Capítulo 14

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Emilio por fin pudo reaccionar, podía ver en sus ojos el deseo y en sus labios la sed que tenía de él. Sabía que para él sería fácil poseerlo en ese momento, aceptaría estar con él sin dudarlo un segundo.

Joaquín no era el único que estaba sediento, Emilio de igual manera se sentía en un desierto, deshidratado y deseoso de probar sus labios una vez más, para poder saciar su sed de él.

Agachó su cabeza y dio un tierno beso al pie, que aún sostenía en su mano. Volvió sus ojos a los de él, está vez con una intensidad indescriptible. Se le asimilaba a una bestia salvaje en plena casería, lista para devorar a su presa y él no era más que un débil y frágil corderito, que estaba más que dispuesto a ser devorado por ese feroz animal.

Lo deseaba, lo deseaba más de lo que alguna vez haya deseado a ningún hombre o cualquier cosa en la vida. Lo deseaba más ahora que sabía que solo había sido suyo, que era el único hombre que jamás haya entrado en él y eso lo obsesionaba.

Poniéndose de pie, recorrió con la yema de los dedos suavemente lo largo de su cuerpo. Lo hizo con tal lentitud que más que una caricia, era una tortura.

Joaquín paró de respirar y estaba seguro que su corazón ya no latía, lo peor es que Emilio podía darse cuenta de ello, de eso no tenía duda y tampoco le importaba.

La respiración no era lo único que lo delataba, también su piel lo hacía, erizándose por donde sus dedos rosaban.

Aunque hubiera querido disimular y actuar que no le afectaba su presencia, en ese momento le era imposible. ¡Por Dios no recordaba el simple acto de respirar, mucho menos actuar!

Sus dedos recorrieron sus muslos, sus caderas, cintura, su torso, acto que logró que sus pezones se endurecieran al instante. Los ojos de Emilio se posaron en su cuerpo admirando su belleza, !!era un dios!! Quería pasar sus dedos con su pecho, acariciarlo, besar sus pezones, su cuerpo le pedía a gritos que lo hiciera, un intenso dolor crecía entre sus piernas y necesitó de todas su fuerzas para poder contenerse.

Joaquín no podía despegar sus ojos de los de él, lo tenía hipnotizado, nunca antes había experimentado algo similar con nadie y creía enloquecer, si es que no lo había hecho ya.

Continuo su tortura hasta llegar a la garganta, abriendo la palma de su mano cubrió parte del cuello y nuca. Volteo a ver sus labios y no pudo evitar que se le hiciera agua la boca. Con su pulgar acaricio lentamente el labio que acababa de lamer e imito su acción lamiendo él el propio.

Era una escena tan provocativa y sensual, una que jamás podrían olvidar ninguno de los dos. Volvió a verlo a los ojos y acercando su boca a su oído hablo con voz aterciopelada.

— Respira. — el rubor subió a sus mejillas y obedeció tomando grandes bocanada de aire. Su pecho subía y bajaba con dificultad, el oxígeno se sentía pesado y su respiración no lograba regularse.

Todas las sensaciones que causaba él en su cuerpo y mente eran como una energía eléctrica que irradiaba por cada poro de su piel, haciendo que sus entrañas se derritieran, quedando en un charco de deseo y placer. Creía no poder contenerse por mucho tiempo más, lo deseaba y quería que lo tomara ahí en ese instante.

Emilio por su lado no se aprovecharía de su estado, esperaría a ese chico así muriera de frustración sexual. Si algún día llegaba a suceder, sería con su consentimiento y estando en control de sus emociones.

— Sabes que para mí sería lo más fácil del mundo tomarte aquí mismo, hacerte el amor y tú...tú... accedería, porque lo deseas tanto como yo. — el aire que salía de su boca acariciaba su oído con gran suavidad, que lo hacía perder el equilibrio. Caería al suelo en cualquier momento si no paraba inmediatamente.

Tu Amor Es Mi Redención *Emiliaco* (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora