#21: Truenos

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Blas y yo esperábamos impacientes en el hospital a que nos dejaran ver a Sunny, llevábamos un buen rato allí, pero en vez de faltar menos para verlo, sentía como si cada minuto fuera más largo que el anterior, lento y estirado como un chicle, burlándose de nuestra paciencia y nuestra angustia. Lo único que rompía la monotonía era la abuela de Sunny llamando cada cierto rato para preguntar si sabíamos algo, porque sus empleadores no le habían permitido irse temprano, pero invariablemente le decía que no tenía información nueva, y me colgaba con un suspiro angustiado que no podía evitar imitar en mi lado del teléfono.

Marianne y yo habíamos estado conversando en el pasillo cuando Blas me encontró. Sunny se había quedado en el auto debido a la vergüenza, y como no había estado en el lugar acordado a tiempo, había decidido ir a buscarme. Apenada, le dije que se me había pasado la hora, y Marianne aceptó la culpa de aquello. En ese momento me sentía muy bien, incluso me había relajado un poco al estar con ella a pesar de lo que ocurría en la mañana, y me había atrevido a invitarla a participar del club de teatro. Cuando un chico entró gritando que habían apuñalado a alguien en la siguiente cuadra, nos estábamos despidiendo con un beso en la mejilla.

La ambulancia ya estaba allí cuando llegamos, sin aliento, hasta donde Blas tenía estacionado su auto. No quise creerlo cuando lo vi, pero lo cierto es que me lo había imaginado, y el cabello lavanda de mi mejor amigo era inconfundible. Blas y yo salimos hechos una bala hacia la camilla, donde Sunny se recuperaba de un desmayo, mientras el paramédico lo vendaba para que el sangrado se detuviera. El suelo estaba manchado, y también toda su ropa, incluyendo su cara, donde tenía un corte bastante feo sobre la mejilla izquierda. Olvidé todo sobre ser zen o sobre el manejo saludable de la angustia, y me dispuse a llamar a Lobelia para contarle que íbamos en camino con su hijo herido. Antes de que pudieran cerrarla, me monté en la ambulancia a su lado, y no me obligaron a bajarme. Marianne se subió al convertible de Blas por el lado del conductor, pues él estaba muy consternado para manejar, y me hizo señas para darme a entender que me seguiría. Trevor no estaba por ninguna parte, pero no tenía ninguna duda de que había sido él, y eso fue lo que le dije a la policía cuando vinieron a hacernos algunas preguntas a la sala de espera.

—Ten —Marianne me sacó de mi ensimismamiento, ofreciéndome un vaso de plumavit humeante—. Bebe esto, te hará bien.

Creí que se iría una vez que Blas y yo estuviéramos instalados esperando, pero sólo se había movido para hacer una llamada a Amelia y para traernos una infusión a Blas y a mí. Le agradecí, aunque estaba segura de que no podría tragar nada aunque lo intentara, mientras a mi lado Blas tomaba pequeños sorbos y miraba al infinito en la pared delante de él. Me imaginaba que, además de estar preocupado por Sunny, pensaba en todos los problemas que había acumulado en un sólo día; estaba suspendido y su auto abollado y con la pintura rayada, y aunque no lo conocía bien, tenía la impresión de que no sería nada fácil contarles a sus padres lo que había ocurrido. No cuando tenía relación con Sunny. Lo cierto es que esperaba que se le ocurriera una buena excusa, pues si le prohibían verlo, Sunny estaría devastado.

—Estará bien —intentó tranquilizarme Marianne, tomando mi mano entre las suyas y acariciándolas—. Ya verás. Se pondrá bien.

Su toque me reconfortaba; sus manos eran suaves y pequeñas junto a las mías, con las uñas perfectamente arregladas en una manicure francesa, y delicados anillos a juego. Cerré mi mano entre las de ella, apretándole más de lo que era apropiado, pero encontrando tranquilidad entre sus largos dedos.

—¿Y si no lo está? —pregunté yo, vocalizando mis miedos.

—Nunca debí haberlo dejado sólo —dijo Blas, hablando por primera vez desde que los policías se habían ido—. Es mi culpa...

Parcialmente Nublado / ¡Ganadora Wattys 2021!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora