#19: Carga Eléctrica

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Levantarme para acompañar a Sunny fue una de las decisiones más difíciles que he tomado. Todo lo demás fue fácil; pasar tiempo con él, ayudarlo a preparar el material, verlo feliz. No había nada más sencillo que todo eso, aún así aquello no no hizo que al día siguiente me sintiera más valiente que antes, sino al revés. Tenía el doble de cosas que perder, y aunque sabía que no podía quedarme con todo, una parte de mi quería intentarlo hasta que no pudiera resistir más.

Luego de pasar dos días en su casa, ignorando las llamadas de mamá con un atrevimiento que no sabía de dónde había salido, tomé mi auto el sábado al atardecer y conduje de vuelta a mi hogar. Sabía que me esperaban problemas, pero mientras había estado con él, no me importó. Ojalá ese sentimiento de seguridad se hubiera quedado conmigo cuando entré al camino principal de Los Riscos, pero abandonó mi cuerpo como un alma en pena, y en todo lo que dejó atrás fue puro miedo. Aunque arrepentimiento no, eso nunca. Mamá estaba esperándome de pie en la puerta de entrada, como si hubiera sabido el momento preciso en el que aparecería por la calle. Papá no estaba, y supuse que eso podría jugar a mi favor. Me bajé del auto, tomándome mi tiempo para cerrarlo, y estacionarlo bien, mientras mi madre no me quitaba los ojos de encima.

—Mam-

No pude si quiera terminar de saludarla, porque apenas me paré en frente de ella, me dio una palmada tan fuerte que resonó por todo el vecindario. Antes de que nadie pudiera salir a curiosear, entró a la casa, dejándome sólo afuera. Me apuré a seguirla, sabiendo que, de haber sido mi papá quien me recibiera, me habría ido mucho peor. Dentro, mamá esperaba en el recibidor, y me dijo que no quería oírme, que si tenía a otra chica no era su problema, pero que eso no podía poner en riesgo el trabajo de papá. Que si podía tener las novias que quisiera mientras no hiciera un escándalo, y que era la última vez que mentía para salvarme el pellejo. Dijo esto muy calmada y sin romper el contacto visual, especialmente en la última parte, donde me miró particularmente fijo. Ese fue el único resquicio de aquello que dejó entrever. Mi padre creía que estaba enfermo, que me había ido de la fiesta porque algo me había sentado mal, y que estaba pasando el fin de semana en cama. Por lo demás, estaba castigado, y podía irme olvidando de viajar con ellos a la ciudad el siguiente fin de semana.

A pesar de la extraña tranquilidad que me causó aquello, dejé que mi rostro mostrara la desolación que debería haber sentido, junto con arrepentimiento y vergüenza. ¿Una palmada y una semana de castigo? Era mucho menos de lo que esperaba, y ni siquiera me habían quitado el auto. Con la cara todavía ardiendo por el golpe, me disculpé por milésima vez y subí a mi habitación, donde me arrojé todavía con zapatos sobre la cama y suspiré de alivio. De no haber tenido tanto miedo de que mamá me escuchara, habría comenzado a reír en voz alta. El precio que tenía que pagar no era absolutamente nada comparado a lo que significaba haber pasado dos días con Sunny, y la risa solo murió en mi garganta cuando recordé que estaba castigado, y que no podría acompañarlo al día siguiente como había prometido.

Por lo que sí, levantarme para acompañar a Sunny fue una de las decisiones más difíciles que tendría que tomar. No sólo porque significaba que me verían con él (como amigos, y no importaba, no podía importar), sino porque significaba desobedecer. Y me había ido muy bien hasta ahora siendo un hijo obediente.

Desperté muy temprano ese día, cuando el sol todavía no terminaba de salir y los pájaros cantaban a todo pulmón. Sabía que si quería dejar la casa sin que me vieran, tenía que irme antes de que mamá se levantara a hacer sus ejercicios matutinos, y antes de que papá enviara a buscar el periódico y una taza de café. Después de las ocho y media, la casa despertaría, y ya no tendría posibilidad de escapar. No podía llevarme mi auto, pero tenía una bicicleta todavía nueva guardada en el garaje, y bastantes horas frente a mí como para pedalear lo que fuera necesario hasta el centro cultural. Me vestí con prisa únicamente porque había dejado preparado el conjunto el día anterior; mentiría si dijera que no me preocupaba como me vería. Sunny podía tener una mala opinión de sí mismo, pero el valor que se daba era inversamente proporcional a lo mucho que me gustaba, y quería impresionarlo cada vez que lo veía. Mientras me daba una ducha, dejé el café haciéndose en la cafetera, suficiente para dos tazas, porque no había dormido bien. Una de las ventajas de que tus padres no me prestaran demasiada atención era que estaban felices de hacer de mi habitación un pequeño departamento del que apenas tenía necesidad de salir; con baño en suite, minibar, cafetera y mi propio wi-fi. Si hubiera tenido mi propia puerta de entrada a la casa, no habría necesitado toparme con ellos en absoluto, pero supongo que no se puede exigir tanto a la suerte.

Parcialmente Nublado / ¡Ganadora Wattys 2021!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora