|56: "Miami"|

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Iana Bennett.

Al día siguiente las cosas tomaron un rumbo distinto pero a la vez extraño.

Se podría decir, que el humor en la casa era alegre y lleno de amor. Sonreí pasando mi mano por mi cabello para acariciarlo mientras observaba a Max hacer muecas mientras veía a través de la pantalla de su móvil el rostro de nuestro hijo. Era increíble como una persona llena de pensamientos negativos puede llegar a sentirse bien apesar de los negocios y los problemas.

— ¿Quisiera ver Mase? — murmure viendo como Max me daba la espalda en la terraza con una sonrisa triunfante.

— Las cosas de padre a hijo no las puedes escuchar Iana... No seas metiche — abrí mis ojos ofendida viendo que si giraba y susurraba varias palabras poco audibles para mí. Volví a llamarlo pero solo me ignoró por completo centrándose en Mase en la pantalla, hasta que luego de veinte segundos cortó la llamada.

—  No es justo Max — me crucé de brazos viendo una sonrisa irónica en su rostro.

— Hasta que por fin entiendes lo injusta que es la vida — solté una risa viendo que no mostraba ningún afecto hacia mi. Estaba enojado conmigo y eso solo me provoca muchísima gracias.

— Max, estamos hablando de lo injusto y egoísta que fuiste al no dejarme ver a mi hijo — me crucé de brazos frunciendo mis labios. Max solo colocó sus ojos en blanco sentándose en una silla para luego colocar sus pies sobre la mesa con mucha comodidad.

— Al igual que lo injusta que fuiste ayer al dejarme bien excitado y con una erección que ni con una ducha fría se calmaba — una amenazadora carcajada quiso salir de mis labios pero tuve que contenerme — Solo ríete Iana, puedo sentirte — escupió con enojo pero no lo hice por mucho que lo deseaba.

Me acerqué a él quien me daba la espalda sentado sobre la silla. Pasé mis manos por sus hombros escuchando su calmada respiración para luego colocar mi mentón sobre su abuntante cabello.

— Max... — murmure jadeante sintiendo su mano acariciar la mía en silencio.

— Por muy enojado que éste contigo no puedo evitar el hecho de que te necesito cerca en cada momento. Siéntate encima de mí — su orden me provoco una ola de calor por cada extremidad de mi cuerpo, aún cuando en Seattle el frío era muy intenso a horas del anochecer.

Hice caso a su orden y rodeé la silla para sentarme lentamente sobre sus piernas viendo sus ojos achinados. Percibí su respiración lenta y agitada, mientras pasaba sus manos por la parte posterior de su cabeza y relamía sus labios en silencio. Pasé mis manos por su torso encina de esa camisa gris que tanto le gustaba usar, y sonreí sin dejar de verlo.

— Eres tentadora Iana... — murmuró con una voz gutural, provocando que un escalofrío me recorriera por completo la espalda.

— Solo tomo órdenes señor Davis — mordí mi labio inferior con fuerza queriendo removerme con cierta incomodidad sobre mi entrepierna. Max retiró una de sus manos de su cabeza y alzó su dedo jalando de mi labios inferior lento y doloroso. Gruñó entredientes acercando su rostro hacia él mío.

— Sin duda alguna, no me equivoqué contigo Iana — sonreí sintiendo mis mejillas tornarse de un tono rojizo mientras Max me observaba en silencio.

— Elegiste a la mujer correcta hijo — la voz gruesa nos alarmó y una sonrisa se formó en mis labios. Max por su parte murmuró algo entre dientes con molestia mientras mirábamos a Mariano entrar a la terraza.

Más Que Amor ✔3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora