Capítulo 29

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— Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre y ahora lo creo completamente, ya qué fue él quien me trajo hasta ti.

Dijo con una sonrisa en sus labios. Tenía un gran carisma.

Joaquín inmediatamente volteo a ver a su guardaespaldas que se acercaba a pasos agigantados y lo detuvo haciéndole una seña con la mano.

Este hombre no le proporcionaba ningún tipo de amenaza, al contrario, le daba mucha confianza.

Arrugo la entre ceja en confusión ¿Quién era? Y que forma tan ... tan extraña de acercarse a él. Se puso la mano en el pecho haciendo exagerado gestos de arrepentimiento.

— Lo siento, siento mucho mi mala educación y falta de respeto. — apunto a él con la mano. — Me trajo hasta usted. Es qué llevo meses viéndolo llegar, sentarse en ese mismo lugar, día tras día y jugar con su bebe... siento como si lo conociera de siempre. Veo como se encierra en su mundo y todo a su alrededor deja de existir para usted, solo son ustedes dos. Es maravilloso el amor que le profesa a esta criatura...

— ¿Parece me ha estudiado bastante bien?... — preguntó sin despegar los ojos de él. Era un hombre muy atractivo, con una sonrisa que hacía desviar cualquier mirada a él.

Vestía pantalón gris con camisa blanca, mangas dobladas hasta los codos y los tres primeros botones abiertos mostrando su pecho. Alto, ojos verdes y un cuerpo espectacular, aunque parecía venir directamente de la oficina, parecía cómodo.

— Es imposible no hacerlo, tienes una personalidad muy imponente, como magneto que jala todo lo que tiene a su alrededor.

— ¿Cómo a tu perro? — preguntó alzando la ceja.

— Si, pero más bien como al dueño del perro, aunque a él también le gustas. — sonrió. — Fue más bien una excusa barata para acercarme a ti, lo siento, pero no podía permitir que tus guaruras me siguieran intimidando.

— ¿Mis guaruras?

— Si, los gorilas que te cuidan y no permiten se te acerque ni una mosca.

— ¿No me deben cuidar muy bien, si llego tu perro hasta aquí? — dijo sonriendo esta vez.

— Como ya te dije, es el mejor amigo del hombre y sabe exactamente lo que su amigo quiere y se las arregló para traerme hasta aquí. — los dos rieron, él extendió su mano para saludar. — Disculpa mi rudeza, soy Facundo Larios.

Joaquín sintió temor de saludar a alguien que lo atraía tanto. Nunca había vuelto a sentir nada hacía ningún otro hombre y aunque no se comparaba a lo que sintió con Rudo, si le atraía. Le dio la mano para saludarlo y sintió algo extraño correr por su mano, pero no le dio importancia.

— Joaquín Fritz. — él le tomo la mano en la suya más tiempo del necesario y aunque no era nada incómodo, sintió cómo el rubor subió a sus mejillas. — ¿Vienes todos los días? — interrumpió el silencio que se había formado, a la vez que jalaba la mano zafándose de su tacto. No le gustaba sentir esa sensación en su estómago, no estaba listo para volver a sentir algo por alguien.

Pudo percibir que aquel hombre también había sentido lo mismo al tocar su piel. Su cambio de actitud, de sonriente a confundido se lo dejaba ver.

Respondió a la pregunta asintiendo con la cabeza, al parecer no se esperaba esa reacción que su cuerpo tendría al tocarlo. Llevaba meses viéndolo y desde el primer momento se dio cuenta de lo bello que era a pesar de la enorme tristeza que sus ojos encerraban. Había algo en él que brillaba en la obscuridad de su ser.

Tratando de desviar un poco la atención de ese momento lleno de electricidad, volteo a ver al bebé.

— ¿Cómo se llama este galán? — se agachó, apoyándose con una rodilla en el pasto y extendió el brazo, para tocar sus rizos. El niño de inmediato le regalo una sonrisa, logrando que ambos sonrieran también.

Tu Amor Es Mi Redención *Emiliaco* (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora