#13: Haz de Luz

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Cuando por fin pude cerrar la puerta de mi habitación tras de mí y poner el pestillo, todavía sentía como el corazón se me salía por la garganta. Por suerte mi madre estaba muy ocupada con sus visitas como para notarme, y mi padre estaba afuera trabajando a pesar de ser domingo. Estaba seguro que, de haber estado prestando atención, habrían escuchado mis arcadas en el eco del baño que era demasiado grande para una sola persona. Sólo después de estar seguro de que no vomitaría me permití tirarme sobre la cama, intentando calmarme de todas las formas que se me ocurrían.

¿Cómo podía...? ¿Cómo podía haberme acercado si quiera a Sunny de ese modo? ¿Acaso había perdido la cabeza? Y esa mujer, la abuela de Sunny, era la criada de Rocha. Sabía que era mi novia, y me había visto engañarla, con mis labios casi tocando los de su nieto, ¿cuánto tardaría en reportarlo? ¿Guardaría silencio para protegerlo? ¿O en cambio le advertiría que no perdiera el tiempo con alguien como yo, que no estaba seguro de lo que quería? No sabía que me parecía peor, que Rocha y los demás se enteraran o que de pronto Sunny quisiera dejar de pasar tiempo conmigo. Mierda, mierda, MIERDA. No se suponía que nada de esto pasara; el plan era terminar la escuela, tener una novia, seguir una carrera aceptable para mis padres y conseguir un trabajo igual de apropiado que me permitiera seguir viviendo como siempre lo había hecho. En ninguna parte había sitio para un romance clandestino con un chico cubierto de pintura y cabello morado que parecía empedernido en hacer que mi corazón se acelerara cada vez que sonreía y sus mejillas repletas de pecas hacían que sus ojos se vieran pequeños y brillantes en su cara redonda.

Simplemente no era justo. Lo había echado todo a perder.

Las paredes blancas de mi habitación parecían burlarse de la conversación que habíamos tenido él y yo hacia apenas una hora. Su dibujo de mi cara daba vueltas en mi cabeza como un huracán. Tenía que poner todo en orden, tenía que volver a tomar el control de la situación. ¿Pero a quién quería engañar? ¿Cómo iba a arreglar las cosas si lo único que quería era tenerlo cerca? Había sido exitoso negándome mis propios sentimientos por un buen rato, pero en un sólo fin de semana todo mi esfuerzo se había ido directamente a la basura. Había bastado topármelo en la laguna para que todo fuera en picada; su cabello mojado que se le pegaba al cuello, la forma en la que se sonrojaba cada vez que me atrevía a coquetear con él, lo feliz que parecía comiendo su almuerzo, lo sincero de su risa, el como su pierna y la mía se habían topado bajo la mesa, y como no las habíamos apartado, dejando que nuestros muslos se rozaran el uno con el otro mientras pretendíamos que no nos dábamos cuenta y conversábamos como si nada.

Dejé que mi mente deambulara un rato, fantaseando, pensando en como se sentiría abrazarlo, el contraste de su cuerpo con el mío, mi cabeza apoyada en la suya, porque la diferencia de estatura era perfecta. Me habría gustado darle una buena mirada en el lago, pero era obvio que se sentía incómodo, y aunque estuve tentado, no me había volteado a mirar. Quizás esa debió haber sido la primera señal, el querer respetar sus deseos, o quizás era un idiota, y la primera señal se había perdido entre la primera vez que lo había visto y las noches en las que me acostaba pensando en su risa. Quizás tendría que haberme dado cuenta cuando me levantaba en las mañanas con ganas de ir a la escuela para pasar tiempo con él. Blas, eres un idiota. Y realmente lo era. Aunnque creía haberlo dejado de lado, mis impulsos seguían persiguiéndome allá a donde fuera. Resultaba obvio que los kilómetros entre la ciudad y el pueblo no habían logrado perderlos.

Los impulsos...

O como a veces me atrevía a llamarlos, la homosexualidad.

Las náuseas me atacaron otra vez. La palabra homosexual sólo había comenzado a sonar mal en mi cabeza después del día que mamá nos había encontrado a mi ex novio, Gabriel, y a mi besándonos en mi habitación. Sí, quizás fue una sorpresa, y sí, quizás estábamos sin camisa, pero la expresión en sus ojos no había tenido nada que ver con nada de eso, sino con el odio, el miedo, y el asco. No había dicho nada, ni un sólo grito, ni una palabra, había bastado con su mirada para saber que todo debía terminar en ese momento. Sólo una vez se me acercó, una semana más tarde -una semana en la que apenas dormí, comí, o viví-, para decirme que ese 'incidente' sería algo que guardaríamos entre nosotros, y que esperaba que quedara bien enterrado en el pasado cuando nos mudáramos al pueblo. Cuando comenzó a verme con Rocha, su rostro se iluminó, el asco desapareció de sus facciones, y todo a nuestro alrededor volvió a acomodarse a como siempre había sido.

Parcialmente Nublado / ¡Ganadora Wattys 2021!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora