15. Un refugio del caos

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Era esperable que la reina deseara hablar con él, pero el hecho de que quisiera que fuera a solas hizo que Casio apretara los dientes

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Era esperable que la reina deseara hablar con él, pero el hecho de que quisiera que fuera a solas hizo que Casio apretara los dientes. Se preguntó si le exigiría que no volviera a acercarse a Dion cuando lo devolviera al mundo exterior, o algo peor. La herida de su vientre volvió a llamar su atención cuando sus músculos se tensaron; se llevó una mano a ella y contuvo un quejido.

Al ver los ojos de Dion agrandarse, asustados, Casio se apresuró a apretar su mano y sonreír para tranquilizarlo. 

Luego de titubear unos instantes, Dion guio a Casio hacia una senda zigzagueante que se internaba en el bosque. Estaba rodeada por un túnel de flores y vegetación que se acomodaba a ellos mientras avanzaban, abriéndoles paso. El espacio comunal de las hadas quedó atrás, y el sonido de sus voces fue cubierto por uno distinto, constante y relajante, un murmullo que aumentaba mientras más avanzaban.

La fuente del sonido estaba al final del camino, donde una pequeña pero potente cascada surgía de entre una formación de rocas, y caía sobre un curso de agua humeante. No había nadie más en los alrededores.

—¿Son aguas termales? —preguntó Casio.

—No es exactamente agua, pero sí es caliente. Tiene propiedades mágicas.

La cascada termal no era la única particularidad del lugar. En la orilla crecían árboles de los que colgaba frutos redondos que Casio nunca había visto, todos de colores distintos. Dion se paró bajo una rama y extendió la mano. Momentos después, un fruto cayó del árbol; Dion lo atrapó y se lo ofreció a Casio, que lo examinó con curiosidad. Era liso y ligeramente blando. El aroma a vainilla y canela que le llegó de él le recordó a un postre de su niñez.

Se lo llevó a la boca, intrigado, y al morderlo ocurrió lo imposible: no solo el olor era similar, sino también el gusto, y la textura. Al entrar en contacto con su boca, se transformó en lo que estaba pensando.

—¿Qué es esto? —le preguntó Casio a Dion, sin terminar de masticar. Dion aguantó la risa.

—Un fruto que tiene el gusto de lo que la persona quiera en el momento en que lo come.

Fascinado, Casio saboreó con avidez cada trozo, que se deshacía en su boca con un efecto vigorizante. Mientras, Dion se quitó la ropa y fue hacia las termas. En esa dirección fue la atención de Casio, que se chupó los dedos distraídamente, al tiempo que observaba a Dion adentrarse en el arroyo. Desde allí, Dion lo invitó a hacer lo mismo con un ademán casual.

Casio dejó sus vestimentas sobre la hierba y se sumergió hasta el cuello en el lago vaporoso, que lo recibió con un caluroso abrazo. El líquido tenía una textura distinta a lo que esperaba. A pesar de ser cristalina como agua, era más densa, casi viscosa; envolvía su cuerpo con una caricia que ejercía sobre su piel una presión agradable. La zona de la herida reaccionó, no con dolor, sino con una vaga picazón.

Se dio cuenta de que había perdido de vista a Dion, pero este emergió frente a él justo cuando Casio estaba a punto de llamarlo.

—Este lugar es increíble —dijo Casio—. Ahora estoy entendiendo más por qué la mayoría de las hadas del bosque no tienen interés en alejarse.

El príncipe de las hadas (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora