joaquín.

Por el otro lado de la sala se encontraban unos agentes, derribando a balazos al autor de lo sucedido.

Era Rogelio Martínez quien entró a esa corte de incógnito y arrebató el arma de uno de los oficiales. Su odio por ellos dos había crecido tanto, que su única esperanza era matarlos con sus propias manos antes de ir preso.

Joaquín cayó de rodillas junto a Facundo y colocó su cabeza en las piernas.

— Joaquín perdonadme por favor. — suplicó con voz quebrada. — Te juro que me arrepiento de todo el daño que les he causado, te amo y quiero que seas feliz... Sé que ustedes se aman y espero que puedan ser felices juntos. — miro a Emilio. — Hermano, una vez más me has ganado al chico.

Era doloroso verlo en ese estado, aunque no se merecía compasión, les dolía demasiado y lo perdonaban. Necesitaban paz en sus corazones.

La ambulancia llegó en cuestión de minutos y se lo llevaron al hospital más cercano, en el cual murió al poco tiempo de llegar.

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El tiempo pasó y el dolor de todo lo sucedido fue disminuyendo. No se olvidaría jamás, pero ya no dolía tanto, especialmente al estar juntos.

Una tarde lo llevó a cenar a un lugar espectacular a la orilla del mar. Lo tomó de la mano y caminaron por la orilla, dejando que el agua mojara sus pies.

Se detuvo a una distancia prudente y lo abrazó por la espalda.

— Ya pasaron tres años desde la muerte de Facundo y... — llevó sus manos al vientre de su chico. — Llevas en tu vientre a nuestro segundo hijo. Me pediste tiempo, pero creo que ya es hora de que lleves mi apellido, de que unamos nuestras vidas en matrimonio. — lo giro, para poder ver su rostro. — Te amo Joaquín y cada día crece más este sentimiento por ti. Amo a Ángel y a este pedacito de nuestro amor que llevas aquí adentro que no tarda en llegar al mundo y me gustaría que nos casaramos antes de que naciera. ¿Qué dices te casarías conmigo ahora mismo?

Joaquín llevó sus manos y lo tomó de la cara tiernamente, besó sus labios.

— Si mi amor, quiero ser tu esposo en este momento si así lo quieres.

Emilio sonrió y lo levantó en sus brazos. Esa fue la señal, para que se encendiera una carpa tapizada de luces. Joaquín miró sorprendido y los ojos se querían salir de sus cuencas, al ver a la gente que más quería en su vida parada frente a él.

— ¿Ahora? — preguntó incrédulo, a lo cual él asintió con la cabeza.

Un nudo se formó en su garganta y las lágrimas corrieron sin control. Él lo abrazó fuertemente a su cuerpo y juró hacerlo feliz.

— No llores. — suplicó.

— Es de felicidad.

— Juro que las únicas lágrimas que tus ojos derramarán serán de felicidad. Ahora vamos, urge que me des el sí.

Lo llevó de la mano hasta donde se encontraban esperándolo su padre y su gran amigo Sergio. Su madre con lágrimas en los ojos le dio unas flores. Todo estaba listo, lo único que faltaba era dar el sí.

Uno de cada lado de su brazo, lo dirigieron por un camino de rosas blancas, que los llevaría hasta el juez.

Emilio estaba parado, esperándolo con una gran sonrisa en los labios. A su lado se encontraba su gran amigo Pecas, quien después de pasar dos años en prisión pagando su participación en el secuestro, pudo estar presente en la ceremonia.

La jueza le dio dos años solamente, gracias a que cooperó con las autoridades y protegió a Joaquín.

Esa tarde todos los presentes fueron testigos de la unión de dos personas, que se amaban con gran intensidad. Que sufrieron mucho, pero continuaron luchando por su amor.

Ese amor no terminó ni con el tiempo, si no que perduró toda la eternidad. Los dos murieron de viejos en la cama tomados de la mano y una sonrisa en los labios.

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Tu Amor Es Mi Redención *Emiliaco* (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora