Capítulo XLVII

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Mis pies dejaron de tocar tierra, pero antes de comenzar a caer, la mano de Axel se cerró alrededor de mi muñeca y nuestras auras se reencontraron, el empujando la suya contra la mía y entonces sentí el tirón de su aura hacia la mía, adueñándose y tomando parte de mi poder para él como cuando yo controlé su fuego. Aquella conexión con la que hemos estamos jugando en los momentos más vulnerables, en cada momento en que compartimos nuestros cuerpos.

Era tan fácil olvidar de que en esos momento también le estaba mostrando los caminos ocultos de mi aura, los hilos que la componían. Y le había dado el poder de aquello.

Nunca había pensado que Axel lo haría.

Nunca pensé que el pudiese ocuparlo en contra de mi voluntad.

Su piel brilló y su cuerpo comenzó a difuminarse en los bordes, como jirones de humos que se desprendían de él.

El mundo se oscureció a nuestro alrededor y luego los colores invadieron todo. Sombras y luces, cientos de colores que se intercalaban a una velocidad vertiginosa.

Incluso a través de aquel sentimiento de traición, me doy cuenta de que Axel no conoce la locura de mi aura. Debe estarlo confundiendo ver tantos ruidos, caminos posibles, tantos destinos distintos. Le aferré las manos con desesperación, cubriéndonos a ambos con el poder de mi aura. El pánico me invadió. Confiaba en mi aura y conocía su poder. Quería protegerlo, quería cuidarlo. Una cosa era arriesgarme a mí, pero no podía poner en riesgo la vida de Axel.

Me adueñé de los hilos del tiempo y los doblé a mi voluntad inquebrantable. No tendría más opción que hacer lo que dictaban mis órdenes.

Estábamos cayendo y siendo arrastrados. Algo presionaba mi cuerpo, aplastándome a tal punto que sentía dificultad para respirar. A cada momento, más intangible me sentía y menos real veía a Axel.

Cuando creí que realmente nos había condenado a ambos, casi rindiéndome al llanto de desesperación, el suelo volvió a materializarse bajo nuestros cuerpos y las luces cesaron.

La oscuridad de la noche nos recibió. Ambos caímos tomados de las manos en el suelo sobre la hierba del suelo.

Me tomo un segundo darme cuenta que no habíamos muerto. Estábamos vivos.

Una sonrisa comenzó a extenderse en mi rostro hasta que recordé lo que Axel había hecho. Me senté de golpe y me fui contra él como jamás pude haber creído, guiada por una furia ciega.

— ¡¿Qué demonios estabas pensando?! —chillé, empujándolo por el pecho y deseando asesinarlo. —¡Haz saltado sin pensarlo! ¡Haz sacado ventaja de algo que no tenias derecho! ¡He confiado en ti! ¡He creído en ti! ¡Y...!

— ¡Mira quien lo dice! ¡Me has dicho que confiarías en mi y...!

—Oye, ¿Has oído a Axel o fueron ideas mías?

Axel cerró la boca de inmediato. Estábamos detrás de unos arbustos que nos otorgaba una posición ventajosa del camino principal del jardín. No podían vernos, pero nosotros sí.

Aquel sendero, aquellas plantas y la casa detrás...

Los conocía. Era mi casa. Había crecido en aquel lugar.

Incluso de noche vi como el rostro de Axel palidecía.

—Mark. —suspiró una Nelly de quince años. —He visto a Axel dentro de la casa hace solo cinco minutos. Estaba su padre y los de Tessa conversando.

Mark Evans, diez años más joven, frunció el ceño.

—Supongo que lo imaginé.

—Esta bien. Sigues cansado por el último partido.

Redención (Inazuma Eleven-Axel Blaze)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora