#27: Tempestad

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No tenía caso intentar dormir. No cuando había metido la pata más que nunca en la vida la noche anterior, y cuando mis padres llegarían en algunas horas y mi vida se acabara entonces. Me había pasado gran parte de la noche limpiando el desastre de la fiesta, pero uno de los cuadros de mamá tenía una mancha de vodka negro sobre él, y aunque era una pieza bastante conceptual, tenía la impresión de que de todas formas lo notaría. En mi guarida había encontrado latas de Fanta, un pote de helado y la bandeja vacía de pastelillos; los últimos signos que Sunny había dejado en mi casa, y los últimos que dejaría en mi vida si no lograba enmendar las cosas. Aunque hasta ahora, nada me había parecido tan imposible como aquello. Las palabras que había dicho... el tono que había usado... simplemente había sido demasiado. Mi miedo era tan grande que me había quitado hasta la más mínima gota de sensatez, y, sin embargo, eso no importaba. Lo vi en sus ojos; el dolor que le había causado a Sunny había sido demasiado grande para ser perdonado, pero lo intentaría, y si me aceptaba, le prometería no causarle una sola pizca de dolor mientras me tuviera en su vida.

Salí temprano de mi casa, sin bañarme, sin cambiarme, como una especie de muerto en vida que rondaba por las calles de Los Riscos. Apenas estaba amaneciendo, y aunque el cielo sobre el pueblo se veía maravilloso mientras conducía hacia el pueblo, no podía interesarme menos, por mí, lo mismo podría haber sido un día gris de invierno. Había tomado las llaves porque sabía muy bien que sería la última vez que podría usar mi auto, pero, aunque quería, no tenía cabeza para disfrutarlo. Pasé por fuera de su edificio un par de veces, sin animarme a tocar el timbre, y también fuera de la casa de Violeta, pero ni siquiera se me pasó por la cabeza pedirle ayuda como la vez anterior. Amelia se había referido a ella en términos horrendos, y no me imaginaba que hubiera pasado una mejor noche que yo, además, era casi seguro que no querría verme; el instinto que tenía de cuidar a Sunny brillaba en sus ojos cada vez que alguien si quiera osaba acercársele. Finalmente terminé en la zona comercial, esperando a que abrieran las tiendas. Me estacioné afuera de una tienda de artículos de arte, mientras bebía un café malísimo que había comprado en una estación de servicio. Sabía que no podía comprar el perdón de Sunny, pero pensaba que, si las cosas salían bien, podría darle algunas cosas en forma de tregua. O bien guardarlas para después, ya que los días de mi tarjeta de crédito estaban contados. Mi padre conocía sólo una forma de castigarme, y eso era quitándome su dinero. Cuando supiera que era gay, tendría suerte si no me quitaba incluso la bicicleta. Porque sí, lo había decidido, incluso si Sunny no me perdonaba, les diría la verdad. Sabía que me traería problemas, pero me parecían una pequeñez comparada con todo lo que había perdido y podría perder en el futuro si no me decidía a hablar pronto.

Me tomé mi tiempo mirando los artículos en las repisas. No tenía idea de cuáles eran las especificaciones en las que debía fijarme, así que me guíe por qué tan cuidada era la presentación de los materiales. Tomé un canasto y fui llenándolo con todo lo que creía que podía gustarle, lápices pastel, acuarelas, oleos, pinceles, lápices de colores, croqueras con distintos tipos de papel y unos cuantos lienzos. Tomé también carpetas, lapiceros y un bolso para que guardara todo aquello y lo dejé caer todo sobre la cinta transportadora, viendo como sumaban los números, consciente de que papá ni siquiera se daría por enterado, y resintiéndolo por eso. Conduje de vuelta a casa con el techo cerrado, avergonzado de que alguno de mis compañeros que vivían en mi zona me vieran después del escándalo de la fiesta, y dejé mi auto guardado en el lugar donde lo había dejado mi padre, las llaves colgadas en la percha de la entrada. Las horas siguientes las pasé tirado sobre mi cama, jugueteando con mi guitarra favorita, pero muy lejos de allí, saltando ante cualquier auto que escuchara sobre el asfalto, aguantando la respiración cada vez que creía que habían llegado. Cuando finalmente lo hicieron y escuché el inconfundible sonido de la clave de la puerta siendo ingresado, me sentí extrañamente tranquilo. Incluso agradecido de quien quiera hubiera sido la persona que les había ido con el chisme de la fiesta, pues si no habría tenido que esperar un día más para terminar con todo, y el estrés habría acabado conmigo.

Parcialmente Nublado / ¡Ganadora Wattys 2021!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora