Capitulo tres.
Cassandra
30 de octubre, 2016.
—Pensé que no llegarías a tiempo—Escucho la suave voz de mi hermano pero solo le presto verdadera atención al viento que hace volar levemente mi cabello y que pega contra mi rostro—. ¿Donde estabas?
—Lejos—murmuro mientras abro mis ojos, la increíble vista de la terraza me muestra las hermosas aguas de Grecia.
—Te iras pronto—Demitrius lo dice afirmando, sabe que es cierto—. A veces extraño tenerte por aquí Cass.
Le sonrió mientras le doy una rápida mirada, mi hermano. Me daba verdadero pesar dejarlo aquí, solo y sin poder ayudarle. Pero ambos sabíamos muy bien que no debía quedarme mucho tiempo, nada bueno salía cuando mi presencia se empieza a notar demasiado.
—Algún día—Murmuro muy despacio, la suficiente como para que me escuche y asienta.
Nuestra promesa. Algún día ambos podríamos irnos de este lugar, sin ataduras. Sin cadenas. Sin nada que nos haga volver por obligación.
Cada día que pasaba eso se veía mas y mas lejos, nuestro sueño. Pero aun cuando lo ultimo que había en mi cuerpo era esperanzas, deseaba ferozmente que Demitrius no se rindiera. El merecía ser inmensamente feliz y libre.
Un cálido viento soplo contra nosotros casi al instante que un fuerte portazo se escucho dentro. Ninguno de los dos teníamos que girar a mirar para saber que Bastián al fin se había dignado a llegar y recibirnos. Ningún saludo se escucho en la oficina cuando entramos abandonando la terraza. La imponente imagen de mi padre sentado del otro extremo de su gran escritorio por segundos me estremeció.
Se tomo su tiempo, aun cuando ya habíamos tomado asiento frente a él, para siquiera mirarnos. Bajo su fría mirada vi como tomo su caja de habanos, para luego prender uno. En la primer calada que dio, soltó un suspiro. Era hora.
—Cassandra.
—El señor Depont no se pasara a la competencia. Hizo este viaje solo porque al parecer junto varias deudas de juego. Y la persona a quien le debe reside en Berlín—Dije todo con precisión.
—Demitrius.
—Los negocios con los rusos resultaron favorables, tal y como se esperaba. Se estimo que el próximo año triplicaríamos nuestras ganancias—Explica mecánicamente mi hermano.
—Bien, fue una buena inversión.
—Ahora estoy decidido a intentar hablar con los italianos, después de nuestros últimos negocios es indiscutible que no lo intentemos con ellos.
—Los italianos—Repite Bastián meditando la opción—. Siempre quise hacer negocios con ellos. Si lo logras, será un gran avance para todo.
Demitrius asiente y con eso se finaliza todo, se que las palabras que nuestro padre dijo fueron suaves, pero cada una de ellas significó que no aceptara una derrota como resultado. El negocio se tiene que hacer, de una forma u otra.
Ambos abandonamos en pleno silencio la oficina, como costumbre nos dirigimos al primer piso y solo cuando salimos al patio trasero, creo ver como el cuerpo rígido de él logra relajarse. Un leve silencio se instala entre nosotros mientras vemos las pequeñas islas que se ven a lo lejos. Una hermosa vista.
—¿Cual es tu próximo destino Cass?
Sonrió con pesar al escucharlo, era duro no poder quedarme con él. Tener que dejarlo aquí solo, era algo que me pesaba día y noche.
—No lo sé—Me sincerizo—. ¿Alguna recomendación?
Veo sonreír a mi hermano y un suave hoyuelo se le marca en su mejilla. Demitrius es menor que yo, y aun así, el debía enfrentar todo por nosotros. El era el fuerte aquí.
—Tengo para hacerte una invitación.
—Me interesa, ¿Para donde?
—Es una fiesta donde habrá mucha gente importante y quiero que me acompañes.
—¿Donde será?
—En Londres.
Guarde silencio después de su respuesta. Nadie me quería en Londres estaba mas que segura de eso. Pero solo bastaba una simple palabra de mi hermano para que yo tuviera que pisar dicho lugar. Normalmente no nos dejábamos ver juntos mucho tiempo, es mas, rara vez salíamos al mismo sitio, pero conociendo la situación de Demitrius a veces entendía que quisiera simple compañía amiga, a cualquier otra cosa.
* * *
06 de noviembre, 2016.
Veo como bajan mis maletas por las escaleras para luego sacarlas afuera donde la pondrán dentro del coche que tome prestado de la casa. A veces era un verdadero fastidio tener que moverme de país a país, de ciudad en ciudad o lo que fuera, porque era alguien demasiado indecisa, así que no podía solo tomar la decisión de llevar una cosa, cuando mi mente pensaba enseguida que necesitaría lo demás.
—¿Ya te marchas?
Me volteo a ver a la menuda mujer que esta a unos pasos de mi, su perfecto y liso vestido que le llega debajo de sus rodillas, me trae viejos recuerdos que descarto enseguida. Evangeline era joven y se veía mucho por debajo de sus treinta y seis años. Siempre lo pensé y lo sostendré, las mujeres que entran a esta casa, solo vienen a perder los mejores años de su vida.
—Ya es momento—Mi respuesta es mas que suficiente, hasta ella sabe lo mal que les hace a todos que yo este aquí.
—Lamento no haber sido una buena anfitriona.
No tengo una respuesta inmediata para ella. ¿Que se supone que debo decir? Era mas que evidente que después de tener otro aborto espontáneo no se encuentre bien, es aceptable y ella no debería tener que pedir disculpas por eso, pero se de antemano que el trato que Bastián le profesa a Evangeline es suficientemente fuerte, para doblegarla.
—Lamento lo que sucedió—Murmuro y enseguida veo sus ojos cristalizarse—. Deberías ir al doctor, esta ya es la cuarta...
—Sexta—Me interrumpe enseguida—. Es la sexta vez.
Creo que contengo mi respiración por varias segundos al escucharla, ya era demasiado, esto era un acto que tarde o temprano le costaría muy caro. Y lo peor de todo, es que recaería en ella. Y no, en el verdadero culpable.
—A veces pienso que es cierto que lo dicen por ahí—Vuelvo a escucharla—. Hasta muerta, tu madre nos maldice.
Sus palabras me golpean fuerte, lo sabe, la satisfacción con la que me deja mientras se retira me deja un mal sabor. Por momentos, solo por momentos, me olvidaba que no hablaba con alguien bueno, Evangeline era como una serpiente, acechaba y mordía en el momento exacto.
Lastima.
Era un títere y ni siquiera se daba cuenta.
Abandone la casa con un mal sentimiento, el sexto. Evangeline era la tercera esposa de Bastián. Y solo ella, había agregado seis posibles hermanos que no tuve la oportunidad de conocer.
Ella tenia razón, estábamos malditos, pero no por mi madre.
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Quiero Negociar |DS#2|
ChickLitDos personas tan diferentes como semejantes, polos opuestos unidos en una sola dirección: Odiarse. ¿Qué puede llegar a suceder? Fiesta, bebidas y una noche apasionada te lo dirán. "Disculpe señor, quiero negociar"