#5: Fuertes Marejadas

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Me despedí de Violeta a la salida de la escuela. Como su abuela todavía estaba quedándose con ellos, le había pedido a mi tía cubrir la mayor cantidad de turnos posibles, y se suponía que iba a acompañarla al trabajo como cada tarde, pero Trevor había sido muy claro en que quería que pasáramos un rato juntos, y aunque Vi pretendió que no le importaba, sabía que no le encantaba la idea de que pasara tiempo con él. A veces pensaba que quizás tenía razón y no debía seguir viéndolo, pero ¿cómo podía hacer eso? Además de mí era el único otro chico gay que conocía, y además, era muy apuesto, con su piel morena, sus pestañas largas y su cabello rizado. Jamás jamás volvería a tener tanta suerte. Que alguien como él se hubiese fijado en mi era quizás el mayor milagro que había ocurrido en Primor en los últimos años, y no estaba en posición de desaprovecharlo, por mucho que a veces se comportara un poco... posesivo. ¿No eran los celos una muestra de amor? Se suponía que sí, o al menos eso quería creer, y no iba a negarle una tarde juntos cuando tenía tan poco tiempo disponible para salir conmigo, sabía que el entrenamiento de fútbol le quitaba mucho tiempo, y cuando no, pasaba tiempo con su novia, la que era oficial. Además, este era su último año en la escuela, así que tenía que aprovecharlo antes de que se fuera lejos, a alguna ciudad donde no había cabida para mí.

Caminé hasta el negocio de la esquina para comprar una bebida y un pastelillo, tenía todavía unos veinte minutos antes de que las clases de Trevor terminaran, y siempre que podía los aprovechaba para comer algo. A él no le gustaba que comiera 'tantas porquerías' y sólo si tenía suerte me compraba algún jugo cuando se bebía una cerveza. Esperaba que fuéramos a la playa, el clima estaba muy bueno y había que aprovecharlo antes de que comenzara el otoño, pues el frío no se tardaba en llegar. Me senté a esperarlo en el patio delantero de la escuela, donde me puse a trabajar en un boceto que aún no había logrado terminar. Como de costumbre, no sentí el pasar del tiempo, porque al cabo de lo que me parecieron tan sólo cinco minutos vi sus Doc Martens de imitación en el césped frente a mí.

—Levántate —dijo a modo de saludo.

—Un segundo —respondí mientras guardaba mis cosas. En general era una persona despreocupada, pero cuidaba muy bien de mis materiales de arte, porque no podía permitirme comprar más de los absolutamente necesarios —¿A dónde iremos? —le pregunté mientras me ponía de pie.

—Dónde sea, tan sólo quiero relajarme un rato.

—¿Fue un primer día duro?

—Sí, esta escuela apesta.

—Lástima que no hay otra a la que puedas ir —bromeé.

—¿Para que puedas coquetear libremente con el chico del casillero?

—¡No! —apuré, no quería que se pusiera de mal humor—. Te estás imaginando cosas... —le aseguré, y antes de que pudiera decir algo más agregué— ¿Por qué no vamos a la playa? Hace un buen día hoy.

—Como quieras. ¿No vas a recoger eso? —me preguntó indicando la lata de bebida y el envoltorio del pastelillo que había olvidado en el suelo.

—No es mío —mentí, a lo que Trevor levantó una ceja—. Pero tirémoslo de todos modos.

—¿Qué vas a hacer cuando me vaya? —me preguntó mientras nos poníamos en camino. La playa estaba solo a unas cuantas cuadras de la escuela, y como a casi todos los lugares de interés en Primor, se podía llegar andando.

—¿A qué te refieres? —pregunté. No quería darle una respuesta incorrecta.

—¿Cómo piensas conseguir novio viéndote así? —dijo apretando mi mejilla regordeta entre sus dedos—. Ya no eres un niño, no es lindo.

—No quiero otro novio —dije ignorando su comentario.

—Pues no me tendrás para siempre —me advirtió—. Cuando me vaya será para no volver.

Parcialmente Nublado / ¡Ganadora Wattys 2021!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora