Los últimos días se habían sentido como un torbellino.
Parecía ridículo pensar que el día viernes tenía la vida soñada, que el día sábado me sentía el chico más afortunado del mundo, el día domingo casi conocí la gloria solo para hundirme y el día lunes me hubieran terminado de patear cuando ya estaba en el suelo. A unos días más tarde, aún me dolía el orgullo ante el rechazo de Sunny, pero más me dolía mi propia cobardía, y no tan sólo por mí, sino por él, porque a pesar de su coraza, resultaba obvio que lo había herido. Además, después de intentar besarlo, ya no podía seguir jugando a negar mis sentimientos; lo quería, lo quería mucho, quizás demasiado para conocerlo desde hacía tan poco, pero el 'querer' estaba allí, y no tenía como quitármelo de encima.
Ni siquiera la constante atención de Rocha me estaba ayudando a distraerme. Finalmente me di cuenta que tenía razón con respecto a Amelia y Marianne; los rumores eran como un grito en medio del pasillo a la hora del receso, todo el mundo hablaba de ellas, y como Rocha había previsto, sus ojos también se voltearon hacia el resto de nosotros, como si estuvieran buscando resquicios de aquello en nosotros, como si fuera una peste. Eso no ayudaba para nada con el verdadero pánico que se hacía hueco en mi cabeza, en mi pecho, en el resto de mi cuerpo, era tanto que me paralizaba, e incluso cuando Sunny me había tirado un anzuelo, tuve que dejarlo ir, porque era simplemente un cobarde. Ni siquiera me había atrevido a decirle que sí, que por supuesto que éramos amigos. Me estaba pidiendo migajas, y aún así no se las había dado, pero ¿acaso había otra opción? La mirada de mi madre la tenía grabada en la retina, y cada vez que pensaba en Sunny, su rostro era desplazado por los sus gélidos ojos. Y ni siquiera quería pensar en qué haría mi padre si lo supiera.
Terminar la escuela. Ir a la universidad. Conseguir un buen trabajo. Casarme. Darles nietos. Tenía el mapa frente a mí, delimitado paso por paso, pero cuando antes lo había conocido de memoria, ahora parecía cada vez más borroso. 'No hagas nada si no vas a darlo todo' me había dicho Violeta, y la intensidad en sus ojos me había intimidado. Era extraño pensar que antes había visto en ella a una chica tierna e infantil, cuando ahora sólo veía una amenaza latente. Si Sunny se quejaba de mí, tenía la impresión de que me iría muy mal.
Conducía mi auto de vuelta a casa cuando mamá me llamó para recordarme que aquella noche teníamos la cena con el gobernador y su familia. Rocha no me había dejado olvidarlo, solo habló de aquello durante los últimos dos días, pues no era sólo una cena, como había dicho mi madre, sino una gran reunión social con 'lo mejor' de Primor y los alrededores. Con todo el asunto de sus amigas siendo novias, Rocha no paraba de repetir lo buena oportunidad que sería esa noche para mostrarle a todos lo felices que estábamos ella y yo en pareja, y, no se olvidó de agregar que se trataba de un doble premio para mí, ya que podría pavonearme con ella en mi brazo frente a toda la gente que valía la pena.
A veces no estaba seguro de que Rocha se oyera cuando hablaba, puesto que cada cierto tiempo soltaba ese tipo de cosas, como si se hubiera olvidado de pretender que éramos una pareja funcional que se quería de verdad. Supuse que también era mi culpa, pues cuando empezó a mostrar sus verdaderas intenciones, yo no la interrogué, sino que dejé que todo pasara así sin más, y no tardó en descubrir que también era conveniente para mí. Mientras no sospechara la verdadera razón por la que me interesaba mantener nuestro noviazgo, el trato me parecía bien.
Supe que mis pensamientos no me dejarían en paz cuando, dentro de la ducha, la imagen de Sunny en el lago volvió a invadir mi cabeza. El agua sobre mi cuerpo me recordaba a como su pelo húmedo se iba ondulando a medida que se secaba, y la mancha de humedad en el cuello de su camisa, su espalda y su vientre por lo rápido que se había vestido. Lo mucho que habría dado porque no dejara la laguna, por haber reaccionado antes, entrando al agua con él. Por haberme acercado cuando había tenido la oportunidad, cuando nadie podía interrumpirnos, cuando éramos sólo los dos. Allí mismo, bajo el chorro de agua, me largué a llorar. Al comienzo, pensé que lloraba debido a la frustración, pero a medida que la cantidad de lágrimas crecían y mis lamentos se convertían en sollozos, me di cuenta de que estaba paralizado por el miedo. Esa vez que mi madre nos había encontrado a mí a Gabriel, no había derramado una sola lágrima, y una bola de pánico e inseguridad había comenzado a formarse dentro de mí, alimentándose a cada oportunidad del asco que sentía hacia mí mismo y la impotencia que llenaba cada rincón de mi pecho. Si lo pesaba bien, no recordaba la última vez que había llorado, pero tuve que restregarme la cara un rato bajo el agua fría para que los ojos se me deshincharan. Cuando bajé, mamá estaba lista, sentada en la sala en uno de sus mejores vestidos, esperando por papá. A veces me gustaba pensar en que, si en mi casa no hubiera estado tan instaurado que mi padre era el patriarca y mi madre no hubiera sido tan sumisa, nos habríamos llevado de maravilla. Ella también tenía un gusto excelente, le gustaba la música, visitaba galerías de arte, y disfrutaba del café sin endulzar. Era extraño pensar en lo mucho que nos parecíamos, y sin embargo no teníamos nada en común. El corto trecho que nos separaba de la casa de Rocha lo caminamos en silencio, como perfectos extraños, aunque apenas la puerta de su casa se abrió nos transformamos en la familia más feliz. Antes, me había sentido orgulloso de nuestra adaptabilidad, pero ya no me parecía que fuera algo positivo, o siquiera si podía llamarlo de aquella manera en vez de derechamente una mentira. Quizás eso era lo único que nos unía, los tres éramos unos mentirosos.
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Parcialmente Nublado / ¡Ganadora Wattys 2021!
Teen FictionLa vida le sonríe a Sunny, un chico risueño que ha vivido toda su vida en un pequeño pueblo costero que recientemente ha ganado popularidad entre los turistas. Él y Violeta son los mejores amigos desde que tienen memoria, y aunque sus vidas no siemp...