Capítulo 14

1 0 0
                                    

El guapísimo italiano me estaba mirando igual que si no entendiese nada de lo que estaba pasando. Caí en la cuenta que quizá estábamos dando la estampa de una familia feliz o algo por el estilo.

—Hola —dijo Felipe como si no se estuviese enterando de nada.

—Hola.

—Ven, Fabrizio, siéntate con nosotros. Este es Felipe, un amigo y padre de una de mis alumnas —expliqué antes de dejar un beso en su mejilla.

Me miró sin comprender del todo, pero cuando pareció entender algo mejor aquella explicación y, sobre todo, la palabra padre, su sonrisa volvió a aparecer extendiendo una mano hacia Felipe para estrechársela.

—Fabrizio, encantado.

Se sentó a mi lado y agradecí en cierto modo tenerle allí, porque ahora debía interpretar el mayor papel de mi vida. Tenía que tener toda mi atención puesta en Fabrizio y en nadie más, hasta el punto de que Felipe se pudiese sentir ajeno al mundo en que estábamos nosotros.

—He pasado a saludarte cuando te vi, no sabía que estuvieses acompañada. No sé si interrumpo algo —dijo con cautela moviendo la mano sobre la mesa.

—En absoluto. ¿Por qué no te quedas a comer con nosotros?

Miré a Felipe que había alzado las cejas instintivamente por la sorpresa, pero no había dicho nada, se limitó a darle de comer a su hija un trozo de hamburguesa.

—Está bien. Ahora vuelvo. —Me dio un beso en la frente y se fue a pedir su comida en aquella cola que avanzaba bastante rápido.

—¿Y él es...?

Reí fingiendo estar avergonzada antes de explicarle.

—Le conocí hace poco. No sé, quizá lleguemos a algo importante, ¿sabes? Es muy... bueno conmigo.

—Así que aún no sois novios, ¿no? —preguntó con una sonrisa inclinándose hacia delante.

No sabía qué era lo que más daño me hacía si la situación o la indiferencia de aquella noticia. No le importaba ni lo más mínimo porque de haber sido así habría torcido el gesto o algo parecido. Él seguía igual, alegrándose, incluso, lapidando a aquella estúpida que había sentido una mínima esperanza de llegar a gustarle.

—Tú déjame que le observe y te diré si está o no pillado por ti, ¿eh?

Asentí intentando ser cómplice con él cuando suplicaba porque esta conversación no se estuviese dando en ningún momento.

—Igual, tampoco es que esté buscando nada demasiado serio aún, ya sabes, pero...

Fabrizio apareció poco tiempo después con su comida en una bandeja y volvió a sentarse en el mismo sitio que antes. Me regaló una de esas sonrisas que derriten corazones y me obligué a mí misma a entender que ese hombre era el que realmente debía estar en mi vida porque lo otro había sido una soberana tontería en un momento de debilidad.

Comí tranquilamente escuchando la conversación que tenían ambos. Felipe le preguntó de dónde nos conocíamos y Fabrizio adornó un poco toda la historia ya que había una menor delante y a aquella edad se enteraban absolutamente de todo. Me alegró ver que él tampoco quería mostrarme ante nadie como si fuese demasiado fácil, como si lo hiciese con todos. Se había centrado en los detalles menos íntimos de ambos y cuando me había vuelto a prestar toda su atención, se deshacía en halagos y atenciones queriendo abrirme el ketchup si yo no podía y cosas así.

—Nosotros también tuvimos nuestro primer baile la primera vez que nos vimos —rio Felipe antes de explicarle de manera bastante más ligera en qué se trataba la función donde nos habíamos conocido.

—Sí, bueno, es que Daniela me obligó a ir, tampoco es como si yo fuese a todos esos sitios motu propio —comenté mordiendo mi labio inferior en un intento por disculparme cuando no era necesario.

—A mí me parece fantástico que quieras abrirte nuevos horizontes, Sole, así que quizá vayamos juntos la próxima vez —dijo antes de dejar un beso en mi mejilla.

Mis ojos habían ido instintivamente al rostro de Felipe quien parecía no haber escuchado lo que Fabrizio había dicho porque estaba dando de comer a su hija con toda la tranquilidad del mundo.

—Quizá deberíamos —respondí envalentonada, pero tampoco logré ninguna reacción en Felipe así que, ¿qué tenía de malo si volvía a la función, me excitaba como lo había hecho y tenía la posibilidad de terminar entre los brazos de Fabrizio esa noche? Ninguna, ¿no? Pues eso haría.

La nariz del italiano acarició mi mejilla y cerré mis ojos sonriente intentando calmar la ilusión que mi mente estaba creando. En ella, los papeles estaban invertidos y era Felipe quien acariciaba mi piel con su nariz, robándome todo el control de mis actos. Cuando volví a abrir mis ojos, me aseguré de decirle a mi mente a gritos que la odiaba muchísimo por lo que me estaba haciendo.

Dejé que mis ojos se encontrasen con los de Fabrizio. Mordí mi labio inferior comprendiendo que aquel era mi verdadero lugar, que no podía estar en otra parte, así que, di finalmente un portazo a todos mis sentimientos, como si fuese tan sencillo. Me acerqué y le robé un suave beso creyendo que Felipe no nos veía porque estaba ensimismado en dar de comer a su hija. Fabrizio no tuvo suficiente con ese beso corto, así que lo hizo un poco más largo y ligeramente más intenso. ¿Podía percibir algo de miedo? Quizá eso era lo que había pasado por su cabeza y de ser así, debería hablar con él para quitarle todos los miedos que estuviesen torturando su alma.

Nuestros labios se separaron y para mi sorpresa, aquel beso no me había sido del todo indiferente, por lo que arrugué mi nariz antes de volver a prestar atención a la comida, encontrándome con la mirada de Felipe puesta en mí, observándome de un modo que no supe distinguir, antes de sonreírme.

—Se os ve muy enamorados.

Si él supiese. Tan solo me encogí de hombros comiendo con tranquilidad, pero mi «enamorado» parecía tener muchas más cosas que decir que yo.

—No creo que sea eso, nos conocemos de muy poco, pero puedo asegurarte que estoy loco por ella. No sé... Sole tiene algo especial, diferente, único. No hay nada en ella común, no es como ninguna otra chica, es...

—Especial —añadió Felipe para ayudarle a terminar la frase.

—Así es, especial. Es la mujer más maravillosa que he conocido nunca —aseguró apartando el cabello de mi hombro y dejando un beso en mi mejilla antes de lograr sonrojarme.

—¿Podrías no hablar de mí como si no estuviese delante? —pregunté fingiendo molestia ya que me sentía demasiado atendida y elogiada, algo a lo que no estaba acostumbrada.

Mi comentario logró hacerles reír a los dos y, por suerte, la conversación derivó a algo mucho más trivial gracias a que Aurora intervino arrastrándonos a ese mundo lleno de dulzura e inocencia que solo tienen los niños. 

Por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora