42. Todos los miedos (parte 2)

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Están usando técnicas mentales, había dicho Nora

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Están usando técnicas mentales, había dicho Nora.

Pero Casio no podía arriesgarse a dejar escapar a Dalia, así que arremetió contra el grupo de magos. Cuando otros le cerraron el paso, arrojó su lanza, que se clavó en el pecho de la hechicera. La sensación de triunfo fue breve: segundos después, el rostro de Dalia pasó a convertirse en uno distinto, y la persona que había recibido el golpe cayó hacia atrás.

Con ese impulso descuidado, Casio acababa de perder su lanza y atacar a alguien que posaba como Dalia, no a la verdadera. Todavía tenía su espada y podía tomar otra lanza del campo de batalla, pero acababa de desperdiciar momentos preciosos. Pronto, divisó a una segunda Dalia, más atrás, y luego a otra.

—¡Hay muchas Dalias! —gritó Drustan, desde atrás. Él también las había visto, y si no había perdido su propia lanza, había sido porque Arami lo había detenido para que no la arrojara contra una de las copias falsas—. ¿Cómo vamos a encontrar a la verdadera?

Quien se adelantó a responder fue, sorpresivamente, Nora:

—Acabando con todas —dijo, decidida.

Desde el carro donde viajaba, Nora levantó el báculo de su maestro y se preparó para volver a invocar magia de fuego. Antes de la batalla, había llegado a pensar en dárselo a un mago más experimentado; pero ahora, dejando de lado los pensamientos intrusos, se concentró en crear una bola de energía ígnea y la arrojó en dirección a los enemigos. Esta creció más de lo que esperaba, y pareció tomar una vida propia.

El fuego se expandió, furioso. Un penetrante olor a carne chamuscada invadió el aire cuando algunos reanimados comenzaron a arder; aunque esto no los detuvo del todo, sí hizo que algunos magos y soldados enemigos se dispersaran un poco, y que las falsas Dalias volvieran a mostrar su verdadera apariencia. A Nora le costó unos momentos comprender la fuerza del hechizo, hasta que miró hacia adelante y todo cobró sentido: Dion había tomado su ataque para potenciarlo con sus propios poderes de aire, hasta convertirlo en un fuego vivo y brutal. Los hechiceros eran peligrosos, pero frágiles a los ataques directos.

—¡El aire aviva el fuego! —exclamó Dion, quien, hasta entonces, venía usando sus poderes más como defensa. Era hora de cambiar la estrategia—. ¡Sigamos adelante! —agregó, volviéndose hacia Casio.

Aprovechando la confusión generada por el ataque de Nora y Dion, Casio tomó una nueva lanza del campo y ordenó el avance de la caballería pesada sobre la colina. Desde su posición al frente, vio cómo Dion continuaba manejando el aire para potenciar los ataques de los magos aliados, lo que facilitaba también el trabajo de sus soldados. No todos resistieron, a pesar de esto: muchos quedaron en el camino, batallando contra las fuerzas enemigas.

Con horror, Casio divisó a un antiguo aliado morir y volver a levantarse para atacar con su espada a sus antiguos compañeros, y vio a Erika intervenir para cortarle la mano y luego la cabeza. Luego, por el rabillo del ojo notó que un mago enemigo que apuntaba hacia él con un báculo.

El príncipe de las hadas (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora