13. PERDÓN

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Louis estuvo sin salir de casa lo que restaba de fin de semana. No habló con absolutamente nadie que no fuera su madre y se encerró en su habitación sin ganas de hacer nada, tomándose la libertad incluso de no estudiar en los dos días que estuvo en ese ánimo. 

Cuando llegó, se obligó a sí mismo a ducharse, a quitarse el aroma ajeno por mucho que lo hubiera tranquilizado en un momento, en ser él mismo y pasar página a uno de los sucesos más horrendos de su vida. 

De verdad se quiso morir. Quiso llorar hasta inundarse en sus propias lágrimas. Recordaba el sonido aterrador de su profesor con la verdadera intención de hacerle daño, algo que jamás se imaginó. Pero a su vez, recuerda su corazón latir de nuevo nada más vio a Harry entrar por aquella puerta, la tranquilidad que le ofreció el verlo defenderlo y el sentirse querido y aceptado por alguien después de los mil intentos que había tenido en eso, todos fracasados. 

Recuerda la comodidad del pecho de Harry, su aroma rodeándolo y haciéndole sentir en las nubes, sus manos suaves recorrerlo y llenar de calor su cuerpo aún cuando no había tocado su piel. La manera perfecta que tuvo de tratarlo solamente provocó en Louis que su cuerpo entero cayera volcado contra él nada más tener la oportunidad; acogido con el amor que nunca le dieron. El cariño de llenaba poco a poco en ese espacio que dejó en soledad con los años. Las telarañas de la misma melancolía se iban por una ráfaga de aire pasajera con olor fuerte.  

Por suerte o por desgracia, Harry lo llamó. Lo llamó dos veces en las que Louis solamente observó la pantalla de su teléfono parpadear. Veía el nombre del precioso hombre decorando la pantalla y dejaba a sus lágrimas hacer camino por su rostro hasta impactar contra el colchón. 

Y todo el mundo debería creer que la verdadera intención de Louis era agarrar ese teléfono, descolgar la llamada y agradecerle por todo lo que estaba haciendo por él en tan poco tiempo, devolviéndole la confianza que nadie tuvo en él, el cariño con el que hacía todo y la protección que desprendía en todo momento. Pero no lo hizo. Y no lo hizo por una simple razón; por el miedo que recorría su cuerpo a cada segundo. 

El miedo a volver a caer y no poder levantarse, el miedo a volver a sentir dolor, la desconfianza, a que los recuerdos que atormentaban su mente a cada segundo se volvieran a repetir con personas diferentes, a expandir su historia y solamente perderlo todo, perder a Harry cuando se diera cuenta de lo que en realidad era Louis; un omega maltratado que nunca podrá superar. 

Y cuando el domingo llegó, Harry se volvió a ir de Doncaster a la misma hora que la semana anterior, no sin antes hacer un recorrido más largo en su BMW, pasando por el hogar de un omega que sintió cómo su estómago avisaba de la presencia que estaba seguro de no querer ver. 

Solamente por eso, Louis se asomó a la ventana de su habitación sin emitir sonido alguno. Vio como el vehículo paraba delante de la casa, pero nadie bajaba del interior sino que, al contrario, Harry miraba el volante sin saber qué hacer con su vida, ni qué demonios hacía ahí. 

Fue cuando se dispuso a retomar su camino cuando su vista se deslizó por el retrovisor del coche, como si alguien le pidiera que lo hiciera, notando la sequedad de su garganta y el dulce cosquilleo en su estómago. Vio al omega apoyado en la ventana de su habitación, como si nadie le estuviera viendo. 

Y Harry juró quedarse mirando más tiempo del normal, saboreando el vacío de su pecho y la extraña sensación que le confirmaba que, efectivamente, estaba perdiendo su tiempo ahí, puesto que había intentado ayudar a alguien que igual no necesitaba ayuda; y sentía que era él el que había salido perdiendo. 

****

Harry ordenó su habitación en menos tiempo del que pensó. Salió al salón para seguir su ruta de limpieza como le había prometido a Liam, que también estaba ayudando en la limpieza de la cocina.

Eclipse || LarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora