Capítulo XXXII

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—Mocosa.

Levanté la mirada hacia Vesta, que ingresaba dando grandes pasos. No había arrugas en su uniforme ni un mechón de su cabello blanco se atrevía a escapar de la severa coleta detrás de su cabeza.

Me miró con el más absoluto desprecio.

Me enderecé y bajé las manos que tenia en alto. Las diversas piezas de metal que se encontraban suspendidas en el aire de pronto cayeron y tintinearon en el suelo de la sala de entrenamiento.

¿Qué más iba a hacer? Mi tiempo libre siempre se había reducido a entrenar.

Y ahora incluso sintiendo mi aura tan frágil y dando tumbos con aquella pequeña cantidad de obsidiana que seguía en mi sangre, quería entrenar. Quería aliviar esa presión en mi pecho, olvidar mi nombre.

— ¿Genoveva...? —inquirí. — ¿Poppet?

—Las dos están bien. He dejado unas barreras que muy pocos podrían cruzar. No les ocurrirá nada —Vesta caminó, con esa forma tan especial como si se deslizara. Miró los trastos de metal que estaban a medio camino de ser una forma. Luego, sus ojos se deslizaron sobre mí. Hubo un pequeño destello de lo que pareció diversión. —Entrenemos. Me hará bien golpearte un poco.

Humedecí mis labios y relajé las manos, sacudiendo los dedos.

No sonreí, no mostré ninguna reacción. Pero separé un poco los pies y la expectación cosquilleó en mi piel.

Dejando de lado que Vesta me odiara, reconocía su buena táctica de pelea. Había tenido el tiempo suficiente para mezclar su aura con los golpes directos de sus miembros. No vacilaba. No retrocedía. Siempre tenía una respuesta que había ido estudiando con cada paliza que me había dado.

Y quisiera o no, siempre terminaba aprendiendo algo de ella. Eso sí, a veces el precio era demasiado alto.

—Después que terminemos, vamos a quitar lo último de obsidiana. —me advirtió. —Traje algunas unidades de sangre. Me contacte con uno de los sanadores y me enviaron las instrucciones necesarias.

La imagen de ella con un objeto afilado contra mi piel y mi sangre goteando en un recipiente me distrajo lo suficiente para que el metal que había estado ocupando para entrenar se transformara en una cinta que se enredó en mi pie para jalarme al suelo.

Desde el suelo logré ver como Vesta provocaba que el metal se uniera y fundiera entre sí hasta rodear su brazo como una segunda piel.

—De pie, mocosa. No me lo haces divertido.

Volví a levantarme, mi aura revoloteando a mi alrededor ansiosa, pero al mismo tiempo estaban aquellos pinchazos como pequeñas agujas de dolor.

Algo me decía que hoy iba a aprender bastante.

[...]

Que extraño era saber que alguien realmente hubiese intentado acabar con tu vida. Para Edgar seguía siendo algo surreal. Si, sabía que no le agradaba a mucha gente. Sí, sabía que más de algunas vez alguien le había amenazado.

Pero la idea seguía siendo una sensación incomoda que no podía despegarse de la piel.

Aún estando sentado, balanceó un pie de un lado a otro con disimulo. Una vieja costumbre cuando no sabia bien que hacer con el tiempo muerto y que salía a flote cuando realmente su control se derrumbaba.

Seguía teniendo una agenda llena de pendientes, seguía teniendo un plan que seguir. Pero sus tareas seguían retrasando y aplazándose. Tristemente su tiempo no le pertenecía y Edgard sabía que pronto debería irse de ese país. Así que tenia que al menos finalizar lo que se hubo propuesto.

Redención (Inazuma Eleven-Axel Blaze)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora