Capítulo 6

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—¿Cuántos años tienes? —pregunté.

—Treinta y siete. Soy un poco viejo, supongo. ¿Y tú?

—Treinta.

—¡Oh! Así que estamos en la misma década por el momento —dijo con esa sonrisa incombustible.

—Por el momento, luego llegarás a los cuarenta y hasta siete años después no me esperes allí.

Fingió un gesto de fastidio.

—Dime, ¿has conocido a alguna celebridad?

—Define celebridad, por favor. —Se irguió como si estuviese sacando pecho calificándose a sí mismo de celebridad. Reí sin poder evitarlo porque era bastante gracioso. No era solo lo que decía, sino esa manera que tenía de decirlo tan natural, tan fresca—. Sí, he trabajado con algunas personas importantes. Yo entraba dentro de los figurantes o era el chico nuevo que le daban una oportunidad para un papel más o menos importante, pero siempre a la sombra de esas grandes estrellas, ya sabes.

—Supongo que debían imponer.

—Mucho, ni te lo imaginas. No sé si tú tendrás personas a las que admiras o referentes, pero tener a uno de ellos y saber que tiene muchos premios, que le has visto interpretar estando en una de esas butacas logrando que se te encogiese el corazón... —Negó con la cabeza—. No es fácil estar allí dándoles la réplica e intentando no babear o alucinar o no meter la pata porque estás tan nervioso de estar en escena con esa persona que temes que todo se derrumbe en cualquier momento.

Me imaginé a Meryl Streep, ella era mi actriz favorita en todo el mundo. Nos imaginé a ambas en una escena, fingiendo que tenía que darle la réplica y supe que me quedaría completamente helada.

—No, desde luego que no tiene que ser fácil —susurré más para mí que para él—. ¿Llevas muchos años siendo actor?

—Desde pequeñito. Mi padre lo es, así que yo también quise serlo. He vivido toda mi vida entre teatros y sets de grabación. Ha sido bastante difícil, pero he de reconocer que no lo cambiaría por nada del mundo. Adoro mi vida —dio un sorbo a su batido mientras miraba un punto fijo.

—¿Dejarías que tus hijos siguiesen tu estela?

Parpadeó un par de veces y luego rio.

—Te contestaré, pero luego tienes que decirme algo sobre ti porque me siento igual que si me estuviesen haciendo una entrevista o algo parecido —bromeó antes de inclinarse un poco más hacia delante apartando el vaso para no derramarlo—. Tengo una hija de hecho. Sí, una preciosa hija que no creo que esté interesada en ser actriz, quizá luego cambie con el paso del tiempo. Pero me niego a decirle qué es lo que tiene que hacer. Creo que ella tiene que encontrarse a sí misma y no funcionaría si yo la dirijo toda la vida, ¿me explico?

Aquella noticia me cayó como un jarro de agua fría. Tenía una hija. Probablemente tenía relación con la madre de la misma y yo estaba aquí, como una niña tonta, pensando que ambos estábamos solteros. Debía respirar, que no se me notase que no me había gustado enterarme de ese modo, pero esos juegos de bodas que se habían empezado a crear en mi mente, terminaron por transformarse en humo, uno que había logrado meterse en mis ojos como una molestia demasiado grande. Mataría a Daniela porque si no hubiese sido por ella no hubiese echado a volar mi imaginación, ¿verdad?

—Sí, te explicas. Lo entiendo. No es lo mejor decidir por los hijos. Es difícil, muy difícil no intentar guiarles por el camino correcto, pero lo que para nosotros lo es, para ellos no tiene porqué serlo en cuanto a vocación se refiere —susurré mirando el batido de color rojo que había empezado a parecerme mucho menos apetecible que antes.

—Eso mismo.

Sonrió y me miró expectante, como si tuviese que decir algo más.

—¿Y bien?

Le miré sin comprender.

—¿Qué me cuentas de ti?

—¡Oh, eso! No hay mucho que contar, la verdad. Hago bastantes pocas cosas. Salgo poco. Me gusta sota, caballo y rey...

—Pues aunque haya poco que contar, dime. Quiero conocer a esas sota, caballo y rey —sonrió de esa manera amable que ahora mismo me resultaba casi insultante.

Asentí y apoyé mi espalda en el respaldo.

—Soy profesora de infantil. Así que me vida gira entorno a películas de Disney, dibujos y enseñar a todos a dibujar sin salirse por los bordes —recordé a los niños de mi clase con una sonrisa porque eran una de mis mayores alegrías aunque también de mis grandes quebraderos de cabeza—. Me gusta la lectura y el cine, así que salgo tan solo a la biblioteca y al cine por placer, y Daniela me saca a todas partes así tan exóticas como la obra.

—Así que ella es la culpable de que estuvieses allí.

—Sip. De hecho, ella es la culpable de casi todas las cosas algo más alocadas que he hecho en mi vida. Estaba preocupada por mí, porque había tenido una ruptura bastante horrible y por algo en concreto que me había dicho mi ex, pues... acabamos allí.

Por la expresión que tenía no me había entendido del todo y ya que sabía que mis posibilidades de ligar con él eran nulas, decidí entrar de cabeza en esa zona de amigos que todos llamaban ahora friendzone.

—Me dijo que...

—Sí, algo me comentaste en la fiesta. Es que estaba pensando en otra cosa.

—¿En qué? —pregunté completamente perdida.

—En que no lo entiendo. No entiendo que, aunque ese hombre te haya dejado, que haya sido tan estúpido como para dejarte, tú sigas ahí, enganchada en esa dinámica, concediéndole poder aún para hacerte sentir de ese modo...

Bajé la mirada avergonzada, creyendo que estaba cometiendo un gran error, como si me estuviese regañando o algo parecido. Quizá eran las palabras más bonitas que podía haber escuchado, pero la verdad era diferente. Cerré con todas mis fuerzas la puerta de esa verdad negándome a permitirle tener el control de mi mente en ese instante o me derrumbaría.

—Así que me centro en el colegio, porque...

La mano de Felipe se puso sobre la mía.

—Deja que te diga una sola cosa más sobre el tema y luego podemos hablar de tu colegio.

Suspiré temiéndome lo peor, pero accedí asintiendo y negándome a encontrar agradable el contacto de su piel contra la mía.

—Si no hubieses estado entre mis brazos en ese baile, seguramente no te diría nada de todo esto, pero te sentí, Sole. Sentí tu cuerpo, tu fuerza, tu energía, tus ganas de comerte el mundo y esa diosa que escondes de todo el mundo y que se liberó porque te dejaste ser y no pensar —musitó con su mirada fija en la mía—. Quizá fue la música o la carga de la obra, pero algo influyó en ti, Sole y no deberías dejar que estuviese oculta esa mujer, sino permitirle salir, disfrutar, vivir...

Sentí como mis mejillas poco a poco se iban tiñendo de rojo. Nadie me había dicho jamás algo por el estilo porque pensaba que era imposible tener ese toque de erotismo o ese magnetismo que podía ver a la perfección en Daniela. Ella lo había explotado de todas las formas posibles y se permitía gozar de cada movimiento, de cada aventura, de cada homenaje que quisiese dar a su cuerpo y a sus fantasías. Era una mujer segura de sí misma y siempre había creído que yo no estaba dentro de ese grupo que se encontraban a sí mismas. Era de las que se escondía y no mostraba.

Felipe me sonrió como si lo que acabase de decir no fuese tan importante. Suspiré lamentando y mucho que aquel hombre fuese uno de los que merecía la pena y ya otra mujer hubiese logrado conquistar su corazón para siempre. 

Por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora