Capítulo XVII

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—No es necesario que me ayudes.

Shawn cerró la mano alrededor del paño y lo hundió en el líquido antiséptico.

—Creo que lo es. –murmuró, dejando caer el paño sobre la piel quemada. Inspiré hondo, pero no me moví. –No me molesta hacerlo.

Si era sincera, podía haber limpiado mis heridas, pero me sentía demasiada cansada para hacer un buen trabajo. La oferta de ayuda de Shawn, después de que ayudara a Hurley a ir a otra habitación de aquel hotel, fue casi un regalo del cielo.

Hundí mis codos en la cama y traté de pensar en otra cosa que no fuera el dolor de la piel dañada y chamuscada. Me concentré en la forma en que la luz de la lámpara se reflejaba sobre el techo de aquella pequeña habitación. Como, incluso aquel tenue rayo de luz, susurraba grandes cosas que mi aura podía responder.

—No es mi problema, pero, Tessa. –Shawn se detuvo de su trabajo solo un segundo. — ¿Por qué?

—Se estaba cayendo aquel edificio. –murmuré. –Tenía que entrar.

—No, no eso. Aunque lo agradezco y Hurley también lo hace. Pero, ¿Por qué escoger esta vida? Incluso en una cancha, era algo difícil alcanzar heridas graves. Esto...esto no eres tú.

Quizás la casi cercanía de haber sido tragada por aquel océano de fuego había debilitado aquel lugar de mi corazón que se resistía a recordar, a pensar en aquello.

— ¿Qué era yo, Shawn? –murmuré con voz queda. Ni molesta ni triste, me di cuenta. Solo resignada. — ¿Era los vestidos costosos y aquellas joyas en mis manos? ¿O acaso era el nombre de mi familia?

Shawn presionó con suavidad el paño frio contra las quemaduras. Yo mordí con fuerza mi lengua.

—Eras futbol, Tessa.

Pude ver una cancha en mis recuerdos. Un balón viejo y la mano de un amigo cerrándose en mi hombro. El eco lejano de una carcajada, como si alguien más me hubiera contado aquella historia.

Y entonces, una mesa fría. Un hombre de cabello blanco. El dolor lacerante en mi cuerpo.

Y, por último, oscuridad.

Podía dudar de todos mis recuerdos, pero nada, ni siquiera Iwan, hubiera podido cambiar aquel terror que terminó conmigo aquella noche en que Eric Goldman me atrapó.

Un lejano suspiró escapó de mi boca. Nehalennia dio un gran bostezo y se acurrucó más a mi lado. Acaricie su cabeza con gesto ausente.

—Quizás tienes razón. –le concedí a Shawn.

Era fútbol. Mis pies danzaban aquella melodía, pero después de despertar, nunca pude hallar aquel amor de la cancha.

Puede ser que aquel fue el momento en que me perdí a mi misma.

Shawn untó unas pomadas de olores familiares en las quemaduras con suavidad, apenas usando la punta de los dedos, pero la oleada de dolor fue espantosa.

No me moví ni me quejé.

Observé su expresión concentrada bajo las sombras de su cabello blanco. La línea dura de su mentón y sus labios presionados entre sí.

— ¿Qué haces tú aquí? –pregunté. –Tú también eras fútbol. Y...estas aquí. Jugando a administrar un falso hotel y quedándote todo el día en aquel bar, sin ni siquiera probar una gota de alcohol.

La mirada color hielo de Shawn mantuvo la mía.

—Mi familia tenía una deuda con los sigilos.

Redención (Inazuma Eleven-Axel Blaze)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora