|55: "Quejas"|

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Iana Bennett.

A estas alturas entendía que la vida no era justa.

Y Max no paraba de repetirlo.

— ¡Ésto es una mierda! — exclamó furioso viendo su mano mientras seguía maldición que la vida era injusta.

Estábamos en nuestra habitación luego de una fuerte detonación en su oficina. Y a decir verdad todo parecía volver a su lugar.

Luego de unos minutos de la explosión de aquella bomba, la policía y los bomberos hicieron de las suyas para apagar el fuego de lo que era la oficina, todo habia quedado destrozado e incendiado, inclusive la nota cuya frase no sacaba de mi mente. Unos paramédicos igual llegaron revisando a todas las personas que resultaron heridas pero sin nada grave. Según la policía no afectó mucho la bomba porque era un explosivo poco fuerte pero de igual forma fué casi lo mismo. Claro que eso no fué lo único que sucedió, los policías empezaron a hacer preguntas y preguntas, mientras que Max solo maldecia por su dolor de muñeca. Ambos estábamos aliviados de saber que luego de todo ese desastre la policía comenzó a retirar los cargos porque ya no nos veía como peligrosos, nos pidieron disculpas muchas veces alegando que nosotros somos totalmente extraños para el ojo público.

La auditoría desapareció y todas las investigaciones que habian querido hacernos también y parte de que eso sucediera se debía a Mariano. Ese viejo en serio que lo amo. Por otra parte Max habia estado enojado desde que el doctor personal había ido a vernos le comentaba que su mano derecha debido a la posición no común en la que se encontraba debía ser puesta en su lugar y se podrán imaginar a Max. Se volvió loco y más cuando el doctor le comento que debía unas muñequera para mantener su muñeca inmóvil durante un mes y medio.

— ¡Los voy a matar a todos! — exclamó furioso mordiendo su labio mientras se recostaba al espaldar acolchonado de la cama con su mano estirada.

Su cabello estaba desordenado y húmedo a causa de la ducha que se habia dado, estaba enojado por no poder un jersey blanco y suave debido al dolor en su mano.

— Claro que lo harás — respondí con ironía dejando algunos implementos para limpiar su herida goteante de color carmesí. Era evidente que cuando Max decía era porque en realidad quería hacerlo y sabía a la perfección que no le temblaría el pulso para hacerlo.

— ¿Acaso dudas de mí? — Preguntó serio mientras yo humedecía el algodón en el alcohol.

— No dudo de tí Max — los paramédicos no limpiaron varias de nuestras heridas y por eso me encontraba limpiando las de Max.

— Tampoco quiero que lo hagas... ¡Demonios Iana! — se quejó mientras limpiaba su herida — ¡Joder detente! —

Solté un suspiro impaciente mirándolo serio.

— Max no exageres, has tenido golpes muchos peores que éstos — comenté molesta volviendo a pasar el algodón por la herida de su labio superior.

— ¡Maldición Iana! — volvió a exclamar haciendo enojar mucho más — ¡No es fácil llevar dos dolores al mismo tiempo, se comprensiva mujer! —

— Puedo llamar al doctor y perdirle Diazepam para que te quedes tranquilo Max — reñi furiosa volviendo a pasar el algodón por la sangre de su labio.

Más Que Amor ✔3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora