El cómo había llegado a estar conduciendo camino al festival de verano con una hermosa chica en el asiento del copiloto era todavía un misterio para mí.
Hasta hace poco menos de tres meses tal escena me habría parecido imposible; tenía un auto, sí, pero no tenía una fiesta a la cual ir y mucho menos una chica que me hiciera compañía. Y no cualquier chica, una novia. La palabra todavía me sabía extraña, como si no lograra acostumbrarme de todo a las silabas, y mucho menos a relacionarla con alguien como yo. Pero las cosas habían cambiado, y había pasado de ser un chico más de un buen barrio en una gran ciudad, a ser el chico nuevo de un pueblo donde sólo había una escuela y ni siquiera tenían un centro comercial. De hecho, era esa la razón por la que estábamos aquí; mi padre había sido ascendido y con el puesto venía la responsabilidad de instalar un nuevo y brillante centro comercial en esta tierra de nadie que había ganado popularidad durante los últimos años por su gran cantidad de lagos y pequeña playa de inusual arena blanca en la zona. Había ciertas cosas de las que tendría que hacerse cargo, tareas no demasiado agradables, pero solía ser así en el mundo de los negocios. Si quieren mi opinión, el ascenso no había sido más que una excusa para que mi padre aceptara aquella responsabilidad, una carga que nadie quería encima, pero el dinero era incluso mejor de lo que ganaba antes. Por su parte, mi madre estaba encantada con la idea de una casa con vistas al mar y la perspectiva de nuevas amistades con las que transformar este pueblecito en algo digno donde sus antiguas amistades vinieran a vacacionar.
Después de que mi padre aceptara el trabajo todo pasó muy rápido, en apenas un par de semanas él y mi madre viajaron hasta aquí para comprar nuestra nueva casa, en unos días la empresa de mudanza estaba metiendo nuestras cosas en cajas cuidadosamente rotuladas. En un abrir y cerrar de ojos estábamos instalados en nuestro nuevo hogar, con muebles y vecinos nuevos que nos invitaban a una invariable velada de parrilladas y tardes de piscinas que se asomaban sobre el mar como mi madre tanto lo había soñado.
De alguna manera todo eso había terminado conmigo y Rocha besándonos una tarde, y la siguiente y la siguiente a esa, hasta que sus amigos (y ahora los míos) asumieron que éramos novios y luego realmente lo fuimos porque ese era el curso natural de las cosas. No era una queja; Rocha era verdaderamente hermosa, de personalidad fuerte y un gusto impecable por la moda, y lo cierto es que el ser visto con ella ayudaba bastante a la nueva imagen que deseaba proyectar, así como yo ayudaba a la imagen de que ella podía conseguir lo que fuera que ella tanto deseaba. En ese sentido, nos habíamos entendido a la perfección desde el primer momento. Además, besaba bien y sabía cómo divertirse, así que a lo largo del verano me había dejado arrastrar a cuanto evento social le parecía imprescindible y al menos así no había tenido oportunidad de extrañar tanto las abarrotadas calles de la ciudad.
—Blas, mi amor —dijo Rocha poniendo una mano sobre mi pierna—. ¿Estás escuchándome?
—No —admití—, perdón. Estaba pendiente del mapa, de alguna manera siempre logro perderme por aquí.
—Ya te acostumbrarás —me aseguró restándole importancia—. Te preguntaba si tenías ganas de ir a la fiesta del fin del verano esta noche.
—¿No estamos yendo ahora a la fiesta del fin del verano? —pregunté confundido— ¿No es por eso que tuve que comprar una corona de bayas?
—No seas tonto —me reprendió—. Hablo de la fiesta fiesta, para celebrar como se debe. Al picnic al que vamos solo se le dice fiesta para que los niños pequeños no se sientan excluidos de las celebraciones.
—Pensé que era un gran festejo local...
—Dobla aquí —me dijo, y lo hice aunque el mapa indicaba otra cosa—. Bueno, sí, es una tradición, pero eso no evita que podamos divertirnos un poco más por nuestra cuenta. Además, más que nada voy porque el mercadito y el jardín donde se hacen los picnics son el lugar perfecto para mostrar el mejor outfit del verano. Ya sabes, es una de esas reglas no escritas de las que todo el mundo está al tanto.
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Parcialmente Nublado / ¡Ganadora Wattys 2021!
Teen FictionLa vida le sonríe a Sunny, un chico risueño que ha vivido toda su vida en un pequeño pueblo costero que recientemente ha ganado popularidad entre los turistas. Él y Violeta son los mejores amigos desde que tienen memoria, y aunque sus vidas no siemp...