#9: Temblores

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Me pasé el resto de la semana intentando por todos los medios no pensar en lo que se venía el día sábado. Aun así, el tiempo pasó de forma inevitable, sin ninguna posibilidad de pasar desapercibido. Mamá había estado correteando de aquí para allá desde que había llegado del trabajo el día anterior, moviendo muebles y luego regresándolos a su lugar, limpiando, sacándole brillo al suelo, y probándose todos los vestidos que había mantenido guardados en el fondo del armario por años.

—¡No puede ser! —gritaba cada vez que el elegido no le cerraba—. Esto solía quedarme como un guante.

Invariablemente le respondía que no había usado esos vestidos desde que había entrado a rehabilitación, y que entonces pesaba tan poco a causa de las drogas que tenía que estar feliz de no poder volver a usarlos.

—¿Estás diciendo que estoy gorda? —me preguntaba.

—No. Yo estoy gordo, y no me agrada el tono en el que lo dijiste —bromeé, mientras comía de mi tazón de galletas.

—Tú estás perfecto, cielo —dijo revolviéndome el cabello como siempre lo hacía—. Ayúdame, por favor, no sé qué debería usar.

—Cualquiera de los vestidos que ya tienes —respondí, sin ganas de ayudarla. Seguía pensando que era una pésima idea que se reuniera con mi padre, pero ella no quería oír hablar de eso—. El verde —dije finalmente, cediendo ante su desesperación—. Te queda bien con tu color de pelo.

—Estás molesto —me dijo, sentándose a mi lado en la cama.

—No.

—No me mientas, Teodoro —. Puaj. Odiaba cuando me llamaba por mi nombre.

—Bueno, sí —admití—. Pero solo porque me preocupo por ti.

—Estaré bien —me aseguró—. Tienes que aprender a confiar en mí.

—Es en él en quien no confío —sentencié—. Pero supongo que tienes razón. Puedo darle el beneficio de la duda.

Mi madre sonrío, relajándose por fin.

—Estará muy feliz de verte.

—Lo sé.

Feliz de verme, sí, claro. Habían pasado seis años desde la última vez que lo había visto, y antes de eso sólo aparecía esporádicamente y me sacaba a pasear a lugares que no tenían nada que ver conmigo, como a ver el fútbol o a ver películas como Rápido y Furioso. No le dije nada a mamá porque no era necesario ponerla más nerviosa de lo que ya estaba, pero me pasé la madrugada comiendo mi peso en regaliz y escuchando las mismas diez canciones sin poder pegar ojo. Podría haber llamado a Vi, pero trabajaba por la mañana, y no quería que estuviera cansada por mi culpa. No sólo me preocupaba mamá en todo este asunto, mi abuela también se estaba llevando un disgusto muy grande; no había sido fácil para ella criarme y mantenerme mientras intentaba ayudar a mi mamá a dejar las drogas y el alcohol, ahuyentando a mi padre cada vez que intentaba venir por 'su mujer'. Ya estaba demasiado vieja para repetir la experiencia, y me sentía un poco molesto con mamá por ni siquiera considerar sus sentimientos. Pero ella estaba convencida de que, como ella, mi padre era un hombre cambiado. Me preguntaba cuánto tiempo habría estado hablándole a nuestras espaldas, y que la había llevado a decidir volver a meterlo en nuestra vida. Sabía que lo extrañaba, siempre lloraba con las películas románticas y muchas veces la había visto sentada en su cama mirando viejas fotografías, pero nunca creí que existiera un peligro real de que fuera a regresar. No me quedaba más opción que estar muy atento a cualquier indicio de algo extraño y proteger a mi mamá. Con un poco de suerte, nos demostraría a mi abuela y a mí que estábamos equivocados, y que mi padre realmente era un hombre nuevo. Aunque lo dudaba mucho.

Parcialmente Nublado / ¡Ganadora Wattys 2021!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora