Si le dabas una fecha para la horca a un hombre, él enloquecería. Dejaría de vivir los días que le quedaban y los ocuparía pensando en aquel día. El momento en que alguien cerraría el nudo alrededor de su cuello, pondría una bolsa sobre sus ojos y luego...bueno, luego ocurriría lo inevitable.
Siempre supe que el peor enemigo de uno siempre seria uno mismo.
Por eso una amenaza era mejor que un golpe.
Un golpe terminaba cuando la otra persona lo decidía, pero tu mente era otra cosa distinta. Te torturaba de mil formas distintas ¿Había alguien descubierto como detenerla? ¿Cómo evitar que girara una y otra vez en el mismo punto de partida?
Tus pensamientos y emociones eran tuyos, pero no era tuyo el control sobre ella.
A diferencia de todo lo que se debía esperar, cuando comencé a contar los días que definirían un mes, sentí una extraña calma.
No grite.
No llore ni enloquecí como pude haber esperado.
Una fecha para mi era algo importante, pero algo que podía esperar. Algo que sabia como esperar.
Tenia cuatro semanas para pensar en algo. Cuatro semanas que me separaban de un encuentro que congelaba mis huesos.
Pero sabia cuanto tiempo tenía. Cuantas horas me quedaban y cuantos segundos la conformaban. Y eso me daba calma.
No tendría que seguir mirando en cada esquina temiendo y esperando ver a Iwan. No volvería a sentir que no podía respirar cuando veía un hombre de espaldas con su misma complexión y cabello.
Tenia una fecha para que alguien me llevara a la horca, pero también tenia cuatro semanas de respiro.
Había vivido un año pensando que cada día sería el último. El último de paz, de libertad. Y había regresado cada noche a la cama temblorosa, casi sin atreverme a cerrar los ojos temiendo también de la noche y sus sombras que eran buenas para ocultar a personas.
Pero ahora el marcador finalmente marcaba un número y eso me daba paz.
Podía cerrar los ojos, segura que esa noche no seria esa noche. Ni que el día de mañana seria aquel día.
No era ilusa. Era consciente que el tiempo avanzaba, y un día más significaba un día menos.
Pero ahora mismo aquellos treinta días que me pertenecían eran un colchón de plumas para mi cuerpo y alma.
Podía descubrir algo en todo ese tiempo, me dije. Lo haría.
Solo tenía mis manos y mi mente para luchar.
Era arriesgado y tenía miedo.
Recordaba que antes mi cuerpo me gritaba por ir a enfrentarme a aquello de lo que debía correr. Pero esta vez solo descubrí que estaba cansada, sin poder moverme.
Y cuando llevé a Axel a su pequeña habitación, en una cama aún estrecha, me recosté junto a él sintiendo que estaba bien. Estar ahí con él era correcto de alguna forma.
Su cuerpo se amoldó al mío y me acercó a él, entre murmullos e incoherencias de alguien que había sido noqueado por el alcohol demasiado pronto.
Tenerlo conmigo tuvo que haber sido esperanzador. Que de alguna forma improbable ese amor que existió seguía presente a pesar del tiempo y parecía fortalecerse entre más tiempo compartíamos juntos, como una comida que dorabas al fuego lento de la cocina.
Pero no me sentía esperanzada.
Aquello era un nuevo tipo de emoción que no me atreví a nombrar, porque sabia que era real y lúgubre. Aquella punzada de desesperanza marcaba un destino que ya parecía haber sido escrito.
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Redención (Inazuma Eleven-Axel Blaze)
Fanfiction[Segunda temporada de El torneo (Inazuma Eleven-Axel Blaze)] Dicen que el humano es un ser para la muerte. Lo que no dicen es lo que encontrarás en tu camino hacia la muerte. Nacemos, crecemos, disfrutamos de nuestro pequeño momento de vida e inevit...