Prólogo

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Lo peor de todo es que había sabido desde un principio que tarde o temprano iba a terminar en ese lugar.

Bueno, no pensó que iba a terminar precisamente con ingleses, pero el resto de la escena si se la había imaginado.

El foco de brillante luz blanca muy cerca de su rostro, las esposas alrededor de sus muñecas y la silla incomoda en la que fue confinado en las últimas...

¿Veinticuatro horas?

¿Ya había pasado un día?

No podia saberlo.

No en esa habitación sin ventanas y donde el tiempo parecía haberse congelado.

Ahogó un suspiro.

Para la próxima se pensaría dos veces antes de jugar a ser un maldito héroe, se prometió.

La mujer de esos extraños ojos verdes arqueó una ceja con aire burlón, como si pudiera leer su mente.

Axel volvió a apretar los dientes y se volvió a remover en su asiento, sintiendo como un calambre avanzaba por su espalda.

Casi estaba rogando confesar de una maldita vez.

Lo diría todo si con eso conseguía que lo dejaran libre de esa endemoniada silla.

—Alex Zabel. —dijo la mujer, apartando su trenza rubia de su hombro con naturalidad, como si hubiera hecho eso mil veces antes de ahora. —Ese hombre no existe.

Él se inclino sobre la mesa.

—Cariño. —susurró. — ¿Acaso no me vez? Soy tan real como cualquier otro hombre. Si quieres una prueba concreta tal vez...podríamos arreglarlo.

Sabia que ella no retrocedería como lo habían hecho otras mujeres.

Quienes lo habían arrestado no enviarían a alguien débil a última instancia.

No después de la docena de orangutanes que lo habían llevado de un lugar a otro desde que había sido arrestado por Actos terroristas.

Si esa mujer estaba frente a él era porque era más de lo que aparentaba.

Delgada y pequeña, sí. Pero detrás de eso, Axel era capaz de reconocer la fuerza de cada uno de sus movimientos.

Además, estaba el pequeño hecho de que estaba armada hasta los dientes.

Vestida de negro sobre negro, con un cinturón de armas y cuchillos rodeando su cintura.

La vio sonreír de la misma forma en que haría una fiera antes de arrojarse sobre una presa.

Ella se reclino sobre su silla y dejo caer sus pies sobre la estrecha mesa que los separaba.

Axel sintió como un escalofrió le recorría la columna.

El ruido de esa mujer lo inquietaba.

Más bien, la falta de ruido.

Sus pesadas botas negras tuvieron que haber crujido contra la mesa, su respiración debería oírse en esa habitación tan pequeña.

Pero nada.

Desde el momento en que ella había cruzado la puerta ningun ruido la acompaño, como si se deslizara sobre el suelo en vez de caminar. Ni siquiera esas dagas y cuchillos que cargaba sobre si misma tintineaban.

Y lo peor es que era tan hermosa como el pecado.

Su delicado y pálido rostro, de rasgos definidos y elegantes, como si fueran tallados en mármol. Labios gruesos y rojos como la puerta de la tentación.

Redención (Inazuma Eleven-Axel Blaze)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora