Capítulo XLIII

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Axel detuvo el automóvil justo frente a la cabaña que arrendaba Edgard Partinus. Miró de reojo a Tessa quien ya estaba soltándose del cinturón de seguridad.

Estaba hermosa aquella noche con aquel vestido esmeralda, sus rizos castaños ondulándose a la altura de su barbilla y esos labios rojos que eran una tentación constante.

Era extraño que una parte de él no quisiese dejarla en ese lugar. Se estaba acostumbrado al ruido de su presencia, a como su aura llenaba cada habitación en la que estaba. Esa sonrisa taimada que adoraba.

Su ausencia era un golpe muy fuerte cuando Tessa se marchaba.

Se bajó por su lado del automóvil y fue hacia la puerta de Tessa para abrirla. Sabia que a ella le parecía una perdida de tiempo, pero a Axel le gustaba ver su sonrisa en su mirada cuando ella aceptaba su mano.

Axel se quitó la chaqueta y la pasó por los hombros desnudos de ella. El vestido tenia un escote recatado en forma de corazón, pero además de las dos tiras finas que sostenían el vestido, no había nada que la protegiera de la fría brisa nocturna.

—No es necesario, Axel. Estoy bien.

—Házmelo como favor, ¿Bien? Soy un manipulador del fuego con demasiadas capas de ropa.

Ella suspiró, rendida. Axel sonrió enormemente.

—Está bien. —suspiró.

Algo le decía a Axel que no estaba bien. Que sucedía algo, ¿O era su imaginación? Después de la cena, el humor chispeante de Tessa se había atenuado a casi brasas y ahora se estaba extinguiendo.

Axel sostuvo el rostro de ella con cuidado entre sus manos. Acarició su barbilla con sus pulgares y la observó con cuidado. No se estaba imaginando esa tristeza en su mirada, opacando el oro de sus ojos.

Ella tomó las manos de Axel y bajó la mirada al suelo.

—Olvídalo. —dijo ella. —No pasa nada, Axel.

Pero para él no era así. ¿Cuándo ella aprendería que él podía ayudarla? ¿Qué podría ser su hombro donde descansar?

— Es Iwan, ¿Verdad?

El cuerpo de ella se tensó de golpe, como si una corriente de electricidad la recorriese. Y Axel tuvo su respuesta.

Y ella repitió lo de siempre.

—Lo solucionare, Axel. No te preocupes.

Él la abrazó, queriendo que pudieses ser así siempre. El rodeándola con su cuerpo e interponiéndose entre cualquier peligro que colgara sobre la cabeza de ella. En sus brazos, ella estaba segura. Con ella contra su pecho, Axel estaba completo.

Se había prometido a confiar en ella. A creer en ella.

—Estoy para ti. —le recordó él con suavidad. —Cuando quieras, cuando desees. No lo olvides.

Las manos de ella lo rodearon y se aferraron su espalda. Se quedaron ahí varios minutos hasta tuvieron que aceptar que debían separarse por esa noche.

Cuando la vio caminar hacia la puerta de la cabaña, no pudo recordar porque razón ella no podía quedarse en su departamento. ¿Qué había ahí, aparte de Edgard y Vesta que la pudiera retener?

—Hey, Tess. —le gritó, llamándola para que girara. — ¿No quieres quedarte en mi departamento?

Ella lo miró medio divertida, cubriéndose con la chaqueta de él para protegerse de la brisa marina que la alcanzaba.

— ¿Qué es esto? ¿Una propuesta? —le gritó de vuelta.

—Si eso quieres. —repuso con tranquilidad Axel, deslizando las manos en sus bolsillos con aire casual. Ladeó la cabeza. —Tengo un cuarto de invitados si deseas privacidad. —sonrió maliciosamente antes de agregar, un poco más bajo pero lo suficientemente alto para que ella lo oyera. —Y claro, sabes que también puedes ser dueña de mi habitación si lo pides.

Redención (Inazuma Eleven-Axel Blaze)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora