Capítulo 11

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Al salir se dirigió a su coche en donde tenía una botella de vino. La abrió dándole grandes tragos, ignorando completamente el ardor en la garganta o simplemente su cuerpo estaba entumido del asco que sentía a hacia si mismo que no lo sentía.

No podía quitarse de la mente sus ojos llenos de súplica. — Tú no eres igual. — sus palabras resonaban en la mente, una y otra vez. — No, no soy igual soy peor. — se sentía fuera de sí, nunca antes bajo ninguna circunstancia había sentido algo similar.

Siguió tomando, queriendo olvidar un poco, pero al parecer el licor también estaba de su contra. Recordaba una y otra vez el grito desgarrador que dio cuando entro en él y sus ojos llenos horror.

Escuchó pasos tras de él, pero no tenía energía de voltear a ver quién era. Si era Satán le podría dar un tiro en la cabeza y no le importaría, tal vez así podría olvidar. Dudaba algún día poder lograrlo, tal vez incluso después de muerto sus ojos lo seguirían atormentando.

Las manos de su amigo Pecas se postraron en su hombro y dieron un leve apretón de consuelo, él solo negó con la cabeza.

— Hiciste lo correcto Rudo, sé que te sientes el peor de los hombres pero... — no lo dejo terminar.

— Era virgen Pecas ¿Te... das cuenta el daño que le he hecho? No solo físico, si no emocional. — el Pecas lo volteo a ver incrédulo ¿Cómo un chico tan hermoso y con un cuerpo de Dios, podía continuar virgen! — Fui violento, quería terminar pronto con la tortura y cuando entré en él.... — dio un golpe al coche haciéndole una gran sumida. — Sentí... y ... su grito de dolor, mierda si yo hubiera sabido. — se pasó la mano por el pelo, jalando con frustración.

— Ahora más que nunca estoy seguro que fue mejor que tú lo hicieras ¿Te imaginas si hubieran sido ellos los que lo tomaran? — lo volteo a ver con asco.

— Los mato Pecas, te juro que si se atreven a tocarlo los mato. — dio otro trago a su botella.

— El viejo Fritz escuchó, se quebró, dijo que no descansaría hasta acabar con cada uno de nosotros.

— No lo culpo, yo haría lo mismo. Escuchar como violan a un hijo, debe ser lo peor que le puede pasar a un padre. — se puso de pie, tambaleándose por el alcohol.

— ¿A dónde vas? — preguntó su amigo mientras lo sostenía, para que no cayera.

— Necesito verlo. — dio unos pasos, pero Pecas lo detuvo del brazo.

— No creo que sea lo más prudente. — jaló su brazo con fuerza, zafándose de su agarre.

— ¡Me vale! Necesito verlo. — y camino hacia al pequeño cuarto.

Joaquín se había quedado dormido después de llorar tanto, hasta quedarse seco sin más lágrimas que derramar.

Había sido el peor día de su vida, se sentía sucio, humillado por la única persona en la que confiaba entre esos malhechores. No solo lo había violado, sino que lo hizo mientras su padre aún se encontraba al otro lado de la llamada. Sentía dolor, no era auto compasión, era dolor y rabia de imaginar cómo se la estaba pasando su padre.

Joaquín estaba preparado para lo peor, él se lo había dejado claro la noche anterior. Lo que nunca se imaginó, era lo mezquinos que serían al hacer que su padre escuchará lo que le hacían. Lo peor de todo es que haya sido él quién lo hizo. Quien creía era su ángel porque siempre cuidaba de él, resulto peor que los demás. Golpes los podría soportar, pero la humillación que él le causó nunca lo perdonaría.

Nunca imaginó perder su virginidad de esa manera. Él sabía que el valor de una persona no estaba en su virginidad, si no en lo que era por dentro. Sus sentimientos, sus acciones, su amor por las personas y por Dios. Ese acto no lo derrumbaría, al contrario, lo haría crecer como hombre y ser humano.

Emilio lo atraía más de lo que quería aceptar y hubiera estado dispuesto a entregárselo con solo besarlo. Sus labios lo volvían loco, pero claro eso no era lo que se pretendía. Lo que buscaban era que su padre escuchará, para que accediera a sus demandas.

Ellos creían que el oírlo sufrir sería más que suficiente para convencerlo, pero ellos no tenían idea de cómo era su padre y cuáles eran sus convicciones.

Rudo pagaría de eso se encargaría Joaquín, por su vida que lo haría pagar lo que le hizo.

Él lo creía débil, pues ahora se daría cuenta que era el hombre más fuerte que jamás haya conocido. Caería a lo más bajo si era necesario, pero lo haría pagar de una u otra forma su bajeza.

Ahora lo único que quería era darse un baño. Se sentía tan sucio que querría arrancar su piel incluso de su cuerpo. Quería borrar cualquier recuerdo de su piel tocando la suya, de cualquier marca que haya dejado en él.

Ahora entendía ese dicho que dice, del odio al amor hay un solo paso o viceversa, y aunque no fuera amor lo que sentía por él, si era una gran atracción. Ahora lo único que le causaba eran nauseas, asco, y eso era algo que necesitaba. Algo a lo que se aferraría con uñas y dientes, para hacerlo pagar su acción.

Después de llorar por horas, cayo profundamente dormido y empezaron las pesadillas.

Iba en el coche de su padre cuando escuchó las llantas frenar frente a ellos. Un hombre alto con el rostro cubierto por un pasamontañas se bajó y caminó a hacia él. Levantando su mano, le apuntó con una pistola. Con miedo lo volteo a ver a los ojos y se percató que tenía unos hermosos ojos chocolate, los cuales le dieron tranquilidad, aún en esas circunstancias.

— No temas, estoy aquí para cuidarte confía en mí. — dijo con esa hermosa voz angelical. Movió su mano a la persona que se encontraba a su lado y jalo el gatillo, disparándole.

Echó un grito de terror, acababa de matar a su padre, como se atrevió. Volteo a ver a la persona que yacía muerta a su lado, pero al encontrarse con su rostro se dio cuenta que este hombre no era su padre. Este hombre usaba un pasamontañas y sus ojos pertenecían a el desgraciado de Satán.

El hombre con hermosos ojos se agachó, tomándolo del brazo y en ese momento despertó sollozando. Unos brazos lo apretaban fuertemente, inmovilizándolo por completo y con voz aterciopelada susurró al oído.

— Shh, todo está bien, te juro que todo estará bien. — él se dejó llevar por esa voz tranquilizadora. Solo por un momento, porque inmediatamente reacciono dándose cuenta de quien se trataba y lo empujo con gran fuerza.

— ¡No me toques! Quita tus asquerosas manos de mí. — grito lleno de rabia. — En tu vida lo vuelvas a hacer.

Emilio se retiró un poco, pero continúo sentado a su lado. Quería consolarlo, darle tranquilidad y aunque le dolía su rechazo entendía que se sintiera así. ¡Él mismo se odiaba!

— Entiendo que te sientas así, y te pido perdón. Se que no hay excusa que disculpé lo que te hice, pero te juró que lo tenía que hacer.

— ¡No es verdad no tenías que hacer nada! — lo interrumpió.

— No tienes idea de lo que tenían pensado hacerte esos hombres. — apunto con su mano a la sala. — Yo no lo podía permitir.

— ¿Entonces tenías que hacer esa bajeza, no es así? — preguntó entre lamentos. —Tú no eres mejor que ellos, ¡eres peor! Los golpes los puedo soportar, pero lo que tú hiciste... Te odio. — terminó limpiando sus lágrimas con la mano.

— Yo mismo me odio.... no soy un monstruo como tú crees, ahora no te puedo decir más, pero espero y algún día puedas entenderlo. Haré todo lo que este en mis manos, para demostrarte la clase de persona que en realidad soy y entonces, tal vez logres perdonarme.

Sonaba sincero, pero no creería tan fácil en lo que él dijera. Parecía sentirse mal por lo que hizo, sus ojos se veían triste y su aliento olía a alcohol o tal vez solo era muy buen actor.

Pero si Emilio sabía actuar Joaquín lo haría mejor y si en verdad se sentía mal, usaría eso en su beneficio. Haría que se enamorara de él y lo obligaría a que lo sacara de ahí.

Título: ¡No me toques!

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Tu Amor Es Mi Redención *Emiliaco* (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora