Epílogo: Parcialmente Nublado

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La casa era un caos. Apenas nos habíamos mudado hace una semana, y todavía había cajas que esperaban a ser abiertas, ropa sobre las camas (y en mi caso, sobre el suelo) y decoraciones nuevas que no habían encontrado su lugar. Marianne y Vi habían llegado temprano para ayudarnos a Blas y a mí a decorar, mientras mi abuela preparaba comida para un ejército. Bianca y Ron llegarían más tarde con Didi y el pastel, y los padres de Vi lo harían también con Rosa. En el departamento antiguo, jamás podríamos haber juntado a tantas personas, pero esta casa, aunque seguía siendo pequeña, era mucho más espaciosa, y tenía un pequeño jardín donde mamá podría plantar pimentones y tomates como siempre había querido.

No había visto a mamá en cuatro meses. Las visitas nunca nos las habían permitido, pero habíamos estado enviándonos cartas todas las semanas, y a veces nos daban autorización para enviarle chocolates o una flor. Pero todo eso acababa hoy. Miranda, su mejor amiga, iría a recogerla al hospital, y justo cuando comenzara a preguntarse por qué ni mi abuela ni yo estábamos allí para ella, y por qué su amiga estaba tomando un camino diferente para llegar a su hogar, la sorprenderíamos con la nueva casa y la fiesta de bienvenida. Era un plan a prueba de fallas, y sería aún más espectacular cuando le dijéramos que mi abuela había ganado la demanda contra mi padre, y que gracias a la indemnización ya no tenía que trabajar en casa de los Magnolia, y que además, ella podría escoger turnos en el hospital que no la dejaran reventada semana tras semana. Quizás a otra persona el caos en el que estaba sumido nuestro hogar le habría causado estrés, pero yo sabía que a mamá no le importaría, de hecho, estaba casi seguro de que ni siquiera le molestaría que mi habitación estuviera ya hecha un desastre, o al menos, eso quería creer.

A decir verdad, estaba algo nervioso por ver a mamá después de tanto tiempo. Esperaba que fuera como la primera vez que nos habíamos reunido; se vería renovada, feliz y lista para vivir su propia vida, y a mi abuela se le borrarían todos los años que se le habían venido encima durante los últimos meses. Confiaba en que está sería la última vez definitiva, pues mamá había demostrado mucha claridad en sus cartas, y los tres sentíamos que estaba lista para recuperar lo que era suyo y mantenerlo bajo su cuidado. Su trabajo, su familia, su nuevo hogar, nadie podría volver a quitarle eso, mucho menos ella misma, y todos nos aseguraríamos de que así fuera. Lo mejor de todo era que ahora teníamos dinero para que fuera a terapia, yo mismo había empezado a ir hace un par de meses, y me sentía muchísimo mejor. Violeta estaba encantada, porque como toda persona que va con un terapeuta, nunca había dejado de repetirme que debía hacer lo mismo.

A eso de las once escuchamos a Miranda estacionar el auto fuera de la casa, y corriendo, nos escondimos todos detrás del sofá o en la cocina, listos para saltar apenas mamá abriera la puerta. Cuando lo hizo, y emergimos gritando '¡SORPRESA!', rompió a llorar allí mismo. Mi abuela y yo salimos corriendo a ver qué le ocurría, pensando que podría haberse descompensado, mientras los demás se miraban preocupados los unos a los otros.

—No es nada —dijo mamá, secándose las lágrimas—. Es sólo que no me lo esperaba.

—¡Me asustaste! —le dije, sintiendo como me volvía el alma al cuerpo.

Eso la hizo reír, pero sus ojos volvieron a humedecerse. La abracé antes de que pudiera llorar otra vez. Estaba más delgada, y necesitaba teñir su cabello, pero lucía una tranquilidad que no le había visto en mucho tiempo. Fue abrazando a los invitados uno por uno, genuinamente feliz de que estuvieran todos allí por ella. Cuando llegó a Blas, se detuvo en frente de él y le dio un abrazo particularmente apretado.

—¿Y eso? —le pregunté, extrañado.

—Si está aquí después de todo lo que pasó —dijo mamá—. Me imagino que por fin te encontraste un novio decente.

—Mamá... —protesté, avergonzado.

—No te preocupes, cielo —me dijo, desordenándome el cabello. No me había dado cuenta de cómo extrañaba eso—. Los dos nos demoramos en aprender. Bienvenido a la familia, Blas.

La tomé de la mano y la llevé a conocer su habitación. La única que mi abuela y yo teníamos completamente preparada, con sábanas limpias, difusor de aromas y un espejo redondo como ella siempre lo había querido. Encantada, se lanzó sobre la cama, disfrutando cada segundo.

Blas se acercó a mí, abrazándome por detrás, y yo me volteé para besarlo. Las cosas estaban bien ahora, y esperaba que se mantuvieran así por mucho tiempo más, pero incluso cuando no lo estuvieran me recordaría a mí mismo que por muy mala que pareciera ser la vida, la tormenta nunca tapaba el cielo por completo.

Simplemente me diría que nunca estaba más que parcialmente nublado.

Parcialmente Nublado / ¡Ganadora Wattys 2021!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora