Capítulo XIII

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Scarlette se dejó caer sin reparos sobre el mullido sillón de la sala de juntas de ese pobre edificio.

Supuestamente, el edificio pertenecía a la Asociación Internacional de Futbol, pero estaba a un nivel de descuido tan extremo que Scarlette sentía vergüenza de haber permitido que la tontería del sector quinto llegara tan lejos.

Habia sido un parasito en todos los sentidos.

Creció entre sus narices, robó dineros de su presupuesto y corrompió a todos sus trabajadores. Aunque tampoco era muy difícil corromper a sus trabajadores, supuso. ¿Acaso quedaba alguien en la AIF que no fuera seducido por el dinero?

Scarlette levantó una ceja cuando vio una araña correr por sobre la polvorienta mesa de la sala de juntas.

Sacudió sus dedos en el aire y una pequeña llama de fuego rojo terminó con la vida del arácnido.

Frunció el ceño profundamente al ver la mancha de carbón que quedó en la mesa.

Un descuido horrible.

Hace cinco años atrás, cuando aún pertenecía a la selección de Inglaterra, su fuego era perfecto. Seguía todos sus deseos a la perfección. Lo hacía bailar al ritmo de su corazón.

Flexionó sus dedos. Estar fuera de la cancha le estaba afectando.

¿Pero que le quedaba? Bien sabía que no podia volver a jugar.

Una mosca comenzó a dar vueltas alrededor de la luz del techo. Scarlette echó un rápido vistazo a la puerta. Ni Edgard ni ningún otro entrenador llegaban aún.

Se quitó los tacones, y se balanceó sobre la silla para tener una vista mejor de la mosca.

Inhaló hondo.

Ella habia sido de las mejores.

No, ella habia sido la mejor jugadora de Europa que controlaba el fuego.

Podia con una sencilla mosca.

Levantó sus palmas. Relajó su mente, repitió los ejercicios básicos de concentración.

Reunió su aura a su alrededor con un halo.

Sintió el ronroneo del fuego en sus oídos, se preparó para dejarlo libre y entonces...

– ¡Scarlette! –gritó alguien desde la puerta.

Ella pegó un grito de sobresalto y una ola de fuego ardió sobre sus cabezas.

La luz chisporroteó y el fuego se abrió hacia el techo y las paredes.

– ¡SCARLETTE!

La ira en la voz de Edgard Partinus era inconfundible. Scarlette extendió sus manos hacia el fuego y cerró sus dedos con fuerza, sintiendo como el fuego la reconocía como su dueña y respondió a los deseos de ella.

Cada llama decreció hasta extinguirse, pero las marcas carbonizadas del techo y las paredes eran evidentes.

Ella tragó saliva.

Definitivamente estaba fuera de entrenamiento.

– ¿Qué estabas...? –exigió saber Edgard, pero Scarlette se volvió airada hacia él.

– ¡Has demorado mil horas en llegar! –gritó. –¡Me has dejado en este estúpido pueblo por casi una semana! ¿Cómo te atreves a gritarme y asustarme de esa forma, estúpido estirado?

Edgard pasó una mano por su rostro. Parecía cansado, notó Scarlette.

–Scar. –advirtió. –Baja de esa silla ahora mismo. Tengo suficientes problemas de corrupción y traición que están llevando a la AIF al borde del colapso para que además una de mis representantes personales se dedique a quemar los edificios de la asociación.

Redención (Inazuma Eleven-Axel Blaze)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora