Capítulo XXI

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Mi cabeza cayó apoyada en su hombro, su mentón apoyado sobre mi cabeza. Hombro a hombro, ambos recostados sobre la pared y sentados en el suelo de su sala de estar, con una caja de pizza vacía entre ambos a las cuatro de madrugada de un día viernes.

Nehalennia estaba sobre el regazo de ambos, sus enormes patas extendidas y durmiendo profundamente.

Rodeándonos teníamos una seguidilla de pañuelos desechables usados con olor a rosas y algo más.

Éramos, sin duda, un ejemplo de que tan mal podía llegar a ser tu vida adulta.

— ¿Me sigues guardando rencor? –murmuró Axel contra mi cabello.

—No. –dije sincera. — ¿Y tú?

—No.

El respiró hondo y tan cerca de él pude sentir los hilos de su vida mezclarse con su cuerpo y aura, aquel singular toque de fuego que lo distinguía de entre miles.

—Nunca te amé por tu aura. –murmuró Axel. –Valga para lo que valga.

Cerré los ojos por un momento. Que difícil era pensar que en algún momento existió aquella posibilidad.

Y de alguna forma...

—Te creo.

—Pero no lo recuerdas.

Humedecí mis labios. Me sentía de alguna forma vacía, como si hubiera gritado todo aquello que entorpecía mi voz. Más liviana, menos real.

—Iwan no manipula la mente. — musite sin fuerzas.—El controla la percepción. Si él te dijera que te vistas de canario toda tu vida, lo harías porque te lo está pidiendo el. Porque es la mejor persona que conoces y el jamás te haría daño o te pediría algo que no fuera por tu bien. –mis dedos se hundieron en el pelaje suave de Nehalennia, justo en su panza. Ella incluso dormida se giró para que pudiera acariciarla más. –Mis recuerdos tuyos están nublados y escondidos por mí, pero recuerdo esto. Tu calor, tu fuego. –apoyé mi mejilla en su hombro, porque estaba en todas partes. Como si ya hubiera vivido aquel momento en un sueño lejano. –Pero no tengo el momento exacto en mi memoria de porque lo recuerdo.

— ¿Y porque él estaría interesado en eso?

Me encogí de hombros.

—La familia de Iwan era cruel. Y yo soy rencorosa, así que siempre hubo problemas por eso. Cuando esas discusiones empeoraron, ambos renunciamos al equipo de fútbol. Y él fue estratégico. Cortó cada hilo que no me conectara a él para evitar que tuviera alguna opción de abandonarlo. Supongo que tú fuiste uno de ellos. El haría cualquier cosa por tenerme a su lado.

La nariz de Axel se hundió en mi cabello. Algo tan extraño y tan normal.

—Por tu aura. –había tristeza en su voz.

—Iwan no manipula la mente porque no puede. Pero yo puedo. Y puedo hacerlo con muchas personas al mismo tiempo. Y lo hice por él y para él. Si no se tratara de mí y se tratara de una herramienta única, ¿La dejarías ir? ¿Te arriesgarías a que otros la conocieran o la ocuparan?

Mi voz fue hueca, pero ahí cayó la verdad, fría y cruel. ¿Creería que soy un monstruo? Yo a veces lo creía.

—No eres una herramienta, Tessa. –juró Axel. –Eres una persona y tú has perdido ese foco porque Iwan te ha deshumanizado. Y has hecho cosas malas y cosas buenas, ¿Y quién no lo ha hecho?

Negué con la cabeza, casi sin fuerzas.

—Sabes cuál es la diferencia.

—Tessa, pelea. Hazlo. Debes hacerlo.

Redención (Inazuma Eleven-Axel Blaze)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora