Capítulo 31

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¡Era él! Su corazón se aceleró descontroladamente, sentía que se le saldría por la boca. Sus ojos de un momento a otro lo delatarían, quería llorar, lanzarse a sus brazos, oír su voz una vez más, oler su piel y embriagarse de él.

Quería mandar todo al demonio y besarlo, sin importar quien se encontraba a su alrededor, sin importar amenazas o todo el dolor sufrido en esos tres años creyéndolo muerto.

Sentía que su vida en ese momento dependía de volver a estar junto a él, de volver a tocar su piel. Debía pensar en Ángel, por él se controlaría, por él se tragaría la felicidad de volverlo a ver.

Respiro profundo tratando de inhalar oxígeno, lo cual le era imposible, sus pulmones no querían cooperar. En cualquier momento desfallecería, las fuerzas lo abandonaban, se sentía como extranjero en su propio cuerpo, no tenía control de sí.

Iba preparado, decidido a actuar, pero su presencia en esa habitación robaba su valor, su fuerza de voluntad.

Sabía que pronto lo volvería a ver, de eso no tenía duda, lo que nunca se imaginó fue que sería precisamente en ese momento frente a todos esos buitres.

Su encuentro lo había visualizado en su mente miles de veces y el panorama era completamente diferente. Ahora que estaba frente a él, no se sentía preparado. No tenía idea de que hacer o decir, ni de cuál era su propio nombre.

Emilio por su parte aunque su mente estaba perdida en sus pensamientos, pudo sentir su presencia en ese cuarto. Sabía estaría presente en esa junta y aunque temía por él, no podía esperar ni un segundo más sin verlo.

Volteó a la puerta y ahí estaba él, su Tritón, más hermoso de lo que podía recordar y lo estaba viendo a él. Sus ojos se encontraron unos segundos, eran tan hermosos, tan intensos.

¡Lo reconocía! sabía que era él, podía ver en ellos ese brillo que resplandecía cada que lo veía. Ese brillo que lo enloquecía.

¡Diablos! Tenía que contenerse y no cometer una tontería que pusiera la vida de su Tritón en peligro. Lo amaba no tenía duda, ni un solo instante lo dejo de hacer, vivía por volver a verlo. Era una tortura recordar sus ojos, sus labios en los suyos y no poder tenerlo. Ahora que estaba frente a él, que volvía a ver esos hermosos ojos brillar debía contenerse.

Necesitaba tocarlo, sentir su piel, dio unos pasos dirigiéndose a donde se encontraba.

— Buenos días señorito Fritz. — ¡Si era él! su voz era inconfundible !Era perfecto! más de lo que se pudo imaginar alguna vez.

Emilio extendió la mano para saludarlo, a lo cual Joaquín inmediatamente respondió de la misma manera. También moría por sentir su piel nuevamente y al tocarlo una corriente eléctrica de gran potencia corrió por todo su cuerpo. Él lo sintió también y llevó la otra mano a Joaquín, tomándolo con ambas.

— ¿Buenos días señor...? — preguntó esperando saber su nombre, pero sin soltarlo. No quería dejarlo ir ni un instante, aprovecharía cualquier momento o excusa que se le cruzara.

— Emilio Aslanbey. — respondió con una gran sonrisa.

¿Emilio? Ese nombre lo había mencionado su padre antes de su partida a México. Le pidió que una vez que llegara a esa ciudad, buscara a Emilio Aslanbey.

¿Acaso sabía quién era él? ¿Sabía que estaba vivo y se lo oculto? No había tiempo para conjeturas, lo importante ahora era que lo tenía enfrente y que su vida, estaba a punto de dar un gran giro. Estaba a punto de luchar con sus propias manos, contra un montón de tiburones hambrientos.

Rudo le soltó la mano y la bajo, posicionándola en su cintura. Si antes le era difícil respirar, ahora sus pulmones se habían cerrado por completo.

Tu Amor Es Mi Redención *Emiliaco* (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora