|70: "Ciego"|

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  Max Davis.

Bostecé sintiendo el dolor en mi cabeza, me quejé colocando una de mis manos en mi rostro para luego ascenderla a mi cabello despacio. Abrí mi ojos encontrándome den una posición muy cómoda, llevé mi nariz a su cabello aspirando ese delicioso aroma a fresas. Estaba acostada a mi lado con sus ojos cerrados respirando con serenidad, giré mi rostro de lado pasando mi mano por su cintura mientras me dedicaba a verla en silencio y con mi dolor de cabeza.

¿Qué estas haciendo? Pensé observándola sin tener una respuesta a esa pregunta, sino sintiendo el recuerdo inundado mi mente.

Corrí con prisa por el pasillo del hospital con Iana inconsciente en mis brazos. Estaba pálida y completamente mal, sus ojos estaban abiertos y su boca llena de espuma, los doctores a mi lado me guiaron a una habitación en la cual solo pude dejarla en la camilla.

— ¡Su pulso es muy débil! ¡Debemos hacerle un lavado de estómago rápido! — gritaban con fuerza haciendo que me desesperara dentro de la habitación. Su cuerpo volvió a moverse fuerte en una convulsión y un grito hizo que me detuviera pasando mi mano por mi cabello — ¡La estamos perdiendo! —

— Mierda — murmuré sin dejar de ver su cuerpo moverse, la idea de pensar que estoy viéndola morir me retuerce las entrañas, me hace doler el pecho, la cabeza y todo el cuerpo.

— Sus pulsos son débiles — pasé las manos por mi cabello sintiendo un nudo amenazante en mi garganta.
— Necesita el lavado de estómago, correremos el riesgo — y no lo soporté más, salí de la habitación sintiendo una maldita lágrima salir de mi ojo.

Suspiré con fuerza negando ante la idea de recordar como estuvo a punto de morir. Yo tome la decisión de alejarla por el hecho de que ya no puedo seguir viendo como la lastiman y nunca hago nada para impedirlo. Mis errores solo han hecho de su vida algo que sin duda no esperé que sucediera, se que tenía planes en marcha junto a ella. Pero si todo lo que Marce me explicó es cierto en menos de días la muerte tocará la puerta de la casa Davis.

— Lo siento linda — dejé un beso sobre sus labios y la abrace sintiendo ese aroma de nuevo para guardarlo como un recuerdo. Retiré mi brazo de su cintura para levantarme pero su voz me detuvo.

— No lo hagas, no te vayas — la necesidad de sus palabras hacían que me tensara. Su mirada estaba triste y perdida en mí mientras que yo no dejaba de verla.

— Debo irme — afirmé serio retirando su mano de mi muñeca para caminar en dirección hacia el baño.

— Ya se porque haces esto Max, estas equivocado — hablo con un tono de enojo palpable mientras tomaba mi traje azul marino — Me lo dijiste anoche y creo debemos hablarlo — su voz se calmó mientras dejaba correr el agua de la ducha.

Aunque recuerdo haberme expresado no era el momento de hablarlo. No era el momento de llevar a cabo una conversación cuyo finalidad será su vuelo de avión dentro de un día. Pase las manos por mi cabello escuchando los pasos acercarse hacia la ducha.

— Joder Iana, no tengo un buen humor para hablar de eso — espete con tediosidad  restregando el jabón por mi torso.

— Ya me he dado cuenta de eso — su dulce y apagada voz me hizo girar sobre mis talones encontrándome con una mirada que solo buscaba respuestas a algo que ya estada decidido

— Debiste quedarte a dormir —  susurre tomando sus mejillas notando una mueca triste. No sabia que dolía más, que se fuera con nuestro hizo en dos días o ver que yo mismo la estoy lastimando.

— Ya deja de evitarme en casa momento, por favor — suspire dejando un beso sobre sus labios — te necesito conmigo, no lejos de mí —

— Lo siento, tienes razón, vamos a lavarte — contesté serio volviendo a besar sus labios. Ni siquiera podía pensar en anhelar su cuerpo en un momento tan tenso para ambos.

Mi esposa me miraba suplicante mientras pasaba sus brazos por mi cuello y pegaba su cuerpo desnudo a mi abdomen y torso. Era difícil para mi verla y dejar que todo fluya, maldita sea me estaba matando por dentro la idea de dejarla ir, pero en ya no podía seguir teniéndola y haciendo peligrar su vida.

— No puedo hacerlo Iana — susurre pasando mis brazos por sus hombros — Te amo muchísimo linda, pero no quiero verte morir por mi culpa —

— No es cierto Max, por Dios no digas cosas así. Tu y yo siempre hemos funcionado juntos, no hagas esto — susurró presionando sus labios a los míos con delicadeza — yo necesito estar a tu lado, necesito ayudarte a ver las cosas de otro modo pero… — la interrumpí.

— Pero nada Iana. He tomado una decisión, he elegido por el bien de nuestra familia y deberías aceptarlo, no puedo seguir fingiendo que no me duele verte dentro, y que las personas te vean como un punto débil, esto es más difícil de lo que te imaginas — aclaré sensato — No voy a alejarme, no voy a dejar de estar a tu lado porque no puedo hacerlo. Pero no me hagas cambiar de opinión porque no lo haré — murmure viendo las lágrimas salir de sus ojos y mezclarse con el agua
Pasé mi mano por su brazo pero ella se alejó, me miro con enojo abrazándose a si misma sin dejar de verme.

— No me toques — susurró en un sollozo por audible — ¡Eres ridículo y un maldito imbécil Maximiliano Davis! — Salió de la ducha dejándome solo.

Más Que Amor ✔3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora