Capítulo 44

390 66 25
                                    

— ¡Noooo! — la voz de Leandro se escuchó retumbar, después del disparo.

Joaquín abrió los ojos, con miedo de encontrar a Emilio muerto.

Sintió que el alma le volvía al cuerpo, al ver que solo tenía un pequeño rasguño en el hombro.

Facundo estaba furioso, echaba chispas por los ojos.

Al parecer Leandro empujó la mano de su primo, al ver que estaba a punto de dispararle al amor de su vida.

— ¡Estúpido! — le gritó, a la vez que soltaba un fuerte golpe en su rostro.

Leandro cayó al suelo tocándose la cara y gritó entre sollozos...

— ¡Tú me prometiste que no le harías daño!

— ¡Basta!

Una fuerte voz los hizo silenciar, la mirada de los cuatro volteó a ver de quien provenía.

Era Rogelio Martínez, el otro compinche y cómplice de todo lo que ahí sucedía. En realidad, él junto al padre de Facundo fueron quienes cometieron el fraude, por el cuál habían secuestrado a Joaquín.

Caminó lentamente y se detuvo a una razonable distancia de ellos.

— ¡Son un par de imbéciles! Han dejado que sus sentimientos se interpongan en este negocio. — apuntó a Joaquín con el arma que llevaba en sus manos. — Si lo que quieren es que todo se venga abajo. — preparo el arma y volvió a apuntarle a la cabeza. — ¿Por qué no lo matan mejor a él?

El corazón de Rudo latía muy deprisa, sabía que ese desgraciado era capaz de la peor de las bajezas y por más que luchaba por zafarse de sus ataduras era imposible.

Facundo por su parte le apuntó al tal Rogelio.

— ¡No te atrevas o te mato!

El hombre bajo el arma y dio unos pasos acercándose a Facundo.

— ¿No te das cuenta que este desgraciado y el escuincle son nuestro único boleto para obtener lo que buscamos? — volteó a ver a Joaquín y después a Rudo. Sonrió y se dirigió una vez más a Facundo. — ¿El gringo sería capaz de dar su vida por este cabrón? Por Dios muchacho no hay más ciego que el que no quiere ver, estos dos se aman...

— ¡No, me ama a mí! — lo defendió.

— Piensa lo que quieras, nada más mucho cuidado con echar a perder este negocio. — volteo a ver a Leandro. — Y tú no seas tonto, él nunca te ha amado, sólo has sido su juguete con el cual calmar su calentura. Después que él apareció te siguió usando, pero solo para sacar información.

Rudo y Joaquín se voltearon a ver fijamente a los ojos, querían decirse tantas cosas.

Era tormentoso para ambos ver como se encontraba el otro. El amor que se tenían era tan fuerte, que por protegerse uno al otro eran capaces de sufrir lo que fuese.

— ¿En dónde está el escuincle? — preguntó el hombre, sacándolos de sus pensamientos.

El corazón de Joaquín comenzó a latir incontrolablemente. No por favor su hijo no, le daría todo, pero que no lastimarán a su hijo. Volteó a ver a Facundo con la esperanza que no le dijera en donde se encontraba.

— En la casa con Satán. — respondió, a la vez que volteo a verlo. Vio el terror en sus ojos y se inclinó a su cara. — No te preocupes, no le pasara nada. — sonrió al tiempo que le acariciaba la mejilla. — Claro, siempre y cuando no me estés engañando, sobre tus sentimientos hacia este cabrón.

— Manda que lo traigan. —ordenó el señor Martínez.

— ¡No! por favor Facundo, te doy todo, dame los papeles y yo te cedo todo, pero por favor el niño no. — suplicó entre sollozos.

Tu Amor Es Mi Redención *Emiliaco* (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora