Redención (Inazuma Eleven-Axel Blaze)

Capítulo X

Mire más allá, hacia el bosque. Seguíamos amparados bajo las sombras de la noche, tan profunda como la boca de un lobo.

Los ojos de Axel cayeron sobre mí, tan oscuros como la misma noche que nos rodeaba.

— ¿Estas bien?

Me senté lentamente, tratando de recordar.

Donde estábamos. Con quien estaba.

Me sentía completamente desorientada.

Me tomó varios segundos poder recordar lo que habia ocurrido.

Axel se quedó a una distancia prudente. Sin preguntas, pero podia sentir su mirada sobre mi mientras me colocaba de pie.

Algo se movió entre las ramas de los árboles y me volví de golpe. Nada, no habia nada ahí excepto animales, pero sentía el vello de la nuca erizado. Por un peligro que no existía.

No volvería a dormir otra vez.

En las pesadillas, cuando mi mente estaba indefensa, Iwan Sarsfield siempre era capaz de encontrarme.

Siempre era cuando estaba débil.

De pronto, una idea terrible cruzó mi cabeza.

Habia pasado noches con otro sigilos en los últimos meses. Todos habían protestado al ser obligados a compartir habitación conmigo.

Todos coincidían en lo mismo.

Hablaba en sueños, sobre todo en una pesadilla.

Miré a Axel, con el terror presionando en mi garganta.

— ¿Has oído algo? —me obligué a preguntar, medio temiendo la respuesta.

Axel se habia quedado con la mayor parte de su traje rojo. Lo único que habia abandonado era la chaqueta, pero la camisa blanca la habia mantenido a pesar de estar sucia y arrugada.

No fue necesario que hablara.

De alguna forma lo supe. En la forma que apretó los labios, el sutil movimiento de sus manos.

Tragué saliva, sintiendo la boca seca y mi lengua pesada.

— ¿Qué escuchaste?

No podia mirarlo. No.

Nadie lo sabía excepto Jensen. Y ni siquiera el conocía toda la verdad. Habia recogido detalles sueltos aquí y allá, lo que más manejaba eran teorías. Ahora lo conocía lo suficiente como para saber que sus teorías eran certeras pero eso no cambiaba las cosas.

Yo conocía mis lapsos.

Eran iguales a los ataques. Me tomaban desprevenida y me sujetaban entre sus garras hasta que me recordaban el porque estaba corriendo. Porque habia tinturado mi cabello y usaba mis lentes de contacto.

Porque miraba por sobre mi hombro constantemente, porque me aferraba al metal en forma de arma.

Porque habia preferido renunciar a mi vida anterior antes que volver a ver a un hombre que había significado tanto para mi y yo tan poco para él.

— ¿Qué escuchaste, Axel Blaze? —repetí con la voz tirante.

Escuché el crujir de las hojas secas del suelo cuando dio un paso adelante.

Su voz fue una oscura ondulación de la noche.

— ¿Es verdad?

Mi barbilla tembló.

—No. —solté sin pensarlo. — Nada que venga de la noche puede ser verdad.

La noche era el hogar de ladrones. Todo lo malo venia de noche.