Capítulo 1

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—Vas a ir. No me vale un no por respuesta —dijo Daniela saliendo de mi habitación.

Tuve que mantener la compostura, intentar hacer algo para no mandarla al diablo porque cuando se ponía así era insoportable. De todos modos, tenía muy clara una cosa, no iba a poder salirme con la mía por mucho que lo intentase. A cabezota no le ganaba nadie y podía llevarme de los pelos a cualquier parte. Miré una vez más aquella pequeña condena que me había propuesto. La entrada a una obra teatral con un público muy reducido. Resoplé sabiendo de qué iba ya que el sexo era un tema tabú para mí; pero por eso lo había escogido ella.

—Dame paciencia —susurré mirando al cielo antes de meterme en la ducha para empezar a arreglarme.

Una hora después, estábamos en un teatro pequeño. Un escenario sorprendentemente grande para la cantidad de personas que íbamos a estar allí viendo la obra. Las localidades eran las mejores para mi gusto. En la última fila y sin abrir la boca podía llegar a pasar completamente desapercibida. Así que, me quedé en la primera butaca que estuviese lo bastante cerca de la puerta para salir corriendo en cuanto la función hubiese terminado.

Daniela llevaba un vestido que podría hacer enloquecer a todo el que la mirase. Ella sabía sacarse mucho partido y tenía toda la seguridad en sí misma que escaseaba en mí. No podía culparla, pero me daba cierta envidia. Jamás había podido ser tan desinhibida y mucho menos lograría todo lo que ella tenía en su haber.

Me miró de ese modo tan maternal en el que siempre lo hacía y se sentó con la misma majestuosidad que alguien ajeno a este mundo. Apoyó una mano sobre mi rodilla apretándola ligeramente entre sus dedos.

—Vas a ver que te va a gustar —susurró intentando darme algo de confianza porque estaba dispuesta a levantarme y escaparme de allí antes de que empezase la función.

Sin embargo, ella había sabido calcular los tiempos, porque las luces se apagaron y las puertas se cerraron, poco tiempo después de que estuviésemos sentadas, así que hasta un descanso, que fuera lo que tuviese que ser.

En el escenario apareció una persona, un hombre vestido de negro de los pies a la cabeza. Tenía un sombrero, un chaleco abierto y sin camisa debajo. Iba al más puro estilo cowboy. Se podía ver que se cuidaba porque sus abdominales se distinguían desde la distancia. Una luz bañaba su figura, pero su rostro permanecía oculto por la forma del sombrero que había colocado estratégicamente.

El chico se comenzó a mover al ritmo de la música de una forma que no creía posible. Había tanta sensualidad en cada gesto, que me quedé completamente boquiabierta, más aún cuando comenzó a cantar de un modo en que su voz se fue deslizando por toda mi anatomía y despertando emociones que no creía posibles. Algunos de sus gestos podían parecer un poco soeces y, por un segundo, me pregunté si no me había traído a uno de esos boys donde siempre quería ir cuando alguna amiga tenía una despedida de soltera.

Daniela me miró con una sonrisa coqueta en la cara y teniendo que controlar las ganas de gritar, porque sabía que ella era de ese tipo de mujeres que se dejaba llevar por el erotismo del momento.

Las caderas del hombre se movían hacia delante y hacia atrás en un acto sinuoso, como si fuese el preludio a una situación mucho más explícita. Sus manos se deslizaban por su anatomía y se tocaban con gusto, permitiéndose disfrutar de su propio baile sin importarle que le estuviésemos mirando. Así que, como consecuencia, comencé a ponerme tan roja que quería que el sofá me tragase allí mismo y poder desaparecer. ¿Cómo algo así podía ser considerado normal? ¿Cómo no estaba prohibido de alguna manera? Lo peor de todo es que no podía dejar de mirarlo, igual que si lo necesitase de algún modo. Quería saber cómo terminaba y también quería no descubrirlo. Así que, aunque quería quitar la mirada, mis ojos estaban perdidos en las contorsiones de un bailarín donde los haya.

Por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora