Capítulo XII

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—Uhm. —puse mi dedo índice sobre mi barbilla y miré el enredo de cables frente a mí. Rojos, azules, verdes, amarillos. Todos los colores se enredaban entre sí en un patrón que no lograba comprender.

Entrecerré mis ojos, tratando de poner una mirada conocedora, como si realmente tuviera la mínima idea de lo que sucedía.

La suave y ronca risa de Iwan acaricio mis oídos y supe que no lo habia engañado.

— ¿Ya sabes cuál es el problema? —preguntó de todas formas, aunque el ya sabia mi respuesta. Su mano se deslizó sobre mi vientre y me acercó más a él.

Cualquier día el representaría un atuendo perfecto. Camisas hechas de seda, gemelos de oro solido en sus muñecas y zapatos tan brillantes que podría ver mi reflejo en ellos.

Pero ese día el príncipe no estaba. Ese día solo era Iwan, un simple muchacho vestido con vaqueros viejos, con una mente hambrienta de conocimientos en vez de poder.

Ese muchacho no anhelaba riquezas, él solo buscaba tiempo para poder echar una mano a las docenas de proyectos que guardaba en su taller.

— ¿La tuerca? —sugerí, apoyando mi espalda sobre su pecho. — ¿Esa cosa gris? Puede que sea incluso eso rectangular que es rojo y verde.

Iwan apoyo su barbilla en mi hombro y supe sin verlo que estaba sonriendo.

— ¿Hablas de la placa madre?

—Eso.

—Mmh.

Resoplé. Ese "Mmh" era un amable pero claro no.

—Muy bien. Me rindo. No tengo ni la menor idea de lo que le pasa a tu cacharro. ¿No sería más fácil armar otra y ya está?

Lo oí reír otra vez.

—Que fácil sería el mundo si pudiéramos deshacernos de todo lo que nos falla. —comentó.

Sin apartarme, el deslizó su mano manchada de aceite sobre la superficie de su motocicleta plateada.

—Pero. —añadió, tirando de algo que estaba entre el enredo de cables que no alcancé a ver. —eso tiene solución y no me desharé de ella.

Esta vez fui yo la que sonrió.

Iwan preferiría cortarse su mano derecha antes de admitir que no tenia la solución a todos los problemas. Y hasta donde sabía, el era capaz de solucionar todo.

Me acurruqué junto a él y cerré mis ojos, oyendo el suave tintinear de metal contra metal de su trabajo con la motocicleta.

Antes solíamos tener muchos días así, escondidos del mundo en la habitación más pequeña y mugrosa del palacio que Iwan se empeñaba por conservar para él y sus cachureos de mecánico.

[...]

Me despertó el ruido que producía un cajón de algún mueble al ser cerrado rápidamente.

Giré sobre mi costado y me levanté de un salto de la cama, terminando de abrir los ojos en el proceso.

El sueño, el tacto de Iwan sobre mi piel seguía sobre mi como una delgada telaraña que me obligué a sacudir para tratar de averiguar donde estaba.

Una habitación pequeña me rodeaba, con muebles nuevos y brillantes.

Otra vez escuché el ruido de los cajones abrirse y cerrarse.

Redención (Inazuma Eleven-Axel Blaze)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora