— Todavía no regresan? — preguntó Emilio al salir del cuarto.
— No. — lo observo unos segundos, estudiando su cara. — Rudo, me preocupas, nunca antes te había visto así. — sabía que le preocupaba mucho lo que sucedía, se le veía cansado y ojeroso.
— ¿A qué te refieres? — preguntó, mientras se recargó en la pared exhausto, flexionando su cuello de un lado a otro tratando de quitar un poco la tensión de sus hombros. Necesitaba relajarse o explotaría, pero quería escuchar lo que su amigo tenía que decir.
— A ese chico. — apuntó con un movimiento de ojos. — Te ha transformado, eres otro cuando se trata de él.
Rudo lo volteo a ver y sonrió, pero la sonrisa no le llego a los ojos, negó con la cabeza.
— ¡Es tan hermoso! no sé lo que me pasa cuando lo tengo cerca. — guardó silencio, volteó su vista al techo y respiro profundo. — Es... como si mi cuerpo, mis emociones tuvieran mente propia. — sonrió. — No tengo control de mí, siento... siento... como si lo conociera de toda la vida. — volteó a ver a su amigo. — Cuando me dijiste que ellos lo querían tener, sentí como algo dentro de mí se retorcía. No sé cómo descifrarlo, pero me prendió. Me siento como un loco posesivo, lo siento mío no soporto que lo toquen.
— ¡Rudo apenas lo conoces! Si no tienes cuidado, tu vida...
— ¡No me importa mi vida! No puedo permitir que lo sigan lastimando. Sé que apenas lo conocí, pero es más fuerte que yo y no quiero que Satán lo vuelva a tocar de ninguna manera. — camino unos pasos y se recargó en el respaldo del sillón. — El solo imaginar a Satán poniendo sus asquerosas manos en él de otra manera... — apretó los puños listo para golpear algo.
— ¡Entonces lo tienes que hacer tú Rudo! — lo interrumpió su amigo. Sus ojos se clavaron en el hombre que decía tal barbaridad. No podía creer lo que le estaba proponiendo, lo veía como si le hubieran crecido tres cabezas.
— No me veas así, si tú escucharas lo que planean hacer. — negaba con la cabeza asqueado de recordar las palabras de los otros dos hombres. Se sentó a la orilla del sillón y tomando valor le dejo claro lo que sucedería si no hacía algo.
— Si no lo haces tú, te juro que lo hago yo. — Emilio llego a él con unas cuantas zancada y tomándolo por la camisa lo pegó a su cara.
— ¡No te atrevas a siquiera pensarlo! — su voz salía ahogada, por la rabia que sentía.
— Entonces tienes que hacerlo tú, por Dios ¡lo piensan tomar entre los dos! — lo soltó, sintiendo que las fuerzas lo abandonaban.
— ¿Qué dices? — preguntó casi en susurro.
— Se lo estaban jugando en un volado y al final quedaron que lo tomarían entre los dos. Lo que piensan hacerle es aberrante, sin embargo entre ustedes dos existe una atracción muy fuerte...
— ¡Pero no deja de ser un acto asqueroso! yo no podría destrozarle la vida de esa manera. — lo interrumpió — ¿Qué clase de hombre sería si me atreviera a hacer algo tan bajo como eso?
— No digo su héroe, pero lo salvarías de todas las barbaridades que le piensan hacer. Se que es horrible, pero. — suspiro. — No veo otra salida. Al menos que lo convenzas de hablar con su padre.
— Es tan terco, le diga lo que le diga no quiere entender. Es un obstinado ¡un suicida! — se sentó en el viejo sillón frente a su amigo y paso sus manos por el pelo lleno de frustración.
— Pues piensa en lo que te digo, sé que no es el mejor consejo, pero no veo otra salida. Escuché que decían algo de prostituirlo hasta conseguir lo que quieren. — levantó sus dedos, haciendo ademán de entre comillas. — Supuestas ordenes de arriba.
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Tu Amor Es Mi Redención *Emiliaco* (Adaptación)
FanfictionJoaquín, hijo de uno de los magnates más poderosos de la industria en los Estados Unidos. Alegre, extrovertido, vivía una vida cómoda y sin preocupaciones, pero todo cambió de la noche a la mañana. Una llamada telefónica puso su mundo de cabeza, al...