Capítulo 1

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Era una tarde tranquila para la mayoría de los habitantes de esa enorme ciudad, pero no era ese el caso de Joaquín.

Quien se encontraba sentado en la sala de espera de una de las empresas más prominentes del país, del cual él era accionista.

Éste no era un buen día para él, porque debía dar un paso que por más doloroso que fuera era necesario y sabía cambiaría su vida para siempre.

¡Sería su liberación o su muerte!

Con las piernas cruzadas leyendo el periódico matutino aparentaba gran tranquilidad ante los presentes.

Aparentando era la palabra adecuada, porque no había nada más lejos de la realidad, lo que menos estaba era tranquilo.

El corazón lo tenía hecho trizas, sus manos sudaban frío y un nudo en la garganta no lo dejaba respirar. No podía tener control de sus emociones, sentía que en cualquier momento se levantaría y saldría corriendo de ese lugar.

No creía estar listo para entrar a ese cuarto de conferencias y enfrentar a los que se encontraban dentro. Se sentía como un pez entrando a un mar lleno de tiburones hambrientos, disfrazados de respetuosos empresarios, listos para devorarlo.

Tenía que ser ese día cuando hablará con ellos, no podía aplazar lo inevitable ni un segundo más.

¡No tenía otra opción!

Se encontraba en un punto crucial de su vida, sabía claramente que lo que saliera de esa junta tendría gran repercusión en la vida del ser que más amaba en el mundo y su propio futuro dependía de lo que diría en unos cuantos minutos.

Todo tenía que salir bien, no había campo para ningún error. Si fallaba, por más diminuto que fuera el error, su esfuerzo se vendría abajo y su mundo se derrumbaría a sus pies. Sería su pasé ya fuera al cielo o al infierno al cual aún no estaba dispuesto a entrar, no de esa forma. Lucharía, lucharía con todo lo que poseía, pero no permitiría que los que amaba sufrieran.

Pum, pum, pum, su corazón se aceleró y parecía querer salirse del pecho al ver la secretaría acercarse.

Caminaba con gran soltura hacía él, no parecía tener problema alguno en su vida. No tenía idea de lo que en esa empresa se llevaba a cabo, ni sospechaba para la bola de víboras que trabajaba. Era feliz con su empleo.

Sin embargo él no tenía la misma suerte, ese era el momento de ser fuerte y mostrar control de la situación. No era el momento de envidiar la vida sencilla de una simple secretaria.

- Buenos días, señorito Fritz, podría seguirme por favor. - pidió amablemente la mujer apuntando a un gran corredor. Joaquín se puso de pie y regalándole una sonrisa la siguió.

Pum, pum, pum, escuchaba sus latidos cada vez con más fuerza, especialmente al ver la puerta acercarse más y más. Respiró profundo llenándose de valor al ver como la secretaria la habría.

¡Ya no había marcha atrás, era ahora o nunca!

La puerta se abrió de par en par dándole el paso al interior de esa prisión. No pudo evitar estremecerse, sabía que muchos de los ahí presentes eran personas respetables, pero también había aquellos por los cuales estaba a punto de hacer lo que haría.

Debía mostrarse fuerte, seguro de sí mismo, no podía dejar que esos hijos de la mala vida destrozaran su vida completamente.

Sus ojos inmediatamente volaron a una silueta que se encontraba de pie junto a un gran ventanal, al fondo del cuarto.

Si anteriormente sentía su corazón queriéndose salir, ahora creía que desfallecería. ¡Era él! estaba seguro. Aunque nunca pudo ver su rostro a la luz del día, su cuerpo lo conocía a perfección y no lo podría confundir entre un millón.

Él parecía no percatarse de su presencia, tenía su vista puesta a lo lejos, perdida en el horizonte.

Estaba seguro de que no respiraba. ¿Qué hacia él aquí? ¿Por qué estaba presente en una junta tan importante? Él no era tonto ni mucho menos, sabía perfectamente lo que él hacía ahí. Lo que nunca se imaginó fue que él formara parte de la junta directiva de esa empresa.

No podía despegar la vista de él, era una silueta de en sueño, era el hombre dueño de sus muchos sueños y estaba ahí parado frente a él.

Tenía que ser él, si solo le pudiera ver los ojos de cerca, esos ojos nunca los podría olvidar o si pudiera oír su voz. Si solo le sonriera una vez más, sabría si en realidad era él y no una ilusión.

Lo que más deseaba en la vida era volverlo a encontrar. Era algo estúpido y lo sabía ya que él le causó mucho daño, pero también fue él quien lo enseño a amar con locura.

Debía respirar, controlar sus emociones. No podía dejar que alguien se percatara de su actitud ante su presencia, sería comprometedor.

Estaba perdido en sus pensamientos, cuando sintiendo su mirada volteo a verlo.

Su corazón dio un salto al ver esos hermosos ojos chocolate. Las fuerzas le fallaban creía caería al suelo del impacto ¡era él! él lo sabía.

Era un Dios, más hermoso de lo que podía imaginar. Sus facciones eran perfectas. ¿Pero y si no era él? ¿Si su imaginación lo engañaba? Al fin de cuenta llevaba tres años sin verlo o más bien sin ver sus hermosos ojos.

Necesitaba oír su voz, asegurarse que de verdad era él. Su voz no lo engañaría, aún creía escucharla susurrarle al oído.

Lo volteo a ver directamente a los ojos, sin expresión alguna en su rostro. No parecía darle gusto, ni molestarle en lo absoluto verlo ahí. Sus ojos eran tan intensos que creía de un momento a otro se echaría a llorar.

Respiró profundo, tratando controlar sus emociones.

Él caminó hacia Joaquín y tendiéndole la mano saludo muy cortes.

- Buenos días, señorito Fritz. - dijo con voz seductora.

¡Si era él!

Lo tenía frente a él y debía actuar como si fuera un desconocido, cuando lo único que deseaba era lanzarse en sus brazos.

- Buenos días, señor... - guardó silencio, esperando escuchar su voz una vez más y deseando saber su verdadera identidad. Él sonrió como los mismísimos ángeles.

- Emilio Aslanbey. - soltó sin más. Sabía perfectamente lo que él buscaba y no lo haría esperar.

Su sonrisa lo llevo al pasado, recordando como fue que llegó a estar en la situación que ahora se encontraba y en especial como fue que lo conoció a él.

Todo comenzó con una llamada telefónica.

- ''Señorito Fritz tenemos una mala noticia. Su padre sufrió un accidente y necesitamos que venga a la ciudad de México, a identificar su cuerpo".

Título del capítulo: Esos ojos.

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Tu Amor Es Mi Redención *Emiliaco* (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora