Capítulo 8

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Una vez que acabo de darle de comer, se estiro para dejar la taza vacía en la mesa.

Cada uno de sus músculos, se marcaba perfectamente sobre su camisa. Joaquín siguió cada uno de sus movimientos, tenía un cuerpo de Dios.

Sus manos le picaban, quería estirarse y acariciarlo. Era la visión perfecta, lamentablemente él era la persona incorrecta.

— ¿Esto es todo lo que has comido el día de hoy? — su voz lo saco de sus pensamientos morbosos y asintió tímidamente. — ¿Desde cuándo no comías? — él sonrió sarcásticamente, lo que irritó a ese ángel con cuernos y cola de diablo. —¡Contesta! — insistió molesto.

Este chico por más hermoso que fuera, lo sacaba de sus casillas con gran facilidad. No le gustaba este sentimiento, lo movía a su antojo como marioneta y debía aprender a controlarse.

— Hace dos días. — contestó irritado — ¡Cuando me informaron de la falsa muerte de mi padre! — bufo.

Emilio sabía exactamente a donde lo llevaría esa conversación y deseaba evitarla por ahora. Se puso de pie y dio unos pasos alejándose de él.

— Ahora vuelvo, traeré algo más nutritivo y vendas para curar tus costillas...

Joaquín lo interrumpió con voz dura.

— Deja la actuación para alguien más, no me creas tan estúpido como para caer en tus juegos.

Emilio paró en seco y volteó a verlo confundido ¿A qué se refería con eso de actuación? Alzando la ceja, deseoso de saber lo que le pasaba por la mente, preguntó.

— ¿Actuación? ¿Podrías ser más específico? — se quedó parado, esperando respuesta.

— ¡Claro! que tú eres las razón por la que estoy aquí ¿Entonces para que fingir preocupación por mi bienestar? Qué más da si como o si tengo las costillas rotas, al final de cuentas el resultado será el mismo...

— ¿Y me podrías decir cuál es el resultado final? — lo hizo callar, alzando la voz y acercándose más a él.

— Para que tratar de pegar algo roto, si más adelante lo volverás a quebrar.

— Sé claro y deja de andar con adivinanzas. — le preguntó molesto.

— Que no obtendrán lo que buscan y terminaran matándome. — su forma de razonar lo confundía ¿Por qué era tan negativo? ¿Por qué en vez de luchar por su vida se dejaba vencer pensando lo peor? Eso, aunque lo desconcertaba lo conmovió un poco.

— ¿Por qué crees que estas aquí por mí?

— Porque crees que mi padre mato al tuyo y eres el más interesado en acabar con él o con lo que él más ama. Como tú mismo lo dijiste, su único hijo. — él apretó la quijada furioso.

— ¿Tú crees que necesito de un chico débil, para acabar con él? Soy lo suficientemente hombre, para acabar con él yo solo, sin tener que prescindir de tus servicios.

— ¿Me crees débil? — preguntó Joaquín con una sonrisa. — Yo que tú no me fiaba.

Dio unos pasos acercándose a Joaquín, por más que intentaba no lo podía entender.

— Sí lo eres y no solo eso, creo que te mueres de miedo. Tratas de aparentar valentía, pero tus ojos muestran lo contrario. Eres como un conejito asustado, arrinconado en ese viejo catre. — apunto con la mano al catre en el que se encontraba y pegó su cara sonriente a la de él. — Por eso confías en mí, porque sabes que no soy como los demás.

Emilio hizo su cabeza hacia tras y alzo una ceja.

— Si es verdad me da miedo todo esto. — volteo a ver el cuarto de un lado a otro — Pero no olvides que el valiente vive, hasta que el cobarde quiere y aunque no soy tan fuerte como tú... — se puso de rodillas para estar a su altura, volteo a verlo directamente a los ojos por unos segundos.

Tu Amor Es Mi Redención *Emiliaco* (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora