Mientras observaba los últimos preparativos de la ceremonia de inauguración de los jardines, sentada en la hoja de una planta del estudio de Nora, Alhelí tuvo que reconocer que las renovaciones estaban bastante bien.
Todo se veía muy distinto: Casio había cumplido con su palabra de ampliarlo y cambiarlo por completo, con mano de obra de los alrededores y ayuda de las hadas del bosque. Cuando se corrió la voz de que el rey era favorecido por un hada reina y por su hijo, fueron muchos los seres feéricos que llegaron de distintos rincones a curiosear.
Primero, lo hicieron con disimulo: se escondían entre piedras y arbustos para observar el panorama. Poco a poco, al entender que era verdad que se trataba de un lugar seguro, se animaron a salir cada vez más, hasta el punto de que a veces hacían apuestas sobre qué humano sería capaz de verlos si se ponían frente a él. Muchos decidieron asentarse, y de esa forma, la vegetación se volvió más frondosa que nunca. Su influencia se notaba en la forma en que crecían las flores y las plantas.
Aunque los humanos no pudiesen verlo, los jardines emitían ahora un brillo especial.
—¡Ya casi! —dijo la voz de Nora. Venía de unos metros más atrás de Alhelí, quien se dio vuelta y vio a la hechicera ataviada con un atuendo elegante, aunque muy sobrio y oscuro.
—¿Te vas a vestir así? —preguntó Alhelí. Ahora, Nora podía escucharla desde lejos y verla a simple vista.
—Pensé en algo rojo, pero no quiero llamar tanto la atención. ¿Qué te parece?
—Me aburre —respondió Alhelí—, no tiene colores. ¿Por qué no le pones el color que querías y listo?
Nora suspiró y bajó la cabeza, como si la respuesta no le sorprendiera. Luego de dudar un poco, respiró hondo e invocó una niebla de magia que envolvió el vestido; una vez que esta se disipó, el color había cambiado a un tono escarlata.
—Espero que esté bien —murmuró Nora, mientras se dirigía a la salida—. ¡Ya está por comenzar la inauguración!
Una brisa trajo el murmullo de las risitas de un grupo de hadas que se congregaban afuera. Después de un invierno difícil, la primavera se abría paso en todo su esplendor. Alhelí salió por la ventana hacia afuera.
Voló entre la vegetación, estanques y pequeñas cascadas, y se cruzó con un grupo de músicos que cargaban instrumentos para la celebración. La estatua del hada del centro del jardín interior ya no existía; en su lugar había una placa que recordaba la nueva promesa de Casio de honrar a los seres feéricos y respetar a la naturaleza.
Alhelí atravesó el patio interior y lo dejó atrás, para seguir avanzando en dirección a la parte externa, al frente del castillo. Allí, donde se levantaba un nuevo gran jardín con vista al lago, sería la ceremonia de inauguración. Para mandar a construir este flamante jardín, Casio había seguido los consejos de Alhelí y de otras hadas, y en el centro de un extraordinario laberinto vegetal estaba la majestuosa fuente prometida. En la parte superior no había una estatua, sino una casita en miniatura rodeada de plantas que ahora le pertenecía a Alhelí y era perfecta para descansar.
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El príncipe de las hadas (completa)
Fantasy(LGBT+) Un joven rey invoca a un príncipe hada para realizar un ritual mágico que mejore su suerte. ¿Qué tan mal podrían salir las cosas cuando el amor surja entre ellos? Fantasía/aventura/romance. Ganadora de un par de premios en los Wattys 2021...