Capítulo 24

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Lo tomó del mentón con gran ternura, podía ver el miedo en sus ojos y sentir el dolor en él.

— Todo va a salir bien te lo prometo. — le dio un beso suave en los labios. — Ahora ve, se hace tarde. — Joaquín volvió a abrazar a Pecas y salió corriendo.

Joaquín no conocía el exterior de la choza, cuando llegó estaba desmayado y nunca había salido fuera. La choza estaba en lo alto de un cerro y era imposible la salida sin que las cámaras no los captaran.

Por el lado derecho había un gran río y nadie lo podía cruzar, porque era muy peligroso. Por la parte trasera había un gran barranco, si alguien caía por ahí era historia, no había forma de sobrevivir. Por la parte de en frente había grandes tuneras, lo que hacía que solo el lado izquierdo hubiera salida. El lugar estaba muy bien vigilado con cámaras, pero con tiempo y estudiando el área, Rudo pudo encontrar un pequeño fallo en las cámaras y era por donde lo sacaría. Hoy era ese día, solo esperaba en Dios que funcionara su plan.

Al salir sintió el frío viento en la cara y sentirse libre lo asustaba. Volteo a ver a todos lados tratando de ubicarse, pero no veía nada. Ese lugar estaba tan obscuro que temía dar el próximo paso.

Rudo le dijo que corriera a su derecha y así hizo, sus pensamientos, su dolor lo consumía. Sentía que con cada paso que daba se hacía más y más pesado su cuerpo. Era como si sus pies hubieran sido pegados al cemento, como si algo pesado hubiera caído en su pecho y no lo dejaba respirar. Ya no lo volvería a ver, ya no volvería a escuchar su voz ¿Qué haría ahora? Su vida nunca volvería a ser la misma. Él le juro que lo buscaría ¿Pero cuánto tiempo tendría que pasar para que eso sucediera?

Sin darse cuenta llego al árbol indicado y sintió como las fuerzas de las piernas lo abandonaron por completo. Cayó al suelo hiperventilando, fue entonces que se percató que todo su cuerpo temblaba sin control y su garganta emitía sonidos extraños causados por el llanto.

Pasaron unos segundos, minutos, horas, quien sabe cuánto tiempo pasó, cuando sintió sus manos tomándole por los brazos y poniéndolo de pie. Le dolía más que nada en la vida dejarlo ir, pero verlo sufrir de esa manera lo mataba. Lo abrazo fuertemente, pegándolo a su cuerpo.

— Joaquín tú sabes que es lo mejor, por favor... — le suplicó y Joaquín pudo oír como su voz se quebró, estaba sintiendo el mismo dolor que él.

Podía ver lo difícil que era para Emilio dejarlo ir y Joaquín le estaba haciendo más difícil la tarea. Debía cobrar valor y obedecer las instrucciones, él no solo tuvo que poner su vida en juego, si no la de muchas personas más solo por ayudarle a escapar y no lo defraudaría.

Respiro profundo varias veces, debía controlarse, tener control de sí mismo.

— Perdoname. — lo volteo a ver a los ojos. — Vamos, no quiero hacer esperar a nadie. — Emilio sonrió dándole un beso fugas en los labios. Lo tomó de la mano y lo dirigió de regreso a la casa, pero por la parte de atrás.

Pasaron la pequeña choza y siguieron de largo, Joaquín piso una espina y se quejó, Rudo volteo a verle los pies y no llevaba zapatos.

¡Estúpido! había estado tan preocupado porque todo saliera bien, que no se percató que no llevaba zapatos o suéter y era una noche fría. Se quito el saco y se lo puso a él, quien inmediatamente sintió el calor en su cuerpo. La adrenalina corría tan deprisa por su cuerpo, que no se había percatado del frío que hacía.

Lo levanto en brazos y lo cargo el tramo que le faltaba para llegar al lugar en donde esperaban. Era una camioneta blanca que esperaba estacionada detrás de unos matorrales.

El hombre al verlos acercarse se bajó del coche a toda prisa y abrió un compartimento al lado, en donde Joaquín cabía perfectamente acostado.

Rudo lo puso de pie y lo abrazo, inhalando su aroma, quería embriagarse de él, ahora sí que había llegado el momento de decir adiós.

— Jura una vez más que me buscarás... — pidió suplicante.

— Te lo juro por Dios que lo haré... escucha, hay hombres ocultos que te seguirán hasta estar seguros de que estas a salvo, no tengas miedo todo va a salir bien.

— No temo morir, lo único que temo es no volver a verte. — lo vio fijamente a los ojos.

— Nos volveremos a encontrar, eso lo puedo jurar. Quiero que cuando pasen por la caseta, te quedes muy callado, no te muevas. — no quería hablar de lo que sentía o se quebraría, volteó a ver al hombre. — Si alguien trata de revisar su camioneta manténgase tranquilo, tengo gente que lo impedirá...

— Dame un arma Rudo. — interrumpió Joaquín.

— No necesitas una, estas seguro... — trato de explicar, pero lo volvió a interrumpir.

— Si en verdad quieres que esté tranquilo, dame una pistola. Se usarlas y te juro que si necesito usarla lo haré. — no había nada que le pudiera negar en ese momento y pensando bien las cosas, era lo mejor. Nadie lo cuidaría mejor que él, pero si él no estaba a su lado Joaquín lo podía hacer muy bien, ya se lo había demostrado en más de una ocasión.

Él sonrió y asintió con la cabeza.

— Está bien. — sacó la pistola que llevaba en el cinturón y se la dio. — Si alguien trata de tocarte, asegurarte de darles entre ceja y oreja.

— Eso lo puedo hacer con mucho gusto. — sonrió, pero no le llegó a los ojos, lo extrañaría y no sabía si podría soportarlo.

— Es hora de irnos. — interrumpió el hombre, he inmediatamente las lágrimas fluyeron una vez más. Lo abrazo con tal fuerza que creía necesitaría un remolque para removerlo de su cuerpo.

— No, no quiero...

— Tritón. — lo alejo como pudo de su cuerpo y lo besó, fue un beso tan intenso en el que entregó su vida entera. Sin decir más lo soltó y dando la vuelta se alejó de Joaquín. Se quedo frío, helado al ver como su cuerpo desaparecía en la obscuridad.

De repente y sin poder más corrió tras de él, pero los brazos del hombre lo detuvieron.

— Por favor señorito, necesitamos irnos en este momento.

— ¡No le dije que lo amaba! se fue y no le dije cuanto lo amaba. — decía entre sollozos.

— Ya se lo dirá cuando lo vuelva a ver, ahora debemos marcharnos ¿No se da cuenta que la vida de muchas personas está en juego en este momento?

Esas palabras lo hicieron reaccionar y se tranquilizó un poco. No podía jugar con las vidas de alguien más, él estaba ahí para ayudarlo y solo lo estaba arriesgando.

— ¿Perdón, en dónde me voy a ir?

El hombre lo dirigió y lo ayudó a subir a la camioneta, era un compartimento muy pequeño en donde iba un poco apretado, pero eso era lo que menos importaba en ese momento.

Se marcharon rumbo a la caseta, cuando alguien se paró frente al coche, apuntándole con un arma. El suso dicho frenó espantado, sus peores temores se cumplían ¡fue un gran error haber aceptado!

Un golpe en la ventana lo saco de sus pensamientos, era el mismo hombre que había caminado hasta ellos.

— Bájate y dame al chico si no quieres que te vuele los sesos. — dijo con voz amenazante y apuntándole con la pistola. El hombre que sentía como las fuerzas lo abandonaban, se bajó del coche. Recordaba las palabras de Rudo que había gente cuidando, asegurándose que llegarían bien a su destino.

Joaquín podía escuchar las voces y los pasos acercarse a él, su corazón se quería salir del pecho. No permitiría le volvieran hacer daño, menos ahora que se sentía tan triste.

Pudo oír como sacaba las llaves y abrió la puerta del compartimento en el que se encontraba.

Rudo veía la escena desde la oscuridad, no podía irse hasta ver que pasará a salvo. Vio como el coche se detuvo y como el hombre se acercaba a ellos. Comenzó a correr lo más rápido que pudo hacia ellos, no permitiría que lo lastimaran. Corría lo que sus pies permitían, cuando un disparo lo detuvo en seco y su corazón paró por unos segundos. ¿Qué pasó? ¿Le pasó algo a su Tritón? Fue como si el mundo, el tiempo se hubiera detenido, no le podía haber pasado nada a él, no a él.

Título: ¡No le dije que lo amaba!

😬😬😬😬 que pasará?

Que les pareció?

Tu Amor Es Mi Redención *Emiliaco* (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora