6. ARRIESGADO

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En un celo más, el sudor colapsó el cuerpo entero de Louis. La fiebre era un acompañamiento a su organismo y sus manos iban solas arrancando las mantas de la cama para aspirar su nuevo olor. 

Y desgraciadamente, como cada vez que su cuerpo pasaba por un proceso así, llegaron los recuerdos que no se podían borrar de su mente. 

Sin concentrarse demasiado, todavía podía notar las manos ajenas recorriendo su cuerpo como el maldito veneno. Podía sentir los golpes que le sacaban de sus pensamientos, las lágrimas deslizándose por sus mejillas y los chillidos creciendo en su garganta y arrasando con todo lo que tocaban. 

Louis suspiró buscando estabilidad. Acariciaba su cabello para traerse a una realidad donde estaba alejado de todo eso, pero su cabeza formaba recuerdos llenos de maldad de todo ese pasado desgarrador que había conseguido acabar con él. 

Escuchaba la voz de su padre llamando a sus amigos, la puerta de su antiguo hogar chillando al verlos llegar, el sonido que emitían los peldaños de madera en la antigua escalera oscura y como su puerta se abría para dejar pasar a una tortura personal. Podía sentir el terror, los golpes que le ofrecían por no dilatarse como debía, el inexistente lubricante que su cuerpo debería desprender y no hacía, el odio hacia cualquier ser que se atreviera a cruzar su vista. 

Y mientras todo eso pasaba, aún podía visualizar girar su cabeza, al mismo tiempo que recibía las mil embestidas que nunca deseó, y observar a su padre desde el marco de la puerta. Podía recordar a la perfección sentirlo con superioridad, consiguiendo lo que probablemente se propuso; que era acabar con la vida de su hijo. 

Louis recordaba el miedo y rechazo cada que sentía síntomas de celo. Recordaba también cómo le alejaban de su madre evitando que ella pudiera salvarlo, como sus hermanas acogían con cariño a todos los hombres mayores que pisaban su hogar y, sobretodo; recordaba el momento en el que se dio cuenta de que odiaba de antemano a cualquier alfa que se atreviera a cruzar su vista. 

Porque así era; Louis los odiaba y, en momentos como ese, se daba cuenta de que jamás habría una maldita excepción. 

****

Louis se deshizo de las mantas que había usado durante su celo lavando éstas él mismo, quitándole todo su olor y todo lo que pudiera quedar de lo que había sido, sin duda, uno de los peores celos de su vida. 

No era de esperar que cuando bajó por primera vez después de eso a la cocina, todos le recibieron con una sonrisa comprensiva al igual que sincera. Le sirvieron amablemente incluso más comida de la normal para que comiera todo lo que no había podido hacer durante el celo. Su madre en especial lo miraba de más, como si no se creyera que Louis ya estaba recuperado. 

Jay se situó a su lado con una sonrisa, comiendo mientras observaba por el rabillo del ojo como Betty le daba ánimos para hablar al fin. La omega se llevó a los niños al coche para darles privacidad, con la excusa de que llegarían tarde.  

Una vez que se quedaron solos, Louis la miró confundido, sin perder detalle de su rostro y de cómo la beta agarraba sus dos manos dejando con amor un beso ahí. 

—¿Cómo te encuentras, cariño? 

—Estoy mejor. Gracias de nuevo por todo, mamá. 

—De nada. Hay algo que quiero comentarte. 

Louis dió un sorbo a su taza esperando las palabras de su madre. Ella permaneció en silencio hasta que el omega le alentó a continuar, con algo de sorna. No entendía por qué estaba tan nerviosa. 

—Louis, ¿Qué piensas de los supresores? Quiero decir, no estás obligado a nada, ya lo sabes, pero este celo… Cariño, incluso Betty me dijo que no era normal a tu edad… 

Eclipse || LarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora