Capítulo 4

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—¡Cuéntamelo todo! —dijo Daniela cuando entró al día siguiente por la puerta de mi casa.

—¿Qué quieres que te cuente? Si la que triunfó anoche fuiste tú.

Cerré la puerta detrás de ella antes de verla con los brazos en jarras.

—No me digas tonterías que ambas sabemos que estuviste hablando con ese hombre durante toda la fiesta. Así que quiero saber lo que pasó. —Me señaló con un dedo amenazador.

Rodé los ojos al escucharle y negué porque ya se estaba imaginando cosas que no eran.

—Felipe fue muy simpático y ya está. No hay más que decir. Seguramente se quedó conmigo porque le daba pena que tu Mikel hubiese pasado de estar conmigo tan descaradamente. —Enarqué una de mis cejas mostrándole una mirada inquisidora y logrando que ella se sintiese culpable.

—Sí, le regañé por eso. Pero como te vi tan bien acompañada pues...

—No me vengas con tonterías, Daniela que ambas sabemos que la que estaba bien acompañada eras tú —refunfuñé antes de tirarme en el sofá—. ¿Cómo te fue la noche?

Ella fingió que aceptaba el trato de contarme todo de buen grado.

—Digamos que sabía unas cuantas cosas que yo no y fue bastante divertido. Llegué al orgasmo unas dos veces, no está mal, las cosas como son, pero me había esperado más. Era de una manera en el escenario y un poco más sosito en las distancias cortas, ya sabes, cuando no había un guion que seguir. —Lanzó la chaqueta al otro sofá y se acercó a mí. Me levantó las piernas y dejándolas sobre las suyas, se sentó en el sillón que yo ocupaba—. Fue una pequeña decepción.

Hice una mueca, pero no quise entrar en detalles porque esas conversaciones a menudo me perdían. No era capaz de imaginarme todo con detalles y me fiaba tan solo de su opinión cuando hablaba de si merecía o no la pena algo. Había tenido pocos amantes que le habían causado una buena impresión. Ella era mucho más de acción que de palabras y parecía que había encontrado envoltorios y no esa persona con la que se sintiese verdaderamente libre y satisfecha.

—Lo siento.

—Yo no. Fue divertido, al menos. Ahora deja de marear la perdiz. ¿Solo hablasteis? —preguntó entusiasmada.

—Pues sí. Hablamos y nos reímos un montón. Después, nos dimos los números y ya está. Me dijo que le gustaría tener una amiga como yo.

Puso una cara de sufrimiento como si le hubiesen dolido a ella esas palabras.

—Amiga...

—Evidentemente que amiga. He tenido una sola pareja en mi vida y eso no iba a cambiar de la noche a la mañana. Felipe estaba rodeado de bellezas en esa función, quizá alguna de ellas le haya enamorado o a saber... De todos modos, es agradable ganar un amigo si es que se consigue algo —dije con algo de desánimo entendiendo que era la tónica de mi vida.

—¿Cómo que si se consigue algo? —inquirió queriendo saber más.

—Porque me ha podido dar un número falso. Sabes que no sería la primera vez. Y aunque sea su número real, no va a mandarme mensajes ni llamarme y todo quedará en nada.

Daniela puso los ojos en blanco y me dio en el muslo con toda la mano abierta.

—Deja de ser así de tonta que me desesperas, te lo juro. Me dan unas ganas de agarrarte por los hombros y zarandearte —explicó como lo haría colocando las manos en el aire y sacudiendo a un ser invisible—. Necesitas espabilar.

Por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora