41. Todos los miedos (parte 1)

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La niebla bloqueaba la visión

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La niebla bloqueaba la visión. Evana y Aura se movieron hacia el lado izquierdo del campo, y Casio hacia el derecho, asistido por caballería pesada. En el medio de ellos dos, un denso muro de tropas defendía a un contingente de magos, liderados por Neleb. Quienes estaban al frente no veían más que una amenazante densidad blancuzca de la que podía venir cualquier cosa, y mantenían un silencio tenso. La mayoría pertenecía a las tropas de Evana y confiaban en ella, pero la derrota contra Casio los había debilitado, y les había mostrado que su reina no era tan invencible. Ahora, sin embargo, Casio estaba de su lado.

Los magos que estaban detrás de las tropas tenían insignias de distintos colores; eran magos experimentados, aunque quienes venían de Doslunas nunca había estado en una batalla real. El miedo era inevitable, por más que Neleb los tranquilizara, pero quienes estaban allí se habían ofrecido. Si Solonia ganaba poder, Doslunas también podría estar en peligro.

Acompañando a la caballería pesada que rodeaba a Casio estaba Dion, quien había rechazado la última oferta de esperar aparte a que terminara la contienda y se mantenía firme, montado a caballo. El metal que llevaban quienes lo rodeaban le molestaba un poco, pero menos que antes; Aura le había brindado algunas sugerencias para no dejarse abrumar por su vibración.

Erika y Drustan eran dos presencias imponentes con sus armaduras completas. Ambos se quedarían cerca de Casio, quien tenía su propia armadura, cortesía de la reina Yatziri. Drustan respiró hondo; no era su primera vez en batalla, pero sí contra un ejército tan especial. La noche anterior había soñado que se encontraría con compañeros muertos y la idea le aterraba.

—¿Qué tal si muero sin conocer el verdadero amor? —preguntó, dirigiéndose al cielo.

—No seas tonto —respondió Arami. Él no iba a caballo sino en la parte trasera de un carro, donde también iban Nora y algunos de los hechiceros que servían como soporte en esa área; llevaba puesta una protección más ligera, que no interfería con su magia. Drustan hizo lo mejor que pudo para arrancar los ojos de él, y cuando al final lo consiguió, guardó silencio al encontrarse con la mirada de Casio.

—Los muertos probablemente estén en la vanguardia —dijo Casio, que venía siguiendo los intercambios entre Arami y Drustan para distraerse de los pensamientos oscuros, pero fingió no haber notado ese último.

—Si conseguimos neutralizar a quienes los controlan —intervino Arami—, estos dejarán de obedecerlos.

—Muertos, tropas comunes con arqueros, y los magos detrás —continuó Casio—. Probablemente Rufus esté con ellos más al fondo, y también Dalia y algún otro pez gordo de Solonia. A ellos tenemos que encontrar.

—Al menos uno de los magos ancianos tiene que haber venido —señaló Arami.

—¿Es en serio que Yatziri le hizo algo especial a las armaduras para que sean más efectivas? —preguntó Drustan.

El príncipe de las hadas (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora