#32: Arcoíris

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Marianne sería la tercera en cantar. Blas y Sunny habían llegado justo cuando estaban por cerrar las puertas del teatro, oliendo a azúcar y con cara de enamorados, pero no los había reprendido, porque yo también estaba feliz. El vestido había quedado como un guante en el cuerpo de Marianne, y había volteado más de una cabeza caminando desde los vestidores al área de espera donde tuve que dejarla. 'Rómpete una pierna' le había dicho, y ella había reído ante mi ocurrencia, recordándome que eso sólo se usaba en el teatro, pero en vez de hacerme sentir idiota, me dio un abrazo, como si fuera ella la que tenía que desearme suerte a mí.

Cuando la segunda competidora desapareció tras las cortinas, mi corazón comenzó a latir más rápido, expectante ante la idea de escucharla cantar. Cuando salió, pude jurar que todo el público contuvo el aliento, y no era solo por su vestido, que la hacía lucir como una princesa del bosque, sino que por su talento. No me extrañaba que las personas hubieran escuchado de ella, pues cuando empezó a cantar, me encontré totalmente hipnotizada. Su voz era ronca, grave y aún así llegaba a las notas altas al parecer sin dificultad alguna. Su canción hablaba de un amor escondido bajo las olas del mar, y aunque debía ser alegre, desde el medio del teatro podía ver que sus ojos estaban anegados en lágrimas. El público presente se lo atribuiría a la interpretación, pero yo sabía que estaba pensando en Amelia, y por alguna razón sentí como un pequeño agujerito se abría en una esquina de mi pecho. Le eché la culpa a su voz, y aunque las demás participantes rebosaban de talento, ninguna podía compararse a lo que era Marianne.

—¡Estuviste fabulosa! —le dije, abrazándola fuerte.

Había recibido el segundo lugar, y por lo tanto había calificado para la competencia regional, sólo le había ganado una chiquilla de doce años con la voz de una musa griega. Marianne estaba radiante, sujetando la pequeña copa que le habían dado, y me devolvió el abrazo con ganas.

—Fue todo gracias a que vinieron a verme —dijo, agradeciéndonos a todos—. Me ayudó mucho ver caras familiares entre el público. Muchas gracias, chicos.

—Nunca había escuchado a alguien cantar así —la aduló Sunny—. Fue muy hermoso.

—Gracias por invitarnos, Vi —ese fue Blas, que aún estaba acostumbrándose a mi apodo—. No me habría gustado perdérmelo.

—Bueno, ahora tenemos que juntar dinero para ir a los regionales —añadió Sunny—. Y tú Vi, tienes que hacer otro vestido.

—¡Sí! —exclamó de inmediato Marianne—. Recibí muchísimos cumplidos, incluso le di tu nombre a algunas de las chicas con las que me llevo bien. Aunque les advertí que primero que nada eras mi diseñadora.

La mirada que me dedicó estaba cargada de emoción, algo más grande que sólo agradecimiento. Intenté devolvérsela lo mejor que pude, pero no tenía experiencia con ese tipo de cosas, y además, no estaba segura de que no se tratara de un truco de mi imaginación.

—Bueno, tengo mucha hambre, ¿les gustaría ir a comer? —preguntó cuando separamos nuestras miradas—. Yo invito.

—Nosotros pasamos —dijo Blas, tomando a Sunny del brazo—. Estamos muy cansados, ¿no es así?

—Pero yo quiero... —Blas le dio una mirada muy significativa, y aunque Sunny parecía desilusionado, no protestó—. Digo sí, estoy cansado. Además, ya comimos.

Quise reír, era quizás la peor excusa que me habían dado en la vida, pero Marianne no pareció captar la indirecta, así que sólo le sonreí a los chicos, agradecida y a la vez nerviosa por lo que estaban haciendo.

—¿Y tú, Violeta? ¿Estás cansada? —preguntó Marianne, algo desanimada—. Si quieres también podemos irnos al hotel.

—¡No! —dije con demasiado entusiasmo—. Es decir, yo también tengo un poco de hambre, además de que no he visto casi nada que la ciudad.

Parcialmente Nublado / ¡Ganadora Wattys 2021!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora