Capítulo XLI

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Sentía un cosquilleo en la boca del estómago.

Medio giré para ver mi reflejo en el espejo que ocupaba toda la pared del cuarto de baño.

El vestido gritaba el gusto de Axel a los cuatro vientos. Era todo lo que el representaba. Atrevido, furioso e imponente. Algo totalmente opuesto a los cortes comedidos de mi armario y mi vida con Iwan.

El color era de un rojo intenso y vibrante como la sangre de una herida fresca. La falda era larga, pero se abría en una rajadura casi al inicio del muslo derecho que dejaba a la vista toda la extensión de mi pierna al caminar.

Y de alguna forma malévola que no lograba entender, el estilo lograba hacer que casi tuviese un trasero, ajustándose a la cintura inadecuadamente. Muy inadecuadamente. Y destacando mis caderas que siempre había considerado estrechas.

El escote era otro cantar. Bajo, insinuante pero no tan atrevido. Era más sugerentes que provocador. Lo único que evitaba que todo quedara a la vista eran unos tirantes finísimos que se entrecruzaban en la espalda hasta llegar al final de la columna. Casi toda la piel de la espalda queda al descubierto.

Dios, si mi abuela materna me viese se moriría. Y luego reviviría para asesinarme por ensuciar el nombre de la familia. Luego volvería a morir en paz, tranquila de haber detenido el escándalo.

Seria un insulto decir que parecía prostituta, pero sí que me veía como la dueña del cabaret. Sin mostrar nada comprometedor, pero dejando en claro todas las formas y tamaños para que las personas se imaginasen el resto.

Era tan al estilo de Axel que casi gritaba su nombre. Desafiaba a cualquiera que me viese e iba  atraer una atención que hubiese despreciado.

Me miré al espejo, mi rostro tan rojo como el vestido.

No se parecía a nada que hubiese usado antes. Era un mundo de diferencia. Y ese fue exactamente el motivo por el me gusto. Nadie jamás le hubiese dado el visto bueno a ese vestido para que pudiese usarlo, pero ese era el punto ¿No? Que ahora yo podía tomar por entero mis decisiones. Buenas y malas por igual.

Sabia que un vestido de ese tipo no podía ser llevado así sin más. La actitud era un juego importante para estar a la altura de tal obra.

Me obligué a poner derecho los hombros, cuadré la espalda y levanté la barbilla y practica el andar con los tacones de aguja negros, por claro que no podían ser menos que eso.

Terminé de secar mi cabello con las manos y comencé a formar suaves ondas con los dedos, dejando que quedaran a la altura de la barbilla. Lamente un poco la ausencia de maquillaje, porque como nunca hubiese deseado combinarlos con un labial tan rojo como el vestido.

Hice muecas frente al espejo hasta relajar mis facciones lo suficiente para que no me delataran. Y una vez armada de suficiente valor, convencida que ya había logrado aquella actitud digna de llevar el vestido, salí del cuarto de baño.

Axel estaba trajinando en su closet, seleccionando la corbata para su traje. Estaba de espaldas de mí.

El me miró sobre su hombro.

— ¿El vestido...? —se interrumpió a media frase. Giró por completo para verme de frente. Vi como su nariz inspiró aire de golpe y sus ojos se enfocaron en mí, bebiéndome por completo. Su mirada no fue para nada sutil. La voz se volvió ronca cuando recuperó el habla. —podrías matarme solo usando ese vestido y no me importaría lo más mínimo. Estas deslumbrante. Es una lastima que solo sea una cena entre amigos. Quitarías el aliento allá donde fueras.

Señalé mi cuello, luego un sector sobre el escote. Dos lugares que mostraban claramente un cardenal de los dientes de Axel.

—Esto no es muy "quita aliento" de tu parte. —repuse, dramáticamente curando aquellos cardenales con mi aura. Los había dejado hasta ese momento solo para regañarlo.

Redención (Inazuma Eleven-Axel Blaze)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora