Emilio salió del cuarto echando chispas. Ese muchacho lo enloquecía, no podía creer que no haya tenido control de sus emociones frente a él. Había sacado lo peor de él, algo que nunca antes había sucedido.
Era un hombre de negocios y aunque había circunstancias que parecían salirse de sus manos, siempre lograba estar en control de la situación. Con él era distinto, no se reconocía ni el mismo.
Los hombres al verlo con el labio sangrando soltaron la carcajada.
- Ja, ja, ja ¿Así que ya probaste la furia de esa fiera? Por fin sentiste un poco el rechazo que sentimos cada que nos pasas a tus chiquillos por la cara. - dijo Satán entre risas. Ese comentario no le causo gracia a Emilio, pero debía fingir. Camino a donde ellos quitándose el pasa montañas.
- Mugre chiquillo, pero esa actitud arrogante se la quito en lo que menos que se lo esperé. - el Pecas le tendió una cerveza y él dio un trago. Necesitaba relajarse, pero parecía imposible. Quería regresar a ese cuarto y volver a besarlo.
- Quien sabe, parece que esta vez te topaste con la hormas de tu zapato, no creo que lo puedas domar. - respondió Satán. Lo observó unos segundos antes de hablar.
- ¿Me estas retando? - preguntó Emilio con una sonrisa en los labios. Le gustaba el reto, le daba una excusa para acercarse a él y protegerlo de esos monstruos sin que sospecharan.
¿Qué diablos le pasaba? acababa de salir del cuarto echando humo por su culpa y aquí estaba buscando la forma de cómo protegerlo.
Estaba perdiendo la cabeza, debía relajarse y pensar las cosas con frialdad y sabía exactamente quien le ayudaría.
- Pues como veas. No olvides que lo tenemos secuestrado y no creo que a esté te lo puedas ganar ¿O te crees muy gallito? - preguntó Satán entre risas.
- Hecho, te demostraré quien es el rudo. - sonrió y le dio la mano, cerrando el trato. - Tu gallo de ahora en adelante, me voy, tengo una cita. - los amigos rieron.
- Espero que tu cita te quite lo caliente, porque no puedes con la cara de insatisfacción. - Emilio le pegó en la nuca.
- Eso espero si no regreso y... - apunto con las cejas, al cuarto en donde se encontraba Joaquín.
- ¿A qué regresas? ¿Por otra mordida? - le dijo el Pecas riendo. Emilio les levanto el dedo y salió riendo de ese lugar tan asfixiante.
Joaquín estaba muy confundido, por un lado la felicidad de saber que su padre vivía y por otro el sentimiento que ese hombre le causaba. Llevó sus dedos a los labios y acaricio suavemente, aun podía sentir su sabor y le gustaba más de lo que quería reconocer.
Ese hombre lo confundía, al principio fue muy tierno, pero después se convirtió en un demonio, era como si tuviera dos caras con una hermosa mirada.
Debía cuidarse de la intensidad de su mirada, cerraría los ojos si fuera necesario, para no verlo. Le daba miedo recordar la voz que salió de sus labios cundo hablo de su padre. Lo odiaba, no tenía duda ¿Pero por qué? ¿Por qué pensaba que era el asesino de su padre? si su papá era el mejor hombre del mundo. Debía ganárselo y averiguar lo que realmente pasaba.
Sabía que le había gustado y usaría eso a su favor, aunque sería jugar con fuego, pero por su padre no le importaba quemarse.
Por todo el camino rumbo a casa, Emilio recordaba una y otra vez su cara, sus labios, se sentía contrariado. - Es hermoso, pero lo odio, como odió al maldito que le dio la vida. - se repetía una y otra vez, tratando de convencerse a sí mismo.
Al llegar a su casa se encontró sentado en el sillón de la enorme sala a Leandro, un hermoso hombre que daría lo que fuera por él. Conocía a la perfección lo enamorado que estaba de él y aunque no correspondía a ese sentimiento, estaba dispuesto a satisfacerlo cada que él quería.
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Tu Amor Es Mi Redención *Emiliaco* (Adaptación)
Fiksi PenggemarJoaquín, hijo de uno de los magnates más poderosos de la industria en los Estados Unidos. Alegre, extrovertido, vivía una vida cómoda y sin preocupaciones, pero todo cambió de la noche a la mañana. Una llamada telefónica puso su mundo de cabeza, al...